Compartir una foto en las redes sociales o usar una aplicación de inteligencia artificial que genere avatares o edite retratos puede parecer inofensivo. Sin embargo, detrás de esa aparente simplicidad existen riesgos reales que a menudo pasan desapercibidos. Cada imagen que se sube puede llegar acabar siendo utilizada para entrenar sistemas de IA, lo que puede tener consecuencias para nuestra privacidad e identidad digital. Además, se sabe que todo aquello que se comparta a través de internet quedará dentro de la esfera pública-digital, lo que puede derivar a que sea replicado, modificado, alterado o tergiversado para usos particulares y lícitos, que en la mayoría de los casos se desconoce.
Cuando acepta sin leer
Casi nadie lee los términos y condiciones del uso de las aplicaciones o redes sociales que se utilizan. Y aunque lo haga, casi a menudo el lenguaje es tan técnico que es difícil saber exactamente qué se está aceptando. Además, sin darse cuenta está cediendo derechos sobre su imagen. Por ejemplo, plataformas como Meta puede hacer uso de esas imágenes para entrenar sistemas de IA. Muchas de estas aplicaciones solicitan acceso a la galería de fotos del dispositivo, lo que implica conceder el acceso a datos personales propios como a los de terceras personas, no solo las fotos remitidas, sino potencialmente de toda la galería. Además, en algunos casos, las fotos no se procesan exclusivamente en el dispositivo, sino que se suben a servidores externos, lo que incrementa el riesgo de exposición.
IA detrás de la imagen
El sistema de inteligencia artificial aprende observando miles de imágenes y por eso es capaz de generar contenidos hiperrealistas. Este proceso es la base de los conocidos deepfakes; vídeos falsos donde alguien aparece haciendo o diciendo cosas que nunca ha hecho ni dicho. Esta tecnología puede ser utilizada para hacer humor, pero también puede tener usos más peligrosos: estafas, manipulaciones políticas o difamaciones. El profesor de Estudios de Derecho y Ciencia Política de la Universidad Oberta de Catalunya (UOC) Eduard Blasi destaca que en Europa, el uso de imágenes personales para entrenar sistema de IA está sujeto a normas de protección de datos. Pero no siempre es el caso. En este contexto, el nuevo Reglamento de inteligencia artificial (AI Act) busca regular los malos usos que se emplean de esta tecnología. Por ello, el Reglamento introduce un apartado basado en el control estatal y las grandes empresas tecnológicas, ya que estaría orientado a la seguridad nacional para salvaguardar a los ciudadanos.
Riesgo de la IA
El robo de identidad digital es uno de los peligros más preocupantes. Con unas fotos públicas, una IA puede generar un vídeo falso en el que una persona aparenta hablar, sonreír y realizar movimientos reales. Estas falsificaciones son tan realistas que incluso los propios familiares pueden no detectar el engaño. Recuerde que evitar estos riesgos es casi imposible si participa activamente en la vida digital. Aún así, hay algunas acciones que pueden ayudar a minimizarlos, por ejemplo, revisar las condiciones de uso de las aplicaciones digitales, desactivar las opciones que permitan utilizar imágenes para entrenar la IA, evitar compartir fotos comprometedoras y sobre todo pensar antes de compartir.
Usar con responsabilidad la IA
Una imagen generada por inteligencia artificial puede parecer inofensiva. Un retrato estilo animé, una simulación de rostro como personaje de un videojuego o una versión ilustrada de un selfie entre amigos. Todo eso, desde la comodidad de un teléfono móvil, con sólo subir una foto a ChatGPT. Además mantener un uso responsable con la IA marca la diferencia. Esta última no es peligrosa por sí misma. En sí, el riesgo surge del uso despreocupado e inconsciente que hacen las personas porque cada vez que se comparte una información en una herramienta tecnológica, el contenido puede ser procesado, almacenado y reutilizado.
En este caso, la clave está en la prevención de lo qué comparte, por qué lo hace y qué podría pasar si esa información termina en manos equivocadas. La IA ofrece beneficios, pero también implica nuevas responsabilidades. Por tanto, el uso responsable no significa dejar de usar estas herramientas, sino aprender a usarlas con criterio, ya que la inteligencia también debe estar en quien lo consulta.