la muerte de Labordeta supone la desaparición de uno de los tipos más populares que ha creado la televisión. Y digo creado porque hasta que no se echó la mochila al hombro no era demasiado conocido. Algunos lo conocían por alguna de sus canciones que se hicieron famosas en los primeros años de democracia, pero poco más. Tuvo que ser la tele y un encontronazo con un diputado del PP al que mandó al carajo lo que le fraguó su popularidad. Labordeta se había hecho para todo el mundo televisivo, un personaje entrañable al que se le podían perdonar casi todas las cosas, incluida la de haber pertenecido durante dos legislaturas a la nómina del Congreso de los Diputados. Su popularidad sólo se explica porque se creó una figura televisiva que era capaz de hacer reír al espectador. Un personaje al que apenas se le reconocen los antecedentes de su currículo y cuyo brillo catódico acaba apoderándose del resto de los méritos que a lo largo de su vida hiciera. Aquella figura del hombrecillo aragonés acercándose a los últimos rincones en Un país en la mochila tiene mucho de epopeya y mucho más de cómic. No es de extrañar que le hayan salido imitadores: Usun Yoon, la copresentadora de El Gran Wyoming, le plagia de una manera muy oriental y simpática aquellas conversaciones que José Antonio buscaba cuando llegaba a alguna localidad.

Y hablando de muertos, recuerden aquel bulo que se extendió por Internet que aseguraba que Jordi Hurtado, al que podemos ver todos los días en la 2 de TVE, había muerto. Después de un año con el tema ahora ha salido en algún foro a desmentirlo. La pinta de enlatado de Saber y ganar hizo el rumor de que estaba muerto y lo que se emitía eran programas ya grabados fuera meteórico. Vamos, como Walt Disney pero sin negocio de por medio.