Alfonso es un pamplonés de 50 años que el miércoles por la mañana partió con su hermano desde la capital navarra a pasar dos días de vacaciones en Biarritz. Pese a los augurios de las afecciones en el tráfico generadas por los preparativos de la Cumbre, decidieron no posponer su escapada, prevista desde hace algún tiempo, y marcharon temprano hacia la localidad vascofrancesa. En previsión de dificultades tomaron la carretera de Ibardin, desde Bera, y tuvieron que pasar por dos controles policiales. Pero dado que aún era miércoles por la mañana, el desplazamiento se salvó sin mayores incidencias y durante las primeras horas en Biarritz, que transcurrieron básicamente en la playa, no observaron un panorama demasiado trastocado, salvo por la fuerte presencia policial. El paso de las horas cambió esa primera apreciación y un paseo les mostró una estampa inédita, con el centro a punto de ser blindado por los controles de seguridad, al que desde el día de hoy solo se puede acceder mediante acreditación. El vallado, la retirada de automóviles y el despliegue policial conforma una imagen muy alejada del bullicio playero y comercial de pleno mes de vacaciones. “Para ser agosto Biarritz está desértica”, cuenta Alfonso desde su teléfono móvil. “No he visto tanta Policía en mi vida”, asevera. “Casi parece un pueblo fantasma. No se oye un solo español. La ciudad está tomada por la Gendarmería y todo el centro está vallado, a lo largo de la arteria principal que conduce al hotel du Palais. Lo han acordonado absolutamente todo”. Con tal dispositivo “no va a entrar nadie que no sea con acreditación”. Mediante un documento identificativo que justifique trabajo o vecindad.

Perjuicios El desaguisado va a ser importante y tendrá consecuencias económicas. La excepcionalidad ya se percibe. “Los pisos de alquiler en toda la travesía principal de Biarritz están desalojados. Se ha prohibido que se alquilen para estos días. Solamente se permite a la gente que tiene residencia fija y está empadronada en esa zona. Casas de alquiler, apartamentos y hoteles en ese enclave están cerrados. Nuestro hotel recibe huéspedes porque está en la entrada del pueblo y no le afecta el cordón de seguridad. El miércoles ya había posiciones de francotiradores en las azoteas de la playa. Y la playa principal, donde se localiza el casino, está cerrada al público a partir de hoy”. Un dispositivo tan aparatoso como espectacular “algo excesivo” a juicio de este pamplonés, un visitante habitual de Biarritz, durante su breve escapada ha podido hablar con distintos comerciantes. Creen que hoy abrirán, pero no saben si habrá clientela suficiente para que merezca la pena la apertura y no haga baldío el esfuerzo. Les han dicho que les van a dar una indemnización, pero dudan mucho de que la cantidad que al final perciban sea justa de acuerdo con los perjuicios causados. Este ambiente desangelado será el paisaje de Biarritz durante las próximas horas. Una estampa atípica, casi “desértica” para la historia de este conocido enclave veraniego, donde no se ven pancartas contra la cumbre del G7 ni decoración especial alguna, según relata este turista navarro. Solo unos carteles informativos sobre las incomodidades generadas. En contraste, entre los detalles más llamativos, que describe, está el aspecto que presenta el hotel du Palais, uno de los epicentros de la cumbre, que ha colocado plásticos negros en su perímetro vallado para impedir que los fotógrafos tengan visión de los jardines y la piscina. Dicho hotel lleva desalojado desde la semana pasada a la espera de los huéspedes del G7. El poder demostrando su poderío.