No todas las casas tienen un tendedero en el que la ropa pueda secarse al aire libre sin necesidad de ocupar espacio dentro de casa o en el balcón, con lo que se trata de un bien preciado, especialmente si la meteorología es favorable. Pero quien disponga de uno de ellos y viva en un bloque de pisos sabrá que de vez en cuando entre las cuerdas puede aparecer una prenda caída desde una vivienda situada en un piso superior o incluso se le puede caer una suya a otro tendedero inferior (o al suelo), teniendo que avisar al vecino para que le devuelva su ropa.
Porque, lógicamente, lo habitual es que lo caigan sean prendas de ropa o tejidos del hogar, ya sea por una mala sujeción con las pinzas, por el viento o porque al ir a colocarlas se nos ha escurrido. Pero visto lo visto parece que también hay otras cosas que caen a las cuerdas, aunque no se sepa muy bien cómo han acabado ahí.
Objeto insólito
Lo ha mostrado la popular cuenta Líos de Vecinos, que comparte en las redes sociales, como su propio nombre indica, situaciones de todo tipo que se dan en la vida en diferentes comunidades. “Así andamos...”, han titulado un post que incluye dos fotos de lo ocurrido en un tendedero de un bloque de pisos de no se sabe qué pueblo o ciudad de España.
La primera imagen es la nota que un vecino le ha dejado a otro que vive debajo. “Antonio, soy el Jose. Se me han caído los chorizos en tu cuerda de tender la ropa. Échamelos a la bolsa. Gracias y perdona las molestias”, pone en el papel, escrito a mano y unido con un clip a una bolsa de plástico que le dejaba para recuperar sus alimentos.
¿Cómo han llegado hasta ahí?
En la otra foto se ve, desde abajo, una ristra de chorizo enganchada en una de las cuerdas de un tendedero que parece encontrarse en un patio interior. Y claro, obviamente los comentarios al post en X se preguntan lo mismo. “¿Y qué narices hacía el Jose con los chorizos en la ventana del patio?”, plantea uno. “El Jose siempre liándola”, dice otro, mientras que otro imagina que el destino de esos chorizos pueden haber sido acabar cocinados en un plato de lentejas del vecino que se los encontró en su tendedero. Eso sí, no se sabe cómo acabó la historia.