Pamplona - Con la disolución mañana de las Cortes Generales España entrará formalmente en campaña electoral. Se abre la puerta a dos meses de disputa política que tampoco se van a distinguir mucho de los tres años anteriores, marcados por una inestabilidad permanente en la política española que se ha traducido en dos adelantos electorales, una moción de censura exitosa y varios presupuestos prorrogados. Y que ahora se entremezcla con el final de la legislatura que en Navarra en un debate político polarizado en el que no será fácil distinguir los escenarios en liza.

Todo se precipita el 14 de febrero. Pedro Sánchez anuncia la convocatoria de elecciones generales para el 28 de abril y trastoca un calendario electoral que apuntaba ya a los comicios municipales y autonómicos del 26 de mayo. Agarrado al efecto propagandístico de los decretos de carácter social previstos para las próximas semana y apoyado en la foto de todas las derechas juntas en la plaza de Colón, el PSOE ve en el adelanto electoral una ventana de oportunidad que quiere aprovechar. Se ha hecho con la centralidad política en España y confía en ser la referencia de la izquierda para hacer frente a una ultraderecha que llega montada a caballo. Tiene un relato y lo va a explotar al máximo.

La jugada tiene sus riesgos, y es difícil hacer una predicción en un escenario tan volátil y fragmentado como el actual, donde un pequeño cambio en la intención de voto puede condicionar todas las mayorías. Factores de incertidumbre a los que se une la extraordinaria doble concurrencia electoral. Un hecho sin precedentes que tampoco permite anticipar si los resultados de abril se replicarán en mayo, si habrá una reacción al resultado en Madrid o si los ciudadanos distinguirán su voto en función de las instituciones que estén en juego.

Cierre de mandato Lo que sí parece claro es que de una forma u otra lo que ocurra en España el 28 de abril va a condicionar también el resultado del 26 mayo en Navarra, y posiblemente también la política de alianzas posterior. Lo que ha llevado a los partidos a hacer una lectura común del próximo ciclo electoral.

El primero en reaccionar ha sido UPN, que ha optado por unir sus siglas a las del PP tanto para las generales como para las forales y municipales. Una operación también con riesgos, pero con la que pretenden maximizar en escaños el número de votos y evitar las fugas hacia Ciudadanos y sobre todo Vox, el agente más impredecible de las próximas semanas. Por su parte, y a falta de definir los detalles, el cuatripartito ha optado por coordinar una candidatura al Senado, mientras que el PSN busca ya una vinculación entre su marca y la el PSOE que le permita subirse a la ola que posiblemente lleve a Pedro Sánchez a ganar las próximas elecciones.

En Navarra queda todavía un mes ordinario de legislatura, con el Gobierno a pleno funcionamiento y varios plenos pendientes en los que se prevén sacar adelante modificaciones legislativas importantes, del aval a Osasuna a la ley de reconocimiento de las víctimas de la violencia ultra y policial. Pero sobre todo para hacer balance de una legislatura que salvo momentos puntuales se ha caracterizado por la estabilidad y por una buena marcha económica que, más allá de las disputas políticas, dejan una Navarra mejor que la de hace cuatro años.

No será fácil dirigir hacia allí la atención de los ciudadanos con el foco puesto en el debate político en Madrid, que va a captar toda la atención de los medios nacionales tanto por la importancia que tiene el Gobierno central como la tensión que se aprecia ya entre los partidos. El problema posiblemente llegará después si hay una mayoría clara en Madrid, lo que puede prolongar la inestabilidad política todavía varios meses más, incluso hasta forzar una nueva repetición electoral.

Un contexto en el que Navarra celebrará su propia campaña electoral durante el mes de mayo, con un ojo puesto en los posibles pactos en Madrid y su influencia en el Gobierno foral, y el otro en un debate de ámbito local que intentará hacerse paso en medio del ruido mediático. De ahí saldrán los ayuntamientos y el Parlamento que deberá formar el nuevo Gobierno autonómico, con la sombra de la inestabilidad que ha marcado el ritmo a la política en España sobrevolando también la política en Navarra.