Aquel domingo Arantza Irazabal esperaba a su marido Alberto Azurmendi en casa de sus padres con la comida preparada. Eran las dos y media del mediodía y hacía rato que Alberto debería de estar en casa. Un grupo de personas concentradas frente a la vivienda terminó por confirmar las sospechas de Arantza de que algo no iba bien. Se decidió a bajar a la calle y en un rellano una vecina le paró y le contó la trágica noticia: Alberto ha muerto.

Alberto Azurmendi y Jokin Artajo perdieron la vida el 6 de abril de 1969 cuando estalló el explosivo que manejaban y que pretendían usar contra monumentos franquistas. Eran miembros de Eusko Bazterra, la sección juvenil de Amigos del País, y junto a otros 250 jóvenes comenzaron a realizar actividades culturales y sociales en Navarra enfocadas a la recuperación de la cultura vasca que había sido pisoteada durante décadas de franquismo.

Paralelamente, algunos de esos jóvenes se incorporaron a las acciones clandestinas de EGI (juventudes del PNV), que iban en la línea de la reivindicación y el boikot al aparato franquista. Entre sus acciones más destacadas están la colocación de ikurriñas en los Andes, en peñascos o torres de iglesias o el sabotaje a la Vuelta Ciclista de 1968, que fue suspendida tras hacer explotar una bomba. Uno de estos artefactos eran los que manejaban Jokin y Alberto y que estalló cuando lo manipulaban, unos explosivos que, tal y como recuerdan sus familiares y amigos y en contra de lo que muchas veces se ha contado, únicamente eran usados para atentar contra monumentos o mobiliario público. Ahora, sus compañeros de Eusko Bazterra y familiares quieren rendirles homenaje el próximo 6 de abril cuando se cumplen 50 años de su fallecimiento. “Lo que queremos ahora es que no se olvide todo lo que luchamos, desde la humildad, pero para mantener viva la memoria de que fuimos referentes en la lucha por la liberación de nuestro pueblo”, destaca María Luisa Mangado.

Aquel trágico suceso provocó una fuerte conmoción entre los miembros de Eusko Bazterra y la peor parte se la llevaron cinco de sus compañeros que fueron detenidos, su mujer Arantza y otros cuatro obligados a cruzar la muga. “A los dos días de su muerte me llevaron a declarar, me interrogaron durante varias horas pero yo les decía que no sabía nada. Tuve que volver a ir a comisaría durante bastantes días, me lo hicieron pasar realmente mal”, recuerda Arantza. Además, también relata que los meses posteriores estuvo constantemente vigilada y seguida: “Yo notaba que la Policía franquista me seguía por la calle y me controlaba todo lo que hacía, fueron momentos muy duros”.

Uno de los que fueron detenidos por las fuerzas militares fue Txomin Arazuri, quien todavía se lamenta porque tras la muerte de sus compañeros, no pudo tener duelo. “Estuvimos cuatro días en los calabozos, con un trato malísimo. Al final nos obligaron a firmar la declaración que ellos nos escribieron”, apunta. Tras ello, fueron juzgados en un consejo de guerra en el que se enfrentaron a penas de muerte. Finalmente fueron condenados a 12 años de prisión, de los cuales cumplieron siete antes de que se beneficiasen del indulto Matesa.

los inicios Eusko Bazterra se fundó en 1967 y su actividad cesó tras la muerte de Alberto y Jokin. Tan solo fueron dos años los que estuvo activa, pero sus actividades fueron la semilla que impulsó la eclosión del sentimiento y de la cultura vasca así como de la resistencia antifranquista.

Ya desde mediados de los años 60 varios grupos de chicos y chicas comenzaban a participar y a fomentar actividades como kalejiras de Olentzero, Baztandarren Biltzarra, concursos de bertsolaris e incluso acudían, de manera clandestina, a misas en euskera. “La única eucaristía que se ofrecía en euskera era en la calle Salsipuedes, muchos íbamos sin entender nada pero era casi un acto revolucionario. Allí había una monja muy afín a nosotros, que incluso nos dio cobijo cuando fuimos víctimas de represión”, recuerda Txomin. Así, siendo conscientes de la necesidad de articular todo ese anhelo cultural, nacía en 1967 Eusko Bazterra como entidad juvenil al amparo de la sociedad Amigos del País.

