pamplona - Lejos de la idílica y blanca imagen impresa en los folletos de las agencias de viajes, las islas griegas esconden un auténtico horror. El antiguo centro militar de Moria, en Lesbos, se ha convertido ahora en campo de refugiados o, más bien, un campo de concentración moderno en el que muchos hubieran preferido morir en la guerra. La vitoriana Idoia Moreno, enfermera y coordinadora de la clínica pediátrica que Médicos Sin Fronteras (MSF) tiene en Moria, fue testigo durante siete meses de la barbarie que se vive en uno de los campos de refugiados con peores condiciones humanas.

¿Qué se encontró al llegar a Lesbos?

-He trabajado los últimos seis años en Angola, Mozambique, Congo, República Centroafricana... En definitiva, en unos de los sitios más heavies pero cuando me ofrecieron ir a Lesbos me lo tuve que pensar dos veces porque solo ver las imágenes de la televisión se me hacía muy duro. Finalmente sobrepasó todo lo que habíamos imaginado mis compañeros y yo. Somos gente que llevamos diez años dentro de MSF en los que nos ha tocado ver todo tipo de horrores, pero el sufrimiento y las condiciones de vidas de Lesbos es algo que no habíamos visto jamás. Actualmente hay 10.000 personas viviendo en un espacio que fue previsto para 2.500. Miles de familias duermen sobre la nieve en simples tiendas de campaña. Un senegalés de 24 años murió por congelación dentro de una de esas tiendas las pasadas Navidades, y es la Unión Europea (UE) quien está permitiendo y provocando que el frío mate a gente en Grecia.

A pesar de la falta de espacio, ¿la gente sigue llegando a Moria?

-Desde hace más de un año el ritmo de llegada es de 400-500 refugiados a la semana en el campo de Moria, sin tener en cuenta todos los que se ahogan por el camino. Tampoco hay que olvidar que la mitad de estas llegadas siempre son niños.

¿Cómo es la organización en el campo?

-Lo primero que quiero dejar claro es que no es un campo de refugiados. Lo que la UE está creando son literalmente campos de concentración. El campo de Moria, en principio, estaba afincado en un antiguo recinto militar vallado con capacidad para 2.500 personas. El problema de sobresaturación vino a raíz de firmar el contrato con Turquía: ahora todo el que entra en Lesbos tiene que quedarse hasta que se le apruebe el proceso de asilo. Ahora se ha expandido fuera de este campo militar y se ha convertido en una zona de acampada libre en la que solo hay un baño por cada 75 personas y una ducha por cada 100.

Por lo tanto, imagino que el estado de higiene y salud de estas familias irá acorde a la precariedad de las instalaciones.

-El 90% de las patologías que veíamos en la clínica pediátrica estaban directamente relacionadas con la falta total de higiene: infecciones en la piel, infecciones respiratorias, diarreas... pero lo que más nos alarmaba era el drástico aumento de los problemas de salud mental. En solo una semana tuve que coser las muñecas de dos adolescentes de 15 y 16 años que habían intentado cortarse las venas.

¿Qué es lo que les hace perder la esperanza?

-Por un lado están las condiciones inhumanas en las que viven y la total falta de dignidad, y por la otra, que el proceso de asilo está completamente roto. Actualmente hay gente que lleva tres años en Moria. En septiembre dieron la primera entrevista de asilo en año y medio y ese es solo el comienzo de un proceso que supone un mínimo de dos años más en Moria. Estamos hablando de gente que piensa que en el campo, por lo menos, van a obtener seguridad. Sin embargo, lo único que se encuentran al llegar es con un infierno y con una pérdida total de control de su vida sabiendo que en cualquier momento los pueden repatriar. Mucha gente me decía: “Venimos huyendo del horror de Siria y Afganistán y lo que encontramos en Moria es incluso peor”. Recuerdo a un hombre que, con su hijo en brazos, me dijo que si llegaba a saber lo que les esperaba en Europa hubiera preferido que los matase una bomba al igual que al resto de su familia.

¿Con cuánto personal médico se cuenta para tratar a esas 10.000 personas?

-El gobierno griego ha mandado a un solo médico. Esto se traduce en una ausencia total de asistencia sanitaria. En la práctica hay una ONG griega muy pequeña que funciona con dos médicos voluntarios, que obviamente tampoco llegan a esas 10.000 personas. Por eso en enero del año pasado se decidió abrir la clínica que coordinaba para acoger, al menos, a la población mas vulnerables como son los niños o las mujeres embarazadas.

Si la vida de alguien peligra, ¿cuál es el procedimiento para que consiga asistencia medica?

-Hay un hospital en la capital de Lesbos que está completamente colapsado. La isla tiene una población de 35.000 personas a la que se le suman 17.000 refugiados. En la clínica teníamos un listado de 45 niños con problemas médicos muy severos con certificado de los pediatras del hospital de Mitilene diciendo que tenían que ser trasladados a Atenas inmediatamente. Durante siete meses he hablado con el responsable de ACNUR -Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados-, que es el único responsable que puede sacar a gente de Lesbos, diciéndole que tengo pacientes que corren riesgo vital. La única respuesta que obtuve fue que no había sitio.

¿Cuál puede ser la solución?

-Aunque no estemos de acuerdo con que el proceso de asilo vaya a durar dos o tres años, lo aceptaremos mientras se aseguren unas condiciones de vida dignas para estas personas, porque este sufrimiento tiene nombres y apellidos. Los mandatarios de la UE son los únicos responsables y causantes de esta situación. Tenemos que recordar que los refugiados son gente que viene huyendo de guerras brutales donde les están ejecutando, bombardeando y violando, y que venir a Europa es su única opción para seguir con vida.