El terremoto político que desde el jueves vive UPN no solo va a afectar al partido regionalista. La crisis desatada tras la insurrección de los diputados Sayas y Adanero contra su presidente, Javier Esparza, amenaza con expandirse a todo el espectro político de la derecha navarra, concentrado en la coalición Navarra Suma, cuya cohesión interna queda todavía más debilitada y su perspectiva de futuro prácticamente finiquitada a un año de las próximas elecciones forales.

Ahora mismo, la plataforma está formada por tres formaciones -UPN, PP y Ciudadanos- que han desempeñado un papel totalmente diferente en el debate de la reforma laboral.

Los posicionamientos políticos -y no digamos ya la votación- han sido un desfile de posturas contrarias de difícil encaje unas con otras: mientras que el PP votó en contra por defender la integridad del texto que aprobó Rajoy en 2012; Ciudadanos prestó su apoyo a Sánchez sin contraprestación alguna; y UPN, que validó en su día la reforma laboral del PP, planteó un sí al nuevo texto tras, presumiblemente, haber llegado a un acuerdo entre Esparza y Sánchez.

Con lo que no contaba Esparza era con que al día siguiente sus dos diputados en el Congreso iban a incumplir su orden por entender que era un balón de oxígeno a Sánchez a cambio de un pacto del que se desconoce casi todo.

Al final, la reforma salió de casualidad -por un error de un diputado del PP-, pero el recorrido ha sido tan traumático que la derecha navarra sale tocadísima. Y no solo por el espectáculo en sí, sino porque desde el mismo jueves Esparza tiene la mosca detrás de la oreja por si lo de Sayas y Adanero no hubiera sido una jugada instigada por el PP.

Un escenario caótico que está siguiendo con muchísimo interés Vox, al alza en las encuestas y encantado ante el espectáculo de ver cómo sus competidores directos se desangran en luchas internas. El partido de ultraderecha, que va a entrar con fuerza en las cortes de Castilla y León el próximo domingo, ve en la desintegración de Navarra Suma la posibilidad perfecta para abrir un hueco a la derecha de ese espacio y quién sabe si colocarse mejor de cara a las elecciones de 2023.

EL INCENDIO DE UPN

Obviamente, el mayor incendio lo vive UPN. La crisis interna es grave y no se va a cerrar tan pronto como quisiera Esparza, al margen de que esta misma semana se reunirá el comité de disciplina para comenzar los trámites de expulsión contra los diputados díscolos.

Pero hay una importante derivada de fondo: Esparza, desde el principio, ha deslizado la idea de que los diputados han actuado a las órdenes de alguien.

En una entrevista en Onda Cero a primera hora del viernes, Esparza ya se refirió a la votación como “jugada rara”. Es una forma de arrojar la sospecha sobre las intenciones de sus propios diputados que ha ido mucho más allá de las declaraciones. Porque el sábado, tras el Comité Político de UPN, admitió que tras la “jugada rara” habló con Pablo Casado, presidente del PP. “Él me ha dicho que el PP no ha participado, y no tengo más elementos para sospechar de las palabras de Casado”, aclaró.

Pero, en realidad, da un poco igual. Casado no iba a decirle otra cosa, y lo que el episodio revela es hasta qué punto las sensibilidades están a flor de piel. Así es difícil pensar que la alianza entre UPN y PP goza de buena salud.

Además, los intereses de Esparza van por otro lado: está preocupado por volver a recuperar la relación con el PSOE cuanto antes, porque es lo que él cree que le viene mejor de cara a volver al Gobierno de Navarra. La reforma laboral era, pensaba él, la ocasión perfecta para establecer una relación al más alto nivel con Moncloa: hoy por ti y mañana -tras las forales- por mí. Pero la operación fallida ha volado por los aires ese puente, que Sanz ha dejado claro que hay que reconstruir en un nuevo capítulo de la insostenible teoría del quesito.

Y, por si fuera poco, ahí está Ciudadanos, preocupado por su supervivencia y con una estrategia errática que no se sabe muy bien qué aporta ahora mismo al bloque de derechas en Navarra. Con todo, un panorama nada alentador para la derecha foral, que se vería a la baja en las encuestas y atomizada a un año de las elecciones. Y con Vox a las puertas.