pamplona - Quien fuera nieto de Isidor Coma, alcalde de Cornellà en la Segunda República, muerto en el exilio poco antes de fallecer Franco, Joan Tardà (Cornellà de Llobregat, Barcelona, 1953), espera que el Gobierno socialista no se cierre en banda para que el Estado no tropiece en la misma piedra. De lo contrario, no duda de que la sociedad catalana volverá a desobedecer y nuevos dirigentes podrían entrar en prisión. Aunque no es el horizonte de ERC, que, dice, trabaja para hacer “inevitable” el referéndum.

Un año de la DUI. ¿Cómo respira Catalunya?

-Por un lado nunca habíamos llegado tan lejos, en un escenario donde 2.400.000 personas fueron a votar el 1 de octubre, algo que hace años ni nos hubiéramos creído un independentismo con tanto fuelle, y la prueba está en que tenemos encarcelados y exiliados. Pero tan cierto es esto como que todavía no vivimos en una república porque de ser así no tendríamos gente en prisión o fuera de nuestra tierra.

¿Volverían a repetir lo que se hizo el 27-O?

-Lo que sí tenemos claro es que aquel día hicimos lo que teníamos que hacer. Después del referéndum del 1-O no había vuelta atrás. La ciudadanía que se rompió la cara por poder votar y que vivió con gran indignación no poder hacerlo con normalidad, vulnerándose derechos civiles y democráticos, no habría entendido que no se procediera así llevando hasta las últimas consecuencias su mandato democrático. Es verdad que descubrimos que el Estado español estaba dispuesto a todo para frenar el procés, y quizás se pueda acusar ahora a los dirigentes catalanes de haber cometido un pecado de ingenuidad. Pero es producto de tener en nuestros comportamientos un ADN democrático. No se podía hacer otra cosa y, posiblemente, no se consideró hasta qué punto nos podían reprimir de forma violenta. Un hipotético baño de sangre era inasumible. Por la forma de ser del pueblo catalán o por cómo es este proceso, o se hace todo pacíficamente o estaría condenado al fracaso. Por eso ahora decimos que hay que tener cabeza para que no se salgan con la suya, no lo podemos convertir en problema de orden público.

ERC sí que ha girado a la bilateralidad.

-El término unilateralidad es más periodístico que político. En 2014 ya vinieron tres comisionados del Parlament al Congreso como en su día hizo Ibarretxe, sin ser un calco, para pedir que se autorizara un referéndum. Las Cortes no aceptaron ni su tramitación para hablar de ello. Queríamos una vía democrática y el Estado optó por la judicialización y la represión, y como verbalizó el señor Rajoy acabaría con presos políticos, porque cuando se niega la existencia del diálogo llegamos a donde estamos. Fueron ellos los que abocaron a la sociedad catalana a desobedecer. A esa desobediencia se llama unilateralidad. El 1-O no deja de ser un extraordinario ejercicio de desobediencia popular e institucional. ¿Qué diferencia hay entre entonces y ahora? Pues que ERC dice que la bandera de la desobediencia no se puede abandonar, no por prioritaria, sino por ser la representación del fracaso del diálogo. Si se vuelve a repetir esa cerrazón, las mismas causas producirán los mismos efectos. Por eso trabajamos en convertir en inevitable un referéndum.

Con su bagaje, ¿conserva la fe en el Gobierno socialista?

-Hay un 50% de catalanes que es independentista y otro 50% que no lo es. Hay que integrar a todos en la solución. El Gobierno de Pedro Sánchez ha reconocido dos obviedades. La primera, que el Estatut vigente no es el que aprobó el pueblo de Catalunya. Y luego, que la solución debe pasar por las urnas. Ocurre que ellos dicen que habrá que resolver si los catalanes quieren mayor autonomía o la actual. Pero es caer en una gran contradicción porque solo da solución a los no independentistas. Igualmente, los independentistas debemos admitir que el 50% de la población no lo es. Con lo que la pregunta debe ser entre mayor autogobierno o independencia. Es muy difícil y acabará llegando si los secesionistas somos en poco tiempo unos pocos más.

Habla de ensanchar las bases.

