La tele o el ruido de silencio
Hay quien no soporta ver la televisión por Navidad. Es como algo superior a sus fuerzas. Seguramente porque la tele estos días se pone insoportable. Está ese concurso histriónico de TVE en el que la gente llama y recibe un premio por ello. Coches como en el Un, dos, tres y también miles de euros. Los presentadores se automotivan y gritan mostrando un optimismo exagerado que obliga a cambiar de canal o a apagar la tele. Ante la duda, apaga la caja y te encontrarás a ti mismo. Puede que lo que veas no te guste mucho. Puede que el silencio se haga insoportable y tengas que abrir la ventana o ponerte a limpiar la comida de los platos antes de meterlos a lavar. La gente chilla demasiado en la televisión y eso crea cierta ansiedad. Wyoming y Évole gritan. No es que sea algo exagerado pero gritan. También grita Ferreras el de La Sexta, Pedro Piqueras y grita Matías Prats para alcanzar los graves agudos como hacía padre. Y Cristina Pedroche para defenderse de su desnudo cristalino en Nochevieja. Estoy por pensar que hay una norma no escrita en televisión que dice algo así: “Quien no grita no comunica”. Piensa en lo que hace María Teresa Campos: grita, ya lo creo que grita y además pone dolor de cabeza con esa música que parece sacada del baúl de los recuerdos. Gritan los dibujos animados, los tertulianos y gritan los comentaristas deportivos también, cuando no hay un gol que cantar. En un momento en el que los micrófonos sofisticados podrían recoger la voz apenas hecha un susurro; va y resulta que grita todo dios que se dedica a hacer televisión, aunque a veces tenga razones para hacerlo, que no digo que no, Klaudio Landa. ¿Díganme alguien que no grite? Alguien que module su voz como si estuviera viendo alguno de aquellos carteles del hospital en los que una enfermera se llevaba el dedo a la boca: “chissss”. Alguien que adapte su voz como si nos quisiera contar un cuento para dormirnos sin tener que apagar la tele y oír, sin más, el ruido de nuestros silencios.