madrid. A Ángel Pavlovksy lo que más le gusta no es actuar ni ser la "divina" que es desde hace más de 50 años sino dormir y soñar que sigue siendo el niño que se cuela en espectáculos como Angelhada, con el que vuelve el viernes al Teatro Español dispuesto a colgar de nuevo el cartel de No hay localidades. Su situación económica, se ríe, está como "la prima de riesgo", "fatal", por eso y porque "debe ser" que nunca ha deseado con la suficiente energía "ser rico", a él quienes le "iluminan" para creaciones como Angelhada no son las musas sino los acreedores. Como hace en su show, en el que con la lucidez que le dan las siete décadas de carné, que no de apariencia, el argentino juguetea con todo y con todos, saltando con las alas de su verbo sobre los asuntos más diversos para "hacer pensar y emocionar y que la gente salga del teatro enamorada por un ratito". Grácil y flaco como un bailarín y reluciente y terso como un hada "cuarentañera", Pavlovsky lleva un año, desde que estrenó el espectáculo en el Español, de gira por el Estado con Angelhada, divirtiéndose y "disparatando" para "sobrevivir mejor".