Leandra no quiere encerrarse en una habitación, tampoco limitar su día a día a las paredes de una residencia, ni dejar de respirar el aire de la calle. Tiene 90 años y reclama su derecho a vivir la nueva normalidad "como todos los demás". Leandra Burgui Ongay es una de las 60 residentes de La Milagrosa, el centro asistencial de Olite que rechaza echar el cierre y aislar a sus ancianos. "Es una situación complicada, nos hemos enfrentado a las dudas sobre cómo plantear la nueva etapa de la pandemia y al final hemos optado por abrir" apunta Sara Blasco, directora del centro desde hace 12 años, quien considera esencial "priorizar el derecho a la libertad de movimiento de los residentes". La Milagrosa no se blinda, decisión que agradecen los habitantes y sus familiares.

"Necesitan salir, ver a sus seres queridos y no estar solos", esgrime Javier Claveria Burgui, hijo de Leandra. Desde que se reanudaron las visitas, los residentes "están más contentos" y pasan los días con "una actitud más positiva". "Yo me siento muy segura, necesito salir porque estoy más animada y se me hace todo mucho más fácil", argumenta la propia Leandra, que vivió lo más duro de la pandemia cuando solo llevaba cinco meses en la residencia, a la que llegó el pasado mes de octubre. "Desde el momento en el que ya pudimos venir notamos un cambio en ella", explica su hijo y recuerda los días de encierro en los que a Leandra "se le notaba triste y apagada durante llamadas". "Nosotros estamos muy tranquilos, sentimos que hay mucha seguridad", recalca. El centro ha instaurado un sistema de visitas con cita previa, para evitar que los familiares se amontonen y se junten en la residencia, a la que entran previa medición de la temperatura, higienización y solo si no han estado en contacto con gente que tenga síntomas.

"Apostamos por la capacidad de decisión de las personas a la hora de afrontar su vida en la residencia, y más ahora que han estado confinados durante meses", explica su directora Sara Blasco. La Milagrosa apuesta por mantener firme el proyecto asistencial de atención integral centrada en la persona, con las medidas de prevención y atendiendo a cada caso individual en función de los riesgos que se puedan presentar para cada residente.

"Aunque conocemos el debate entre abrir o cerrar, entendemos que no debería haberse producido", recalca Raquel Lacabe, trabajadora social en la residencia, quien pone por delante "los principios éticos a la hora de cuidar y proporcionar bienestar a las personas". Tanto la directora como la trabajadora social coinciden en que no se les debe encerrar "porque las consecuencias emocionales y psicológicas pueden ser más perjudiciales que el propio virus".

"Tienen derecho a una información de calidad en lo que se refiere al lugar en el que viven y los riesgos que conlleva la enfermedad, y también tienen derecho a la libertad de movimiento y a decidir ellos mismos si quieren salir o no", expone Lacabe. La Milagrosa, que no tuvo ningún caso de covid durante el estado de alarma, ha impuesto un sistema de detección precoz, basada en las medidas preventivas y en el que trabajo en coordinación con los departamentos de salud y derechos sociales. El centro equipara la atención sanitaria a la social, atendiendo "con mimo" a los residentes en el lugar, que es su casa. El equipo de profesionales del centro decidió fomentar tertulias entre las personas mayores, para que ellas mismas hablasen sobre su percepción del virus, sus miedos y sus querencias. Durante las charlas los ancianos expresaron cómo querían vivir la nueva normalidad y dejaron claro que querían poder retomar sus hábitos con las mismas normas que el resto de la sociedad, y no con mas cortapisas que nadie.

Desde el centro consideran que la implantación del modelo de atención centrada en la persona es fundamental para afrontar la nueva realidad. "El covid ha evidenciado la necesidad de individualizar los cuidados", asevera Beatriz Lacabe, secretaria técnica de Lares Navarra, asociación de ancianos de la que forma parte La Milagrosa de Olite. De igual forma, ahonda en la necesidad de crear unidades aisladas de convivencia, espacios más reducidos en los que cohabiten un menor número de residentes. Este plan, que en el centro olitense ya se está llevando a cabo, era una idea previa al covid, aunque la pandemia ha hecho más evidente la necesidad de instaurarlo.

"Los residentes tienen derecho a la libertad de movimiento y a decidir si quieren salir o no"

Trabajadora social