esparza aparece en los carteles de las farolas con parte de su cráneo seccionado por el encuadre fotográfico. Lo mismo le hicieron a Fraga hace décadas y hubo chacota general, tratándose de aquel al que decían le cabía el Estado en esa cabeza, aunque a la postre fuera poco más que un personaje ridículo hasta el día de su misma muerte. En el caso del navarro, probablemente la parte oculta en la foto es la que podría dar explicaciones de cómo está tan empeñado en que vuelvan los tiempos de coyunda con los socialistas y en cambio se pone digno para negar un posible acuerdo postelectoral con Vox. Si miras los perfiles de la gente de la candidatura de Abascal en Navarra te das cuenta de que sociológicamente son de la misma estirpe que lo que representa Esparza, gente que tiene sus profesiones, se gana la vida honradamente y expresa unas ideas en poco distintas de las que tienen muchos en UPN. Pero para Esparza merecen repudio así como los socialistas incondicional cortejo, lo dice habiendo perdido evidentemente parte de su calota. El capataz de Navarra Suma se nos presenta este año con corbata, toque institucional. En las anteriores, recordemos, se vio caído en la candidatura tras la renuncia de Ella y para que le conocieran hubo de improvisar una precampaña cien días antes de las elecciones en las que se fotografíaba informal y con el plumas granate, aquello de “Esparza agoizko. Soy de pueblo, a mucha honra”. Mientras instalaban estos carteles en las marquesinas de las villavesas, en Madrid UPN proponía que las campañas duraran sólo una semana para ahorrar gastos, ellos que se la montaban de quince y a tocateja. Volviendo a lo de ahora, y en esas mismas marquesinas, vemos otra genialidad de los neocoaligados. Han hecho carteles con los chicos por una parte y las chicas por otra, cuatro de cada. Se les ve partidarios de la muy legítima educación diferenciada, si no no se entiende tamaña estupidez y que paguen a la agencia que se lo haya propuesto. Podría haber otra explicación: es la única manera que tenía Ángel Ansa de aparecer pimpón en un cartel, bendito el día en el que boqueé en Twitter al protosayas.

En el PSN se observan dos estilos. El de María Chivite es el que mejor puede representar el escenario futuro. En su cartel electoral se sitúa en el centro de un espacio, erguida como fiel de una balanza, y por detrás se difumina una calle de doble sentido. Es el árbitro y lo aparenta sin pudor. Su delgadez podría asemejar también a la de la bisagra. Antes se decía que posar con los brazos cruzados denotaba pasividad y desgana, pero en este caso más parece actitud expectante. Si supera en votos a Geroa hará desfilar por su despacho a los demás. Y si no, probablemente también. En otro estilo bastante dispar, Esporrín aparece en su foto engalanada con anillaco de bisutería y aparatoso reloj inteligente. Pero lo llamativo es que resalte la tipografía en la que pone “Alcaldesa de Pamplona”, cuando lo de “Candidata a” se difumina. No caerá la breva.

De la Barkos de estos cuatro años me han gustado especialmente dos cosas. Una, que no haya hecho de su presidencia un show permanente, una carrera por la notoriedad jalonada de frasecitas vacuas. Podrá gustar más o menos lo que dice y cómo lo dice, pero al menos no nos ha sometido a un desfile de fatuidad. La otra es que ha sabido crear y dirigir un equipo que ha trabajado sin disonancias, sin cuotas y siempre alineado. Hacer todo esto tras venir de un trabajo político de llanero solitario, lo de diputada en el Congreso en el Grupo Mixto, tiene mérito. La foto que presenta en farola muestra como una mirada al horizonte y a su izquierda, no tanto al tipo que pasa por la calle. El encuadre cercano genera eso que algunos llamarían experiencia inmersiva, apela a entrar en el personaje y su eventual proyecto. Geroa Bai trata de seguir marcado un estilo en términos de originalidad, la que produjo su nacimiento como plataforma política y la que hoy se comunica mediante tipografías y estéticas menos convencionales. Si mantienen ese equilibrio entre disponer de un perfil propio y ejercer su capacidad arbitral en un parlamento tan fragmentado, será tan meritorio como rentable.

Con todo, pedirles a cualesquiera de los citados que nos concreten en qué consiste exactamente ese futuro que nos ofrecen es cosa bien distinta a la imaginería electoral. Mientras escribo este artículo me ha llegado el sobre del voto por correo y me siento como se sentiría un huerfanico.