Pamplona - España, desde el punto de vista de la movilidad social, presenta una combinación de “suelos pegajosos” y “techos pegajosos”, o lo que es lo mismo: la persistencia, a lo largo de los años, de un sector social que percibe bajos ingresos frente a otro de altos salarios. De esta forma, la movilidad es mayor para quienes se encuentran en la clase media, dado que puede ascender o descender, pero este país es, junto con Grecia, el de mayor riesgo de la OCDE para que los hogares de ingresos medios caigan a bajos (uno de cada siete). Así se recoge en el libro Estratificación y movilidad social, escrito por Teodoro Hernández de Frutos, investigador de la UPNA. En él analiza “las desigualdades básicas”, abordando las cuestiones consideradas como “el núcleo duro de la sociología: la estratificación de las clases sociales, del estatus, del poder, del género, de las edades, de las razas, de las etnias, de las castas y de las migraciones, junto al problema inacabado de esta disciplina: la movilidad social”, según el autor. A juicio de este investigador, “quizá los dos segmentos más importantes en nuestros días, sin minusvalorar el resto, de la estructura social sean la posición de la mujer, cuya incorporación al mundo del trabajo es considerada como el fenómeno más importante acaecido en el siglo XX, y los diferentes grados de apertura que presentan las respectivas sociedades en lo que se conoce como movilidad social, que ha provocado que a algunos países se les denomine como tierra de oportunidades y a otros como sistema de castas”. Esa movilidad social, que también es conocida como igualdad de oportunidades y metafóricamente actúa como un conjunto de escaleras mecánicas, puede acarrear “importantes consecuencias para una sociedad”. “Primera y principal, la falta de movilidad social puede afectar las bases del crecimiento económico -afirma Teodoro Hernández de Frutos-. La falta de movilidad ascendente significa que muchos talentos potenciales pueden desarrollarse de manera deficiente. También, que muchas oportunidades de inversión y empresas potenciales no verán nunca la luz. Esto socava la productividad y el potencial del crecimiento económico. En el extremo opuesto, la falta de movilidad hacia arriba puede traducirse en rentas persistentes para unos pocos a costa de muchos, debido a la desigualdad en el acceso a las oportunidades educativas o económicas. Un acaparamiento de oportunidades es malo para la sociedad e incurre en costes de alta eficiencia”. A ello se suma que las perspectivas de movilidad ascendente tienen “una influencia positiva sobre la satisfacción con la vida y sobre el bienestar y también graves consecuencias sociales y políticas, porque la percepción de igualdad de oportunidades puede reducir la probabilidad de conflictos sociales”. Así, se constata un 46,6% de movilidad ascendente entre el origen ocupacional de los padres y el destino laboral del hijo; un 27,8% de inmovilidad, y un 25,5% de movilidad descendente. Para que el descendiente de una familia situada en el escalón del 20% con menos recursos llegue a un nivel de vida medio, hacen falta, de media, cuatro generaciones, frente al 4,5 de media en la OCDE. “Es un ascensor social más lento que el de países como Dinamarca, donde se necesitan dos generaciones, y Suecia, Finlandia y Noruega, donde solo se tardan tres en llegar a clase media, pero menos largo que Francia o Alemania”. - D.N.