creo que con mucho tino, algunos guasones le llaman Pichi a Albert Rivera, en alusión al chulo que castiga del Portillo a la Arganzuela, y hace otras cosas peores, según la letra de la cancioneta de la caspurienta revista musical Las Leandras. Cosas de las imágenes mentales, el otro día se me metió en la cabeza con la gorra reglamentaria, camisa merengona, chaleco de cuadritos y floripondio en la solapa, cantando a voz en cuello el célebre chotis de Agustín Lara: “Cuando vengas a Madrid, chulona mía, voy a hacerte emperatriz de Lavapiés, y alfombrarte de claveles la Gran Vía y bañarte en vinillo de Jerez”. Lógicamente, la destinataria de la tonada no podía ser otra que Inés Arrimadas, que ha decidido plantar sus reales en la villa y corte, previo paso por Waterloo, donde le montó un numerito menor a Puigdemont.

Es verdad que le queda un simulacro de primarias, pero a estas alturas, hasta el que reparte las cocacolas sabe que veremos a la doña en un escaño de la Carrera de San Jerónimo después de las elecciones de abril. Tanta gloria lleves como paz dejas, dirán sus rivales políticos en el Parlament, aliviados porque se librarán de sus performances con bandera y sus bocachancladas ayunas de documentación.

Cuánta razón tuvo no sé quién del Partido Popular, que ante la confirmación del “Me las piro, vampiro” de la individua, concluyó que tal decisión demostraba la inutilidad de su victoria en las elecciones de 2017. Añadiría servidor que lo que queda probado es que Catalunya, por más tabarra que den y más dignos que se pongan, solo es un trampolín para lo que Aitor Esteban definió certeramente como “Hacerse un Maroto”.