Pamplona - Las personas condenadas a prisión por delitos de odio son más agresivas que las que han sido encarceladas por situaciones similares con otro móvil, presentan un estilo de pensamiento más orientado hacia lo externo y arrastran mayores problemas de conducta en la adolescencia. Así lo muestra un estudio encargado por la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias presentado esta semana por la investigadora Meritxell Pérez Ramírez en un curso de la UNED.

Pérez Ramírez, secretaria general de la Fundación para la Investigación Aplicada en Delincuencia y Seguridad, matizó que en este estudio aparecen representados los autores de los casos más graves por esta clase de delitos, entre los que se incluyen lesiones y homicidios. Estos, apuntó, presentan una mayor agresividad hacia las personas externas a su familia que los condenados por este tipo de delitos pero sin estar motivados por el odio a un colectivo determinado. “Ven a todo aquel que no forma parte de su familia como una amenaza”, explicó la experta.

En este perfil de presos existe además un estilo de pensamiento más orientado hacia lo externo. “Son personas muy orientadas hacia la acción que no se paran a analizar sus sentimientos”, explicó apuntando que, a pesar de esto, el estudio concluye que no presentan una mayor falta de empatía. “No debe interpretarse esto como que son empáticos, sino que son tan poco empáticos como el resto”, matizó. Debido a estos dos aspectos, apuntó Pérez Ramírez, aunque el control de las emociones es importante, la intervención debe ir más orientada a modificar sus conductas negativas. “Cómo le vas a pedir a alguien que no sabe lo que siente que se preocupe por cómo se puede sentir la víctima”, reflexionó.

Para ella, una de las conclusiones más importantes de esta investigación se encuentra en los problemas en la adolescencia que presentan los condenados por delitos de odio, y es que destacan por sufrir más alteraciones del comportamiento durante esta etapa temprana, así como problemas de conducta y comportamientos más antisociales. “En mi opinión, evitar que estos problemas vayan a más es más importante. La prevención en la adolescencia es clave, debemos atajar el problema cuanto antes, no tenemos que dejar que estos comportamientos terminen transformándose en un homicidio”, afirmó.

Curiosamente, señaló la investigadora, estos delincuentes no muestran más prejuicios explícitos que los otros presos. Sin embargo, comentó, sí destaca la asunción de mayores niveles de prejuicios sutiles. “Son frecuentes pensamientos como, por ejemplo, que es injusto que las personas extranjeras reciban más ayudas”, indicó apuntando que, en muchos casos, es frecuente que desprecien el bien ajeno al considerar que se lo están quitando bajo el razonamiento de que, si otros estuviesen peor, ellos estarían mejor.

En lo referente al nivel sociodemográfico, Pérez Ramírez apuntó a que existen grandes diferencias, con un menor nivel de estudios. Estas mayores dificultades se reproducen también en lo referente a su economía, ya que mientras que en el grupo de control el 60% tenía un nivel medio o alto, en el caso de los condenados por delitos de odio ninguno presentaba esta situación, con un 75% de ellos con un nivel económico insuficiente, no teniendo ningún ingreso un 25%. Una situación similar se muestra en referencia a su actividad laboral, con un 78% de ellos sin una estabilidad, una situación inversa a la que tenían los presos condenados por delitos similares. - L.H.