Conoció a Oteiza en 1969, cuando este trabajaba en la estatuaria de Arantzazu. Xabier Santxotena (Arizkun, 1946) tenía un restaurante que se llamaba igual, Arantzazu. Esta coincidencia le llamó la atención y un día entró. Vio unas tallas suyas y comenzaron a hablar. Eran opuestos como artistas. El escultor oriotarra era racional, geométrico, Santxotena, como buen agote, organicista. Oteiza fue categórico. Le dijo: "Tienes la obligación de dedicarte a la escultura". Y lo hizo. Santxotena , que regentaba también el restaurante El Portalón de Vitoria, decidió en 1997 dedicarse por completo a la creación escultórica. Pocos años más tarde, Oteiza diría en la presentación de una de sus exposiciones: "Eres el más poderoso de los escultores vascos". El miércoles cumplirá su sueño: inaugurará un taller-museo para que el público pueda disfrutar de su obra. "Quiero que la toquen, que la acaricien, que sientan las diferentes texturas de la madera y el olor y la magia que despide este material", explica Santxotena.

Junto a él se encuentra su mujer, la pintora Teresa Lafragua, con la que ha compartido también este sueño. Ella ha participado conjuntamente con Santxotena no sólo en el proyecto sino también en varias obras que se pueden ver en el taller. Teresa Lafragua ha dotado de cromatismo a piezas tan hermosas como el homenaje a Van Gogh.

El taller-museo será el tercer museo de este escultor navarro, que consigue como si fuera un alquimista o un mago, dar vida a la madera. Primero abrió su parque museo, una simbiosis entre naturaleza y arte y un homenaje a los agotes. Porque Santxotena es agote, como lo fueron sus tatarabuelos, sus bisabuelos, sus abuelos y sus padres. "Yo soy agote", reclama con orgullo. "Fuimos un colectivo asentado en el valle de Baztán y marginado durante siglos, a veces tratados como leprosos. Pero la realidad es que somos maestros artesanos. Mi padre ha sido tallista y mis abuelos han trabajado la madera también".

Su segundo museo fue Gorrienea, que pretende ser un homenaje a la historia y a la tradición, y finalmente, este Taller-Museo, con el que se cumple su gran ilusión: poder acercar al público al lugar donde él crea. Se trata de una experiencia totalmente pionera. El escultor interpreta y explica su obra y hace partícipe al público de ella. "No estamos acostumbrados a este tipo de experiencia artística porque muchos museos son como mausoleos, no te dejan tocar las obras. Aquí el público puede ver el laboratorio de bocetos y todo el proceso creativo de mis obras, desde el inicio de la forma hasta el desarrollo de la escultura", explica.

memoria

Las raíces vascas

Paseando por su taller de Artziniega se observa el amor que el artista siente por la historia, el paisaje y la mitología vasca. La visita comienza en el Auditorium con un audiovisual sobre la obra y el escultor. El recorrido nos lleva a la primera planta donde habitan sus bocetos y sus obras más tempranas. "El agote tenía un respeto total a la naturaleza. De hecho, pedían perdón al árbol cuando iban a talarlo. Por eso, soy organicista, aprovecho las formas que aporta la naturaleza", explica.

Cuando Santxotena acaricia sus monumentales esculturas se refleja la pasión que siente por la madera. Son las raíces de la tierra vasca. La encina como símbolo sagrado de los vascos alcanza un gran protagonismo. "Ahora apenas quedan encinas en nuestros bosques, aunque es el árbol matriarcal. El roble de Gernika era una encina. Con las que yo trabajo proceden de la zona de Subijana y Pobes, estaban talando encinas de trescientos y cuatrocientos años. Tengo material para poder trabajar toda mi vida".

Santxotena parece un mago o un alquimista de la madera. Todas las mañanas cuando se despierta escribe un poema. Luego, se dispone a trabajar, talla, mezcla, pega, hasta conseguir convertir estas encinas en auténticos poemas. "La madera es sensual, es cálida, el hierro y la piedra son fríos. La madera es femenina, es sugerente. Hay veces que la tienes que dejar y apartar la vista, y entrar a degüello, quizás haciéndola una cicatriz para conseguir lo que quieres. La naturaleza nos da unas formas que en algunas ocasiones es difícil de mejorar".

sus "familias"

Gernika, basoa y mitología

En la planta baja tienen cabida lo que denomina familias: una de ellas es el Basoa o bosque, reflejados en cuatro grandes esculturas, recogidas en las cuatro estaciones del año. Otra de las familias es la dedicada a las deportes vascos. "El primer escultor del país es el aizkolari", afirma, de ahí esa salutación en forma de dos troncos que dan el sentido del corte vertical y corte horizontal.

Sus esculturas de la galería Gernika se convierten en un grito contra la intolerancia, contra la vulneración de los derechos humanos. Además de su homenaje a Gernika y de dos monumentales máscaras, el escéptico y el prepotente, destacan también una escultura dedicada a Galindez, natural de Amurrio, que fue asesinado por Trujillo en 1956, en la que dos manos surgen de la tierra pidiendo justicia por el desaparecido. El gemido del abismo se convierte en un homenaje a la memoria histórica.

Otra obra recuerda a los crímenes atroces de Sarajevo. "Un domingo vi en la televisión cómo morían cinco niños cuando cayó un obús. Me impresionó tanto que creé esta escultura. Arriba se aprecia una cabeza descompuesta preguntando el porqué de esas muertes".

Otra pieza presente es el Tablón de la memoria, un monolito con 450 señales de maestros canteros. "En las construcciones templarias del románico tardío en el Camino de Santiago, los maestros canteros dejaban sus huellas, su signo de identidad, de los que he recopilado unos 450". En su familia La muerte, destaca su homenaje al escultor cordobés Pepe Espaliu, situada en el centro de la planta baja. También la mitología vasca cobra protagonismo a través de sus maderas. "Tenemos un mundo mágico increíble, nuestra mitología panteísta nos ofrece unas leyendas y unos mitos extraordinarios". En el taller se pueden apreciar algunas de sus lamias, sirenas de río que no puede faltar en la mitología de Baztan-Bidasoa, Subinko, tótem del campo o a Mekalatz, el dios de la noche, de la lluvia, del terremoto, de la destrucción...

mujeres protagonistas

Promujeres

Santxotena ha realizado durante los últimos años siete enormes cabezas de prohombres vascos, Lope de Agirre, Unamuno, San Francisco Javier, Ignacio de Loyola, Sancho III, Oteiza, su abuelo materno y Sabino Arana. (Esta última ocupa un lugar de honor en la planta baja). En la actualidad está trabajando con sus promujeres: "Empecé con la Pasionaria, una mujer de gran carácter y personalidad, está también Juana de Albret, protectora de los agotes, la princesa calvinista que en 1570 mandó traducir la Biblia al euskera por Jon Lizarraga; Ernestina de Champourcin, Inés de Gaxet, una bruja que se escapó de un inquisidor francés Pierre de Lancre y murió en Hendaia... Hace poco vimos en Bogotá una estatua dedicada a Policarpa Salavarrieta, la heroína más conocida para los colombianos. Murió fusilada por comunera. Creo que se merece una cabeza". Son piezas de entre 250-300 kilos, aunque lejos de sus prohombres de hasta 1.500 kilos.

Todas sus obras son orgánicas, pero muchas contienen un módulo geométrico, fruto de la fusión de lo racional, lo geométrico con lo orgánico. Un módulo que no sólo se puede apreciar en su obra sino en todo el museo, en la puerta de entrada, en el suelo... Un museo para tocar, acariciar, sentir y vivir.