El catedrático de Salud Pública de la Universidad de Navarra Miguel Ángel Martínez González acaba de publicar, junto a su hermano Julio -médico internista en el Hospital Regional Universitario de Málaga-, La sanidad en llamas; una crónica de aquellos primeros días de la llegada del coronavirus y una denuncia de todo lo que se gestionó mal.

Como explica este epidemiólogo, “cuando nos ponen en la lista negra de países que peor han gestionado la pandemia no sólo tienen en cuenta cuántas personas se han infectado y cuántas han muerto, sino también cuántos sanitarios se han contagiado y cómo ha bajado la economía”. A su juicio, “todo esto hubiera requerido unas medidas de microcirugía, de ir con más lupa, y desde luego, de ganarse la admiración y el prestigio de la población no por hacerse propaganda, sino por realidades, por estar a pie de calle, próximo a la gente, por haberse sabido sacrificar uno y haber rectificado cuando se equivoca”.

Este libro, además, pretende ser “un homenaje a tantas víctimas que se han ocultado de alguna manera, que no se han puesto delante de los ojos a la población”. Precisamente ahora, que nos podemos quitar la mascarilla en exteriores, este experto recuerda que “solo tenemos un poco más del 30% de las personas de este país con la pauta completa de vacunación, y eso es muy poco. Si se suma los que están inmunes porque se han contagiado, tenemos un 50% de la población susceptible ahora mismo. Entonces, hay muchos que son vectores de esa transmisión sin darse cuenta, porque son asintomáticos, y el riesgo sigue existiendo”. Por ello, recalca la importancia de la vacunación. En interiores, sostiene que hay que mantener rigurosamente “la distancia, mascarilla y lavado de manos y en exteriores, o bien hay mucha distancia, por lo menos dos metros, o bien seguir llevando la mascarilla”.

Tras señalar que la “falsa sensación de seguridad es un fenómeno muy conocido en salud pública que se llama compensación de riesgos”, advierte de un posible repunte de la epidemia. “La complacencia y el triunfalismo es lo que yo temo en estos momentos que va a pasar en este país, y son peligrosísimos”, afirma.

Es su tercer libro en tres años. ¿Le ha cogido gusto a la escritura?

-No es por gusto. No es que me desagrade, pero creo que es una obligación ética de los profesionales de la Medicina Preventiva y Salud Pública difundir estos conocimientos para que lleguen a la población general.

¿Por qué decide hacer este libro junto a su hermano Julio?

-Por tres razones: primero, porque los de Epidemiología, Salud Pública, etc, podemos estar un poco desconectados del día a día de la medicina y Julio me daba la visión de estar a pie de cama del paciente. En segundo lugar, porque creo que él es una persona que ha sufrido mucho con todo esto, que ha tenido que padecer las deficiencias de una mala gestión a niveles altos y había que contar esto también desde el homenaje que queremos hacer en el libro a los profesionales sanitarios. En tercer lugar, porque es una persona de la UGT que defiende desde su posición sindical los intereses, las reivindicaciones de los trabajadores en el sistema nacional de salud público, y creo que esto se combina muy bien con la perspectiva que yo pueda tener, que trabajo en una institución privada.

En su libro, señalan que “España ostentó demasiadas veces el bochornoso título de ser el país más afectado del mundo y donde peor se gestionaba la pandemia. Casi siempre los intereses políticos primaron sobre la ciencia y, al final, la sanidad acabó en llamas”. ¿En qué momentos se primó la política?

-Ha habido muchos momentos. El arco de tiempo que nosotros cubrimos en el libro es desde febrero a diciembre de 2020 y ahí hubo muchas ocasiones donde se primaba -esto cualquier observador inteligente lo puede apreciar- el afán de hacerse propaganda desde el Gobierno, de dar la imagen a la población de que todo está controlado, de que no pasa nada, de que hemos hecho bien nuestros deberes y esto ha sido funesto.

Póngame ejemplos concretos.

