La huelga feminista del pasado 8 de marzo arrasó. La cuarta ola del feminismo nos llevó a millones de mujeres en todo el mundo a parar. Fue una huelga laboral, educativa y de consumo. De lucha contra las violencias machistas y para terminar con los feminicidios. Para erradicar la LGTBifobia, cuya raíz proviene también del machismo. No obstante, fue la primera vez que se planteaba una Huelga de cuidados: una jornada completa en la que las mujeres* dejaban de ponerse sobre sus espaldas todas esas tareas que hacen posible que la vida sea vida, para trasladarlas a los hombres. Atender a las personas más mayores, a las más pequeñas. Acompañar en los hospitales con las personas enfermas. Lavar la ropa, planchar, cocinar, remendar. Planificar cómo va a ser posible el día a día en los hogares y fuera de ellos. Muchos hombres, por fin, comenzaron a vislumbrar todo aquello de lo que el feminismo llevaba mucho tiempo ya hablando.

Fue un día histórico. Especialmente por la inmensidad de los interrogantes que se nos abrieron. Cuál es la situación de las empleadas de hogar y qué ocurre con las internas que están 24/7 dedicadas a todas esas tareas esenciales. Tenemos que plantearnos si las mujeres que tienen contratos más precarios ni tan siquiera pueden ejercer un derecho básico como el derecho a la huelga. Muchas de ellas no pudieron acompañarnos sin jugarse su puesto de trabajo o su sustento. Algunas caminaron con nosotras solamente durante la manifestación. Sin embargo, no nos olvidamos de ellas. Porque sin ellas el movimiento feminista estaría incompleto. Somos conscientes de que el problema de fondo es el sistema social, capitalista y patriarcal. Jerárquico y violento, que persigue la dominación frente a la cooperación. Al que le interesa que existan desigualdades por sexo, género, capacidad económica, raza, origen o con discapacidades. Este nuevo 8 de marzo está cargado si cabe de más motivos por los que ir a la Huelga. Este pasado mes de febrero se hicieron públicos unos datos impactantes (Estudio del Observatorio Noctámbul@s de la Fundación Salud y Comunidad): el 97% de las mujeres del Estado español han soportado violencia verbal por parte de hombres, un 86% ha recibido insistencias ante sus negativas, un 81% ha padecido tocamientos no consentidos, un 44% se ha visto acorraladas y un 22% ha sido violada, en contextos de ocio nocturno. Estos datos son brutales. No podemos mirar para otro lado, ni callar cuando las violencias machistas tienen lugar. Nadie puede ser cómplice de todo ello, porque buscamos vivir en sociedades democráticas e igualitarias donde los derechos de todas las personas sean una realidad. Por otro lado, parece evidente que simbólicamente el panorama ha cambiado mucho. Quizás despacio pero se están moviendo cuestiones que pertenecían a lo tectónico, a lo profundo de nuestra cultura social. Precisamente, esto ha sido uno de los motivos por el que ha resurgido la ultraderecha en el Estado español. Hemos tocado hueso. Los privilegiados no quieren permitir que el Feminismo acabe con su estatus y conquiste una sociedad en la que todas y todos tengamos los mismos derechos. A la parte privilegiada no le interesa la justicia social. Como llevamos viendo desde hace unos cuantos meses, no van a tener reparos en ser sacar su lado más violento, agresivo y tirano. El fantasma de la ultraderecha está hoy de cuerpo presente en todas sus variantes (racistas, machistas, ultranacionalistas). Ahora han puesto su mira en nosotras, las mujeres, que hemos dicho basta. Algo intolerable para ellos. A pesar de las tesis de esta corriente reaccionaria, las condiciones materiales de miles de mujeres no han mejorado prácticamente nada de un año a esta parte. Según un informe de CCOO que se hizo público el 26 de febrero, Navarra es la segunda Comunidad donde la brecha salarial entre hombres y mujeres es mayor: cobramos un 28% menos. Por poner otro ejemplo, según datos del SEPE, en Pamplona más 12.000 mujeres son contratadas como “personal e limpieza de oficinas, hoteles, etc.”. Frente a los más de once mil hombres que trabajan como “peones de las industrias manufactureras”. Los siguientes puestos en la lista según la variable sexo mujer están dedicados mayoritariamente a cuidados auxiliares y no especializados. Cuando llegamos al apartado “empleados domésticos” (nótese que todo el texto del informe está escrito en lenguaje sexista), solo encontramos un par de miles de mujeres contratadas. Parecen claras las limitaciones de los datos, que no contemplan la totalidad del empleo sumergido y su explotación consecuente. Los sueldos escasos, las jornadas demasiado largas, los contratos precarios son una realidad en nuestra ciudad. Este es otro motivo para hacer huelga: la riqueza ha de ser repartida. Por todo ello, esta próxima jornada de Huelga Feminista es todavía más importante que la del año pasado. Es muy importante no pensar de manera individual, porque esta lucha no lo es. Es muy posible que escuchemos mensajes abarrotados de individualidad, de tristeza. El reto que tenemos por delante es, precisamente, hacernos fuertes ante todo ello. Y esto sólo lo lograremos unidas: tirar de nuestras hermanas, madres, tías, primas, amigas. Al fin y al cabo, compañeras con las que hemos de cambiar este mundo injusto. Y los hombres, de nuevo, deben apoyarnos desde una segunda fila, haciéndose cargo de los cuidados y de su propio entorno. Acompañando el liderazgo de las mujeres. De esta manera, daremos un paso decisivo hacia sociedad en que la vida merezca la pena ser vivida. Mujeres: personas leída como mujeres, donde se engloban también a las mujeres trans. Mi intención es que cuando hablo en el texto de mujeres también se incorpore este matiz importante.

Concejala de Aranzadi Iruñea denon artean-Pamplona