Se ha puesto de moda en las redes sociales el reto de los 10 años. Consiste en mostrar una foto antigua y una actual para comparar cómo ha cambiado uno en este tiempo. Y es una alegría comprobar que los viejos amigos no solo no han cambiado nada, sino que siguen igual o mejor que antes. Con más gracia incluso.

Es lo que más o menos pasa con Yolanda Barcina, que esta semana hizo un hueco en su apretada agenda entre consejo de administración y consejo de administración por Madrid para hacernos una visitilla y comparecer en la comisión que investiga el final de Caja Navarra. Tampoco es que dijera nada nuevo. Pero verla ahí, tan sonriente ella, hablando de la ETA y el impuesto revolucionario cuando le preguntaban por sus dietas, y pidiendo que demos las gracias a quienes acabaron con la Caja fue como volver al pueblo en vacaciones. Un regreso a la infancia.

Como si no hubiera estado 16 años en los órganos de control de la Caja ni hubiera sacado tajada con el desguace de las oficinas cuando el barco se iba a pique. Porque si en lo peor de la crisis no tuvo problema en decir que a ver qué me cuentas, que un alicatador también cobra 3.500 euros, como para preocuparse ahora por el hundimiento de la Caja si es solo una cuestión “sentimental”. “Igual habría que felicitar a los que nos han ayudado a llegar a ese puerto”, llegó a decir la jodida, sin reírse ni nada.

Porque mira, ande yo caliente y ríase la gente. Y eso que todavía falta Miguel Sanz, que el torico viene con ganas. Al paso que vamos antes de que acabe la legislatura todavía nos van a intentar convencer de que en realidad Caja Navarra estuvo solo en nuestra imaginación y qué Cajasol ni qué Cajasol, venga circulen y no miren al muerto que aquí no ha pasado nada.

Es como lo de Aznar. Que después de decir que había armas de destrucción masiva en Irak, que el 11-M fue cosa de los vascos y que la Caja B del PP no existe, ha vuelto para reñirnos otra vez. Como siempre. Igual que hace diez años pero sin bigote y con muchos más millones en el banco. Que esto de ir dando lecciones por la vida le ha salido bien rentable. Solo que ahora tiene a Pablo Casado, al que maneja cual Monchito, para decir que los catalanes son muy malos, que hay que ilegalizar a todo el que “atente contra España”, y que la próxima vez que vuelvan a gobernar nos harán descuento cuando metan la mano a la caja.

Que lo harán, seguro, porque con el tiempo se olvida todo menos a Javier Taberna, que ahí sigue camino de los 30 años en la Cámara de Comercio sirviendo a los navarros de bien solo por amor a su tierra, lamentando que el Gobierno de Navarra ni fomenta el empleo ni las inversiones porque no les baja los impuestos a las grandes empresas. “Navarra no es hoy una región atractiva para las empresas”, asegura. Porque claro, algunos como él creen en los empresarios y otros pues son más partidarios “de un estado totalitarista”. Que estamos rodeados de rojos bolcheviques, maldita sea.

Por lo visto, lo peor de todo es que, según Taberna, la culpa es de que Navarra “es una de las comunidades peor comunicadas de España”, y que las “empresas se van por falta de infraestructuras”. Será que también es culpa del cuatripartito, porque lo que son criticas, críticas a PP y PSOE, pocas. Ni criquitillas siquiera. Y eso que son ellos quienes vienen haciendo y deshaciendo los presupuestos del Estado las últimas cuatro décadas con las mismas promesas pendientes.

Lo mismo se les ha bloqueado la casilla y van repitiendo de un año para otro el presupuesto sin darse cuenta de que donde pone Navarra se ha quedado vacío. Que también puede pasar. Porque por aquí han pasado muchos ministros de Fomento estos diez años, y todos nos han salido hechos del mismo patrón. Lo mismo era Pepe Blanco (PSOE) quien anunciaba la llegada de alta velocidad para 2015, que venía De la Serna (PP) a garantizar el pack completo y terminado en 2023 “pese a que Navarra lo pone difícil”. Para que al final tenga que salir Ábalos (PSOE) a rematar la jugada y señalar que a lo mejor es un poquitito después. Pero solo poquitito. Que al ritmo de inversión actual todo estará terminado para 2057. Y no es una exageración.

La típica tomadura de pelo que al principio te tragas, luego te cabrea y al final hasta resulta divertida. Como el juego del gato y el ratón que se traen los gaztetxeros con el Gobierno de Navarra. Que como no les dejan montar su juguete en Rozalejo y solo en Rozalejo, han llegado a la conclusión que es mejor darle una patada al chiringuito que esto es igual que con UPN. Como si con la vuelta de los de antes les fueran a permitir tanta gracieta. Será que son jóvenes y no recuerdan cómo arreglaban por aquí las cosas Barcina, Aznar y compañía hace unos años. A veces se merecen comprobarlo.