sted va a perseverar en la confrontación y en la bronca? Entonces, váyase con la ultraderecha. Si quiere participar en la reconstrucción, aquí está el Gobierno". Esta frase, dirigida por el presidente español, Pedro Sánchez, al líder de la oposición, Pablo Casado, ejemplifica lo que ha sido la actividad parlamentaria en los tres últimos meses, desde que el Gobierno de coalición del PSOE y Unidas Podemos aprobó el pasado 14 de marzo la declaración del estado de alarma. Desde entonces, la vigencia de la herramienta fundamental en la lucha contra el coronavirus se ha prorrogado hasta en seis ocasiones en unos plenos del Congreso que, pese a la crisis sanitaria sin precedentes, han sido escenario de un marcaje especialmente intenso a la labor del Ejecutivo. Tanto, que hay quien compara el actual clima de crispación política con la oposición que José María Aznar realizó a Felipe González, o la que sufrió José Luis Rodríguez Zapatero tras ser investido en 2004, cuando los partidos se tiraban las víctimas a la cabeza.

Las armas arrojadizas en los últimos 90 días han sido múltiples, y prácticamente no ha habido semana sin una nueva polémica. Sucedió tras el acuerdo del PSOE con EH Bildu que incluía la derogación de la reforma laboral, pero también con la celebración de las marchas feministas del 8-M en los primeros compases del covid-19, los cambios introducidos en la cúpula de la Guardia Civil por el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, y la gestión de las residencias de mayores en la Comunidad de Madrid durante la pandemia. Cuestiones todas ellas que, según asegura el sociólogo Ander Gurrutxaga, provocan que "se pierda mucho tiempo sobre los aspectos sustanciales en los que tendría que pivotar la reconstrucción de la sociedad". Entre ellos cita la reconstrucción industrial y del sistema sanitario, la sostenibilidad, la dependencia, la incorporación de las "nuevas generaciones a la dinámica socioeconómica y sociopolítica" y el papel que desempeñará el Estado español en Europa "a la hora de diseñar el futuro".

La profesora de la Universidad de Deusto María Silvestre apunta directamente a los culpables y asegura que "quienes desvían la atención de lo realmente importante son quienes están haciendo del debate y de la oposición política un estado de crispación y confrontación". A juicio de la también directora del Deustobarómetro Social, la consecuencia de este ruido ambiental es que "no se puedan atender de manera más constructiva y consensuada las medidas necesarias para la reconstrucción tras la pandemia y que el sistema político pierda, si cabe, mayor legitimación y apoyo y se agrande la desafección".

El profesor de Ciencia Política Pablo Simón diferencia entre los diversos niveles de la administración y subraya que "mientras a nivel nacional la polarización y la crispación parece mayor, en el nivel local y autonómico existe una política mucho más de pactos entre diferentes partidos e instituciones". Añade que "la atención mediática se focaliza más en los componentes de conflicto", lo que contribuye a "tapar las críticas más de fondo o centradas en políticas públicas".

Crisis económica

Desafección ciudadana

El pico de tensión se produjo en el apogeo de la polémica por los cambios en la Guardia Civil. En el pleno del 27 de mayo, después de que el vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, acusara al PP de alentar una revuelta en el Cuerpo y advirtiera de que "nos estamos jugando la democracia", la portavoz popular en el Congreso, Cayetana Álvarez de Toledo, respondió con una salida de tono mayúscula y aseguró que el dirigente morado es "hijo de un terrorista". El líder de Unidas Podemos no se caracteriza por rehuir el cuerpo a cuerpo y al día siguiente afirmó en presencia del portavoz de Vox, Iván Espinosa de los Monteros, que a dicho partido "le gustaría dar un golpe de Estado pero no se atreve, porque para eso, además de desearlo y pedirlo, hay que atreverse".

Iglesias se pronunció en estos términos en la Comisión del Congreso para la Reconstrucción, lo que supuso extender el rifirrafe partidista a un foro dedicado al rearme social y económico tras la pandemia. Antes de que pasaran 24 horas, entonó el mea culpa por tapar las medidas adoptadas por el Gobierno contra el covid-19. Ander Gurrutxaga, catedrático de Sociología de la UPV/EHU, advierte de la "degradación de las instituciones, del debate político y de una pérdida de autoridad de quien en este momento debiera dotarse de más autoridad, las élites políticas". Ello obedece a que "las personas empiezan a tomar distancia porque consideran que no es el camino correcto, los temas no están bien enfocados y no podemos estar atendiendo a cuestiones que son tremendamente secundarias o quizá ni siquiera deberían existir".