La mayoría de jóvenes, de entre 16 y 24 años, procedían de clubs de montaña (Irrintzi, Donibane, Goiti Begira...) aunque también había estudiantes y grupos de dantzaris y txistularis. Una de las primeras actividades que impulsaron fueron clases de euskera y, sobre todo, de historia del pueblo vasco. “Empezamos a reunirnos en un bar de la calle Olite donde dos o tres personas nos daban clases sobre nuestra historia, entre ellos Bixente Serrano. En la escuela nos habían enseñado muchas cosas sobre la historia de España, pero no sabíamos nada de la nuestra”, señala María Luisa. Asimismo, en el ámbito social también desarrollaron actividades como acudir al hospital infantil a cantar canciones a los niños enfermos.

De manera paralela a estas actividades, más o menos permitidas, Eusko Bazterra efectuó diversas acciones clandestinas. “Como muchos éramos montañeros, la primera fue escalar el Monumento a los Fueros y lo llenamos de flores como acto reivindicativo”, recuerda Juan Mari Feliú, quien también añade que se boicoteó el acto de apertura de la Universidad de Navarra. Al mismo tiempo, este movimiento juvenil hizo frente al oscurantismo en el que el franquismo había sumido a las mujeres. “Para nosotras supuso una ruptura, empezamos a ser participes de actividades y a ser conscientes de que teníamos los mismos derechos que los hombres”, manifiesta María Luisa.

resurgir de la juventud Todo aquello supuso el resurgir de la juventud de aquellos años que destacó por su solidaridad contra la represión de los últimos años de la dictadura y por la cooperación entre diferentes asociaciones. “Colaboramos mucho con Betigazte, de Donostia, impulsando actividades conjuntas de enseñanza de euskera, cine, charlas o coros”, explica Xabier Argaitz.

Toda esa eclosión dio lugar al renacimiento de la cultura vasca, con la nueva canción vasca con Labegerie, Estitxu o Lourdes Iriondo, entre otros; así como el surgimiento de nuevos artistas plásticos como Oteiza, Txillida o Basterretxea.

El movimiento juvenil se encontraba en auge cuando murieron Alberto y Jokin y fueron detenidos y encarcelados cinco de sus compañeros. Tras ello, la sociedad Amigos del País expulsó a Eusko Bazterra, desvinculándose de ellos por completo. “Nuestra actividad le traía problemas. Además, tuvimos sospechas de que pasaron información de la lista de miembros a la Policía”, señala Juan Mari. Después de aquello, cada uno volvió a sus asociaciones de origen tras dos años de intensa y fructífera actividad en favor de la cultura vasca y contra la represión franquista.

Sábado 6 de abril. El próximo sábado 6 de abril, compañeros y familiares de Alberto Azurmendi y Jokin Artajo rendirán homenaje a los dos miembros de Eusko Bazterra con motivo del 50º aniversario de su muerte. En concreto, realizarán una concentración en la calle Mercaderes de Pamplona a las 12.30 horas y, posteriormente, se trasladarán al cementerio, donde a las 13.00 horas realizarán otro acto de homenaje en las tumbas de los dos navarros.

Recuperar la memoria. En la actualidad, Eusko Bazterra continua siendo una asociación activa pero abierta y sin afiliación. Los motivos por los que se creó fue para recuperar la cultura vasca en un contexto de fuerte represión y, ahora, su objetivo es el mantenimiento de la memoria de todos los que lucharon por su causa y, en especial, de quienes perdieron la vida en ello. “No solo reivindicamos la memoria de los que fueron parte de Eusko Bazterra, también de muchas personas que colaboraron con nosotros de una u otra manera”, señala María Luisa Mangado. En este sentido, destaca la “excepcional” labor de las hermanas Ziga, hijas del pintor Javier Ziga, que abrieron las puertas a todos aquellos que escapaban de la represión. “Ellas han sido verdaderas ocultadas y desde Eusko Bazterra les queremos mostrar todo nuestro agradecimiento”, apunta.