-Cuando se le dio prioridad a que se celebrasen los eventos del 7 y 8 de marzo, especialmente en Madrid, con esa manifestación donde todo el mundo iba gritando, personas al lado de otras soltando muchas gotitas, cuando ya se sabía que había una transmisión comunitaria muy elevada, que ya se estaba perdiendo la oportunidad de la contención y ya solo nos quedaba el recurso de la mitigación... Esto fue altamente imprudente, pero había una ideología detrás y había una suscripción por parte del Gobierno a esa ideología. También a final de mayo, cuando se afirmó rotundamente que este virus ya lo hemos derrotado todos juntos, y entonces hicieron unas proclamas muy triunfalistas exentas de cualquier autocrítica y esto propició una segunda oleada terrible. Lo mismo pasó en diciembre. Entonces, escribí un artículo poco antes del día de Navidad donde decía miren lo que ha pasado en Acción de gracias en Estados Unidos, que es solo un fin de semana, y nuestras Navidades son mucho más largas. Va a venir una tercera ola terrible y, efectivamente, vino en enero-febrero.

Unas olas que se han llevado muchísimas vidas por delante.

-No son números. Hay que mirar con mucho cariño, con mucho amor, a cada persona que ha fallecido, a su familia, a cada profesional sanitario que por desempeñar su tarea se ha contagiado. Tenemos un récord de profesionales sanitarios contagiados y, después, cuando se escriba la historia de 2020-2021 de nuestro país, se verá la locura que fue organizar cuatro campañas electorales -Catalunya, Madrid, la CAV y Galicia- en plena pandemia donde han muerto 125.000 personas, porque cada campaña supone que cada uno piense sobre todo en ganar unas elecciones y no en resolver los problemas de la sociedad en su momento. Tenían que haberse puesto de acuerdo todos los políticos para, durante año y medio, aparcar sus diferencias y ponerse todos juntos a trabajar hombro con hombro para resolver problemas muy graves que tiene la población, que tienen los sanitarios, que tiene el sistema nacional de salud, que está en compromiso y está en llamas. En vez de dedicarse a ser bomberos para apagar esto y a poner los extintores en marcha, se dedican a pelearse unos con otros por intereses electorales.

¿Cómo debemos afrontar este verano que acaba de comenzar?

-No hace falta ponerse mascarilla en una playa que esté más o menos desierta y en la que uno esté lejos de la gente o cuando uno va al monte, pero mientras estemos en sitios concurridos, cerrados, hay que seguir llevándola, hay que seguir lavándose las manos bastantes veces al día, hay que mantener la distancia y hay que ser muy prudentes y, desde luego, hacer el esfuerzo, que mucha gente le costará mucho y desistirán de hacerlo, de vacunarse cuando a uno le toca y seguir la pauta de vacunación que se le haya establecido, aunque uno tenga que hacer un viaje ex profeso solo con ese motivo. Porque claro, mucha gente se habrá desplazado a otras comunidades, habrá menos personal sanitario disponible para vacunar, porque las enfermeras y los enfermeros se tienen que tomar vacaciones, y entonces hay que colaborar con la vacunación porque, cuanto más se tarde en vacunar a ese porcentaje altísimo de la población que se tiene que vacunar, más fácil es que siga circulando el virus y se produzcan más variantes. La variante delta de la india ya tiene transmisión comunitaria y puede en un mes o dos convertirse en la mayoritaria, y es mucho más contagiosa. La vacuna la contiene, pero hay que tener la pauta completa. Hay que completar la pauta de vacunación y hay que extremar la prudencia en este verano, porque el verano pasado parecía que todo estaba ya resuelto, sobre todo en estas fechas, en junio, pero hubo muchas fiestas en discotecas, las cuales reúnen todas las condiciones para tener la máxima transmisión. De hecho, tienen todos los ingredientes para ser un mecanismo transmisor en este verano que puede ser altamente peligroso.

En el libro denuncian la mala gestión de la crisis sanitaria de la covid-19. ¿Qué nota le pondría a la gestión que se ha hecho en Navarra?

-Dentro de las comunidades autónomas, yo creo que ha sido la mejor. La mejor de las comunidades autónomas en cuanto a todo lo que es una actividad básica, humilde, tediosa, pero muy eficaz, que es toda la identificación con test adecuados a todos los que son sospechosos, buscando a sus contactos y haciendo un rastreo de cada contacto aislando los que son positivos; todo esto se ha hecho de una manera bastante más esmerada en Navarra que en otras comunidades. Eso a veces te puntúa mal el hacerlo bien, porque si buscas muchos contactos y lo vas haciendo atinadamente y meticulosamente con muchas horas de dedicación de muchas personas efectivamente vas a tener muchos positivos en las PCR. Pero eso no significa que se haya hecho mal el trabajo de epidemiología, sino precisamente que se ha hecho bien. Por eso hay que complementar todo esto con la mortalidad, con la ocupación de UCI, con todos esos indicadores en los que Navarra no ha puntuado tan mal. Lo que ha puntuado realmente mal han sido precisamente los casos por 100.000 habitantes de los últimos 14 días y eso depende mucho de que se haga bien el rastreo de contactos.

