madrid. Hubo una época en la que Hollywood era dorado y monárquico gracias a un rey llamado Clark Gable. Era disléxico y tenía las orejas grandes, pero bajo su reinado con películas como Lo que el viento se llevó hizo al mundo creer en la magia del cine hasta que murió, hace hoy 50 años. Quedaba por estrenar la que consideraba su mejor interpretación. La única, decía, en la que había conseguido actuar y la que le costó, por su conflictiva relación con Marilyn Monroe y la agónica depresión de Montgomery Clift, los pocos resquicios de salud que le quedaban.
Vidas rebeldes, dirigida por John Huston y escrita por Arthur Miller, parecía una despedida sincera de Gable. Se había quitado las pieles del mito, había dejado a un lado las joyas de la corona y expuesto sin tapujos la amargura de un animal solitario y en extinción. Lejos quedaba su llegada a Hollywood, según las malas lenguas a golpe de hacer calle con hombres y mujeres. Más lejos todavía su etapa trabajando en una fábrica en su localidad natal, Cádiz (Ohio). Porque Clark Gable, vilipendiado en un principio por los magnates de Hollywood por su escasas dosis interpretativas, fue un Rey curtido batiendo cobre y elegido por el pueblo. "Puedo entender por qué me consideran su Rey: porque creen que lo que yo hago lo pueden conseguir ellos", reconocía. Y a las pruebas se podía remitir: dejaron de comprar camisetas interiores cuando él no la llevaba en Sucedió una noche, película por la que ganó un Oscar, y arrastró a las masas a ver cintas como El enemigo público número uno o La tragedia de la Bounty.
Los espectadores y las espectadoras entendieron gracias a él que la masculinidad era algo más que la rudeza: era ironía, era nobleza y era valentía. Era entregarse al amor de una mujer de armas tomar como Carole Lombard y llorar su prematura muerte en 1941. Y, si las circunstancias así lo requerían, decir aquello de "francamente querida, me importa un bledo". La película en la que pronunció estas legendarias líneas, Lo que el viento se llevó, quedará, aunque él seguro se revolverá en su tumba todavía, como la más recordada de su filmografía y él quedará unido para siempre a la fidelidad guasona de su Rhett Butler.