vivimos en una sociedad que invisibiliza a las mujeres y sigue generando desigualdad. La pobreza y la exclusión de las mujeres también debe ser parte del ideario feminista. La inseguridad que produce la falta de un contrato de vivienda para dar cobijo a tus hijos, la rabia de tener que malvivir en una habitación realquilada que guarda todas tus pertenencias, la gravedad de mantener relaciones maritales insatisfactorias para poder tener un techo, o de intercambiar compañía para sacar lo justo para vivir, aguantar situaciones sin alimentos o sin poder costear la semana blanca o la de carnavales por no tener dinero para los trajes de tus niñas y niños, no tener planes ni tiempo para aprender castellano y encontrar un trabajo, no son casos aislados.Seguramente muchas de estas mujeres, aun con gobiernos de izquierda, ven vulnerados parte de sus derechos y viven habitualmente situaciones de miedo, impotencia, discriminación, degradación, exclusión e indefensión. Es posible que además de mujeres, sean pobres y migrantes.En términos generales el riesgo de exclusión social es más alto en las mujeres que en los hombres. Esta situación se agrava en los hogares encabezados por mujeres con niños a su cargo, hogares monomarentales. Hoy en Navarra, más de 2500 mujeres monomarentales son solicitantes de vivienda de alquiler social en Nasuvinsa. Desde esta mirada, sus vivencias no son ajenas a la situación de feminización de la pobreza tantas veces señalada en los últimos tiempos. Con recursos limitados y responsabilidades grandes, estas mujeres no cuentan con una vivienda en condiciones, deambulan muchas veces de habitación en habitación pues los niños molestan y a veces lloran, sin contratos de alquiler, sin recibos que demuestren el abono de la habitación, con horarios para usar la ducha o usar la cocina, con desahucios en plan “encontrarte las cosas en el portal”, invisibilizadas, mal informadas, desubicadas, con desconocimiento en general de sus derechos, compaginando empleos precarios, cuidado de hijas e hijos y complemento de Renta Garantizada, sin saber bien el idioma. Con problemas de soledad y salud, con episodios de depresión, cambios de humor, irascibilidad o cansancio. Estas mujeres no son el perfil “sin techo”, pero si son mujeres “SIN HOGAR”, que han buscado cobijo para sus hijos, pero en muy malas condiciones. En muchos casos han sufrido violencia de género y algunas provienen de situaciones vinculadas a la trata de mujeres y a haber sido obligadas a ejercer la prostitución.

No podemos ahorrar la mención de dos años de pandemia por la Covid19, donde la vulneración de derechos constitucionales de los menores, muchas niñas, es grave, dramática e injusta porque la situación de hacinamiento en habitaciones lo es ya por sí sola, y en situación de Pandemia ha cobrado dimensiones extremas, mientras viviendas municipales, más de 100, se mantienen vacías y cerradas. La falta de intimidad, el peligro de abusos y agresiones, las malas condiciones para el estudio, compartir la cama, dibujan condiciones que nadie desearíamos para nuestras niñas.

Creemos que en Navarra la administración pública debe realizar el esfuerzo, de visibilizar y cuantificar esta problemática de Mujeres Pobres Sin Hogar y buscar alternativa habitacional segura para ellas. También queremos destacar la situación de mujeres solas mayores de 60-65 años, con una insuficiente cobertura de pensión de vejez, ya que su trabajo de cuidado familiar no ha cotizado a la seguridad social.La salud emocional de todas estas mujeres, y sus niñas, va a ir vinculada a sus condiciones de vida. Y viceversa.

Por ello, además de un hogar, debiéramos atender el empoderamiento de estas mujeres entendiéndolo como un proceso por medio del cual se incremente su capacidad de entender y conversar en castellano, aumentando su capacidad de gestionar los asuntos de su vida diaria, que puedan tener un mayor conocimiento de la ciudad, del barrio y el entorno, adquirir conocimientos en cursos de formación de oficios y si es el caso, en clases de castellano y un mayor acercamiento a una cultura progresista de maternidad, anticoncepción y salud, trabajándolo desde la identidad de género, la autoestima y autonomía personal.

La autora es miembro de Elkarri Laguntza-Apoyo Mutuo