Alcalá la Real (Jaén). Convencida de que la historia se escribe en letra minúscula, Almudena Grandes se ha adentrado en la serranía del sur de Jaén para recuperar al guerrillero Cencerro en El lector de Julio Verne. Un libro muy esperado que supone el segundo volumen del ambicioso proyecto de la escritora madrileña emprendido en 2010, bajo el título genérico de Episodios de una guerra interminable, una especie de Episodios Nacionales inspirados en los de su admirado Benito Pérez Galdós, sobre los capítulos menos conocidos de la guerra civil española.
El lector de Julio Verne es una crónica de la guerrilla del Cencerro, un legendario combatiente comunista que de 1947 a 1949 firmaba los billetes con un "así paga Cencerro", y que tras suicidarse, para evitar ser capturado, llegó a ser exhibido en la plaza pública para que la turba hiciese con él "una fiesta de brutalidad". "Una época terrible en tiempos de paz que se conoce como el trienio del terror, cuando Franco ya sabía que Europa no iba a atacarle y decidió, con la represión más feroz, acabar con la guerrilla y, no solo, sino también con quienes les daban comida o les cuidaban", explica la autora.
La presentación de El lector de Julio Verne (Tusquest) en la fortaleza de la Mota, en Alcalá la Real, fue ayer un acontecimiento multitudinario. Allí estaban editores, libreros, periodistas y sobre todo con los vecinos, amigos y descendientes de dos de los personajes centrales de la nueva novela de Almudena Grandes, Esther Estremera, nieta de Cencerro, y Cristino Pérez, hijo del guardia civil que inspiro esta historia, y hoy catedrático de psicología en Granada. Del hilo de la memoria de este otro capítulo olvidado de la posguerra tira Nino, un niño, de 9 años, hijo de ese guardia civil y que vive en la casa cuartel de Fuensanta de Martos, en cuyo entorno se esconde la guerrilla de Cencerro. Un niño que escucha a través de las paredes de su casa los ruidos de las torturas a los detenidos y le dice a su hermana que son voces del cine, porque el pueblo vive una especie de delación constante. "Es una novela de aventuras y de terror, tanto del que lo padece como del que lo aplica, contada desde la voz de un niño con el corazón partido entre lo que desea y lo que tiene", argumentó Grandes. Tambien subrayó que el terror es una espiral que recorre la sociedad de arriba a abajo, "pero los de abajo son instrumentos del poder que también acaban siendo víctimas".
Esther Estremera, emocionada, relató las dificultades de su familia en el pueblo por ser hija y nietas de Cencerro, un guerrillero que incluso muerto seguía vivo porque un maqui llevaba su mítico nombre. "Hemos sentido siempre mucho miedo. Mi abuela pasó nueve años en la cárcel por decir que la hija que esperaba era de Cencerro", explicó Pérez, que ayer recordó cómo su madre y su tía enterraron los restos del guerrillero, "comido por las hormigas y destrozado". Hicieron con sus manos un agujero en la tierra para quien hoy ya descansa en el cementerio de Locubin, en una tumba "muy limpia y llena de flores", añadió. Pero El lector de Julio Verne es sobre todo un estudio pormenorizado del comportamiento humano, al margen de ideologías, como recordó Cristino Pérez, el adulto que da vida a ese niño que tenía "el corazón partido como toda España" -precisó Grandes- "porque su padre era un hombre bueno". Otra gran protagonista de la novela es la lectura, que en palabras de la autora "es la vía de escape y salvación del protagonista, lo que le enseña a apreciar la libertad".