Respecto a la intensidad de los exabruptos, María Silvestre coincide en que "ese lamentable espectáculo nos aleja de la política y provoca desafección". Además, beneficia sobre todo a Vox, con su lema de "cuanto peor, mejor". "Mejor -explica- para la propaganda de los discursos populistas de la extrema derecha que tienen más posibilidades de crecer si se desautorizan las instituciones y los partidos". Gurrutxaga se pregunta por qué para debatir "hay que insultar, maldecir y sacar los argumentos del tiesto, se pueden encadenar argumentos en contra de quien esté gobernando sin necesidad de bajar al barro". La consecuencia es, de nuevo, una "profunda deslegitimación del papel político y la falta de consideración de una profesión que en estos momentos tendría que recibir mucha mayor confianza por parte de la ciudadanía".

Pablo Simón, conocido por sus colaboraciones televisivas en programas de actualidad, pone el foco en una de las expresiones de este descontento popular, las protestas en descapotables contra la acción del Gobierno. Recuerda en primer lugar que también ha habido protestas contra los confinamientos en países como EE.UU. y Alemania, y que las mismas han estado impulsadas por los partidos "más de extrema derecha". Estas movilizaciones también han tenido un carácter "muy puntual", ya que "cuando Madrid pasó de fase, el nivel de polémica se rebajó". Parte de su protagonismo ha derivado además del "madrileñocentrismo de muchos medios de comunicación" y, al final, "no van a tener ningún impacto electoral". Todo lo contrario de lo que sucederá, vaticina, con las "movilizaciones que veremos en los próximos meses vinculadas con la economía".

Efectivamente, los expertos consultados coinciden en que las adversas previsiones económicas no van a repercutir de forma positiva en el actual clima político. "Desde luego no va a favorecer nada", sentencia Gurrutxaga sobre una situación "que han sufrido otros países y que habría que evitar". Simón añade que a la crisis económica habrá que sumar la judicialización con las querellas que están impulsando los familiares de las víctimas, mientras que la crisis sanitaria "no generará desgaste en ninguno de los concernidos".

A juicio del experto en análisis político, la crisis sanitaria "quedará en tablas desde una perspectiva estrictamente electoral" porque "cada cual va a tender a culpar al gobierno contrario respecto a la gestión de aspectos sanitarios con los que no está de acuerdo". Pone como ejemplo la polémica por la gestión de las residencias de mayores en Madrid, ya que "en general han sido bastante mal gestionadas, como en Catalunya, donde la UME tuvo que entrar a desinfectar muchas de ellas".

Pactos de estado

Pinza de PP y Vox

Las andanadas a la gestión de Moncloa están llegando sobre todo desde PP y Vox, en parte por su competencia electoral. "Los casi cuatro millones de votos de Vox en las últimas elecciones generales eran en gran parte votantes del PP", recuerda Gurrutxaga. Agrega que "están disputando franjas electorales muy similares" y que, con sus críticas, "lo único que hacen es ocultar su falta de respuestas. En el PP y Vox hay mucha irrelevancia e inanidad, y más allá de sus llamadas a grandes cuestiones, si lo analizas con frialdad no están diciendo nada".

María Silvestre destaca que "Vox es un partido de extrema derecha, populista, que cumple a la perfección con su papel: cuestionamiento sin fundamentación de las bases del sistema para erosionarlo". Por el contrario, el PP "trata de recuperar los votos que se han ido a Vox y para ello está radicalizando su discurso", lo que califica de "serio error porque solo puede competir con Vox siendo algo distinto y no tratando de rivalizar en el discurso".

Muy al contrario, Ciudadanos ha experimentado un volantazo desde los tiempos del liderazgo de Albert Rivera y ahora exhibe un perfil más posibilista, sumándose incluso a la nueva mayoría en el Congreso que ha aprobado las últimas prórrogas del estado de alarma. Silvestre interpreta que "tras el varapalo sufrido en las últimas elecciones y el cambio de liderazgo en el partido, parece haber optado por reconquistar el centro derecha que el PP ha abandonado, convirtiéndose en un partido bisagra necesario para alcanzar algunos acuerdos".

Respecto al papel de los partidos catalanes, Simón aprecia "diferentes estrategias" en función de si "son partidos relevantes o no para articular mayorías". Así, la CUP solo tiene una "finalidad de crítica al sistema"; JxCat "vota en contra pero sigue intentando readecuarse porque siempre había tenido un papel importante"; y ERC ha pasado de tener una "finalidad contestataria" a ser "mucho más central".

Respecto a la forma de contrarrestar este debate bronco, Silvestre aboga por "adoptar medidas racionales, comunicarlas de manera transparente y que cuenten con acuerdos mayoritarios o pactos de estado". Gurrutxaga concluye que los mandatarios "tienen que perseguir el silencio. El silencio no quiere decir que estés callado, sino que tienes claro cuáles son tus objetivos, el resto es ruido y perder el tiempo".