-Es que hemos demostrado al mundo que una mayoría de catalanes quiere decidir pero no que seamos más del 50% en unas elecciones. Es esencial que lo logremos, y cuanto antes, mejor. ¿Que el Estado se puede enrocar igual y cerrarse en banda? Es posible. ¿Es posible que una nueva oleada de dirigentes independentistas tengan que entrar en la cárcel? Es posible. Pero nosotros haremos todo lo necesario para que no pase y convertir el referéndum en inevitable. España está convencida de que el 50% no independentista tiene una póliza firmada con ellos para no serlo nunca, pues no tienen proyecto para Catalunya. Solo ganan tiempo de la forma más fácil y cómoda: reprimiendo. Y eso les lleva a la derrota. Es cierto que nos harán sufrir, de hecho ya lo están haciendo. Y solo demuestran que no quieren ni a su sociedad española porque esa democracia será siempre de low cost. Y si es así, tal como ocurrió con Rodríguez Zapatero, Catalunya será la tumba política de Pedro Sánchez.

¿Beneficia al independentismo tanto crisol de posiciones y evidenciar una quiebra como la experimentada en el Parlament?

-Aunque hemos llegado muy lejos tenemos la obligación de dilucidar qué es lo hemos hecho regular y hasta mal sin ningún autoresquemor. Porque además las condiciones son muy duras. Dicen: hay desunión en el mundo independentistas. Pero es que el asedio de la administración política y judicial española es tremendo, el ariete Llarena, el jaque mate al proceso, es la no aceptación del Estado de los resultados electorales del 21 de diciembre. No se había visto desde la finalización de la Segunda Guerra Mundial que un gobierno encarcelara a dirigentes electos democráticos, y jamás se vio en una sociedad de libre mercado que, para provocar terrorismo empresarial, se aprobara un real decreto para que las empresas pudieran localizar su sede social solo con la aprobación del consejo de administración. Porque el objetivo era que el independentismo no revalidara la mayoría absoluta, y como sí lo hizo se redobló la presión para condicionar esa mayoría en el Parlament. Estamos instalados en la gran anomalía.

Pero ERC siempre ha hablado de que el soberanismo debe caminar por separado en términos electorales. O de no sumarse a la Crida Nacional de Carles Puigdemont...

-Tenemos eso muy teorizado. El éxito radica en ser capaces de construir un camino que nos lleva a la cumbre y que debe ser muy ancho. Ahora estamos al pie de la montaña. Si es ancho no solo cabrá mucha gente, sino también distinta. Integrar a los no independentistas pero que sí son autodeterministas. Además, los frentes nacionales generan frentes unionistas. ERC no aspira tanto a quedarnos con el trozo del pastel independentista más grande, sino a ampliar los perímetros del independentismo. Si el 21-D solo hubo 11.000 votos de diferencia entre Junts per Catalunya y ERC es porque muchos electores nuestros votaron a Puigdemont creyendo que era invencible con lo de si me votáis, vuelvo a casa. Y que ERC en poblaciones no nacionalistas derrotó, por ejemplo, a En Comú Podem.

¿Tiene ERC algo que reprochar al expresident en el exilio Puigdemont?

-En absoluto. De hecho, hemos construido el Consell per la República donde Puigdemont tiene un papel muy importante en la internacionalización del proceso. Explicar al mundo lo que es un Govern en el exilio. Y cuando empiece el juicio a los presos políticos se demostrará que el Estado es demofóbico. Hasta el expresidente del Supremo, Pascual Sala, ha dicho que no hubo rebelión ni sedición; Montoro dijo en sede parlamentaria que no existió malversación; la justicia alemana, belga, suiza... han dicho que en pleno siglo XXI no se puede tener acogotada a Catalunya. Estamos convencidos de que el referéndum será inevitable. E insisto, es posible que tengamos que desobedecer otra vez, pero nuestro objetivo es conquistar un escenario de diálogo y negociación, con intermediación internacional. Si este gobierno u otro no quiere, nos adentraremos en un escenario donde la sociedad catalana desobedecerá. Ha aprendido a ello y está orgullosa de dar respuesta.

¿Qué espera de la sentencia judicial a los políticos soberanistas encarcelados?

-Oriol Junqueras se lo dijo a Pablo Iglesias en la cárcel de Lledoners: Mira, Pablo, tenemos muy asumido e interiorizado que tendremos que pasar muchos años en prisión. Pues estaremos, y cuantos más años, más sufriremos, pero más fuertes saldremos. Eso no quiere decir que cuantos más años les caigan, mejor.