Entonces, ¿a su juicio es la que mejor ha gestionado la crisis?

-Yo pienso que sí. El trabajo que se ha hecho desde el Instituto de Salud Pública ha sido muy bueno; otra cosa es que se hayan tomado decisiones que han lesionado mucho la economía y que a veces tendrían que haber sido más de microcirugía. No se pueden hacer medidas así muy generales de cerrar toda la hostelería cuando desde el Gobierno de Navarra se tenían que haber hecho medidas más intensivas de educación a la población y de sectorizar más. Quizá en eso Madrid lo hizo mejor, por zona básica de salud. Ir más a esa microcirugía, es decir, dónde tenemos realmente un foco y dónde hay que cerrar; no cerrarlo generalizadamente porque esto ha producido mucha pérdida, y también el paro y el hambre acaban matando a la gente. Hubiese sido mejor no lesionar tanto la economía.

Sostienen en el libro que hay que asumir que en los próximos diez años “algo como esto va a volver a pasar”. Como sociedad, ¿qué debemos hacer para prepararnos?

-Está claro que desde los gobiernos hay que destinar muchos más recursos a las actividades de prevención de enfermedades, salud pública y Atención Primaria. En España se ha ido reduciendo la aportación a las actividades de medicina preventiva y salud pública en el sistema nacional de salud y también se ha debilitado mucho la atención primaria, especialmente desde la crisis económica de 2008. Después hay que hacer un plan de preparación de pandemias desde el Gobierno y dotarlo de buenos recursos, o sea que a golpe de un botón, si surge otra pandemia, se pueda convocar a montones de rastreadores de contactos, movilizando por ejemplo a los estudiantes de los últimos cursos de Medicina de todo el país para que se dediquen a rastrear contactos; que se pueda contar con los recursos de la sanidad privada, que son muchos, para ponerlos a disposición de la salud pública; que se puedan movilizar también todas las capacidades de tecnología médica de todos los sectores (institutos de investigación, como el CIMA u otros, industria farmacéutica o facultades de Medicina y Farmacia) para producir PCR, vacunas... Tendrían que haberles pedido que colaborasen a muchas instituciones y haber contado con ellas.

Y cada persona individualmente, ¿qué puede hacer para protegerse?

-En un capítulo hablamos de que la alimentación es muy importante y nadie está hablando de ella. No solo lo decimos en el libro, sino en revistas científicas, cómo una dieta de alta calidad, como es el patrón de la dieta mediterránea, protege de infectarse por coronavirus. Después, hay que combatir la obesidad. Las personas con obesidad tienen mucho más riesgo de infectarse, de tener complicaciones, de ser ingresadas en UCI y de fallecer por el coronavirus; y, por eso, hay que controlar toda esa pandemia que tenemos, que ha ido en paralelo, mucho más lenta, pero que está aquí para quedarse, como es la obesidad y todas sus consecuencias: las enfermedades cardiovasculares, la diabetes, la hipertensión... Para eso, es fundamental tener, no solo una dieta mediterránea -que la gente en España se cree que la sigue y no la sigue nadie-, sino también ser físicamente activos y evitar adicciones, como el tabaco, la bebida en atracón o las drogas. Todas estas medidas de estilo de vida dejan nuestro organismo mucho mejor preparado para resistir infecciones.

“En muchas ocasiones se ha dado prioridad a los intereses ideológicos o políticos sobre los de la salud pública”

“Cuando se escriba la historia, se verá la locura que fue organizar cuatro campañas electorales en plena pandemia con 125.000 muertos”“Dentro de las comunidades autónomas, creo que Navarra ha sido la que mejor ha gestionado la crisis sanitaria”

“El trabajo de Salud Pública ha sido muy bueno; otra cosa es que se hayan tomado decisiones que han lesionado mucho la economía”