spaña Una, y no cincuenta y una", se rugía desde las filas postfranquistas en aquellos primeros 12 de Octubre de la transición. "España Una, Grande y Libre", fue el lema de los sublevados el 18 de julio del 36 y base de los principios del Movimiento. España es una "Unidad de Destino en lo Universal", según tesis indescifrable de Falange Española que apelaba a la unidad de España para recuperar "la esencia de aquel imperio que descubrió mundos desconocidos a los que llevó civilización, cultura y fe". A la unidad de España se apela en las performances de la ultraderecha matrimoniada con la derecha extrema en la madrileña Plaza de Colón, farándulas para las que vale cualquier pretexto, sean indultos a los soberanistas catalanes, o pactos de gobierno que no gustan a esas derechas.

La apelación a la unidad de España es viejo tic que pretende cortar de raíz cualquier tentación de repartir el poder históricamente concentrado en la capital del Estado, enardeciendo al personal mayoritariamente inculto a defender unos supuestos valores patrios más basados en la adrenalina, en la petulancia y en la fobia que en los argumentos. A ver quién es capaz de dotar de discernimiento a los energúmenos de la rojigualda con el toro de Osborne, o a Manolo el del Bombo, o a los bizarros que ponen los pelos de punta aullando por la unidad de una España amenazada ahora por los indultos a los golpistas (a los independentistas catalanes, claro, no a los de verdad), la España Una de la ignorancia, la España Una de la borregada, la España Una del Alcalde de Móstoles, la Guerra de la Independencia y Agustina de Aragón, la España Una del Movimiento Nacional. Explíqueles el editorialista del ABC a los iracundos vociferantes de la Plaza de Colón que están ahí porque "forman parte de una Historia extraordinaria e irrenunciable" y por ello estuvieron -¿están?- dispuestos a montar una guerra.

La apelación a la unidad de España se utiliza para imponer una visión uninacional de España, que ha sido causa de tensiones en la historia de este país. Fueron las estructuras de poder y sus intereses económicos y financieros las que activaron un golpe militar que con el argumento de defender la unidad de España impidieron las reformas necesarias para salir de un sistema caciquil y caduco. Sacralizada y bendecida por las armas la sacrosanta unidad de España perduró durante la dictadura y más allá, porque la supuestamente modélica transición pasó de puntillas por la llamada "cuestión territorial", una transición resultante de un enorme desequilibrio de fuerzas entre los herederos de los que ganaron la guerra civil y los herederos de los que la perdieron.

La Constitución estableció el Estado uninacional, la España Una acordada `fundamentalmente por la gran derecha (PP) y la gran izquierda (PSOE) que se suponía iba a garantizar el bipartidismo, el reparto sucesivo del poder económico y financiero garante del centralismo. Y así ha sido, hasta que la degeneración interna de los que se apropiaron a medias del poder provocó la aparición de nuevas opciones y el eclipse del bipartidismo. Pero se resisten. La derecha extrema y la ultraderecha, yuxtapuestas, recogen firmas y apelan al castigo impuesto por sus jueces. La izquierda histórica, sus barones, lanzan anatemas desde su retiro dorado de jarrones chinos para desautorizar a sus sucesores. Los míticos paladines de la transición se aferran a la España Una y maldicen los pactos -contra natura, según dicen-, que amenazan la perpetuidad de su reparto alternativo del poder central, que es para ellos poder de verdad. Por eso les aterroriza que afrontar de una vez por todas la cuestión territorial, la real y profunda descentralización de un país plurinacional, ponga en cuestión la España Una de la que tanto se han aprovechado.

Los míticos paladines de la transición se aferran a la España Una y maldicen los pactos que amenazan el reparto del poder central

La apelación a la unidad

de España se utiliza para imponer esa visión uninacional que tantas tensiones ha causado