¿Y confían en algún gesto desde Moncloa?

-ERC no se sentará en ninguna mesa de diálogo para los Presupuestos si el Gobierno español hace gestos. Algunos se creen, como el ministro Borrell, que vamos de farol, pero no.

¿Aunque la no aprobación de las Cuentas puede derivar en un Ejecutivo donde regrese una derecha más radicalizada?

-¡Pero es que no podemos hacer otra cosa! Lo que no puede ser es que nos digan que nuestra posición genera represión y despierta fascismo, o que puede ganar la derecha. ¡Claro! La izquierda española siempre comete el error de creer que la derecha le ponderará. ¿Qué haría el PSOE o Podemos con gente suya encarcelada? Queremos la absolución porque no hubo ningún delito. Tenemos a representantes elegidos entre rejas y exiliados; a los Jordis, hombres de paz, en prisión... Es que es insultante que se nos diga que cómo no vamos a votar esos Presupuestos.

¿Habría existido el procés

-Pues es posible que no. Si cuando Jordi Turull, Marta Rovira y Joan Herrera vinieron aquí en 2014, Rajoy habría hablado de un referéndum consultivo, o con el paro por debajo del 15%, o en 2020... son ejemplos. ¿Qué habrían dicho nuestros comisionados? Pues hablemos. Y quizás tendríamos ya una solución del gusto de nadie y a la vez de todos. La explicación de por qué hemos pasado del 14% de independentistas al 48% no es solo por la crisis económica, sino por la incapacidad del Estado de reconocerse plurinacional, pluricultural... Mira Quebec. De hecho, en Canadá la lengua francesa es cooficial en todo el territorio. ¿Imagina que el euskera fuera oficial en Andalucía? ¿Es posible que el independentismo baje al 41%? Sí. Y que suba al 70%, también. Al parecer ellos creen que a palos no creceremos, y cometen un error.

El lehendakari Iñigo Urkullu ejerció, como se ha recordado estos días, como una especie de mediador horas antes de aquella DUI. ¿Consideran que una figura de su calado es necesaria ahora en este proceso?

-Quitando PNV y EH Bildu, a quien ERC agradece su acompañamiento, en Catalunya hay un desierto en cuanto a ejercer un papel así. No hablo de colectivos, sino de intelectuales, artistas, personas del mundo del arte, deporte... que no se mojan, porque subyace en el imaginario español que el catalanismo es un enemigo interior a falta de uno exterior. Como siempre, nos hemos sentido arropados por los partidos nacionalistas/independentistas vascos, y yo valoro lo que hizo el señor Urkullu, pero no había vuelta atrás, la sociedad catalana no habría entendido un paso atrás. Pero insisto, nos hemos sentido acompañados. Junqueras está muy agradecido al lehendakari y a Otegi. Y hablo por ERC.

En una Euskadi donde el soberanismo domina el Parlamento pero las encuestas hablan de un descenso del sentir independentista, el Gobierno Vasco en ejercicio habla de no seguir la estela catalana sino de una vía propia.

-Euskadi debe buscar su propia vía sin que eso esté reñido en seguir o no la nuestra. Será la que quieran los vascos, pero hay una idea que se abre camino en el mundo, el derecho a decidir, con connotaciones que van más allá del nacionalismo, hablamos de una democracia cada vez más representativa y eso tiene una carga mayor de modernidad. Es imposible hoy día en Euskadi y Catalu-nya que un debate de profundizar en el autogobierno pueda obviar el derecho a decidir.

En Catalunya se repiten patrones padecidos en Euskadi: la educación manipula y segrega, la televisión pública está al servicio del soberanismo, los CDR son radicales y violentos...

-El independentismo catalán debe ser muy inteligente. O lo hacemos a la catalana o no lo hacemos. Nuestro proceso es interclasista, tan urbano como rural, intercultural. Somos tantos por integrar a segundas y terceras generaciones. Por eso no es tan importante que la punta de lanza penetre en el adversario sino que el crecimiento sea de alud. Muchos catalanes que están alejados de la independencia lo están por miedo, porque por vez primera han visto que es posible. No hay fractura, hay tensión.