"CoNTABAN que una vez, su sobrino Julio Caro le regaló uno de sus abrigos que iba a retirar. Y Baroja, a quien le quedaba largo, lo cortó con las tijeras. Al hacerlo cortó también los bolsillos sin darse cuenta, y así todo lo que metía en su interior se le caía, para su pasmo, por la casa: el tabaco rubio, las gafas de pasta, la pluma Parker, y también las castañas de la suerte, camino del salón".
Es solo una de las anécdotas contenidas en las páginas de Retrato de Baroja con abrigo, un librito publicado por la editorial Nórdica que, pese a su formato modesto, se antoja como un precioso artilugio que podrá sorprender a los apasionados lectores de don Pío o despertar el interés de quienes aún no se han acercado a su formidable obra.
A lo largo de 44 páginas ilustradas por Antonio Santos, el escritor y periodista madrileño Jesús Marchamalo ha recopilado episodios y pasajes célebres de la vida del autor de Zalacaín el aventurero y los ha entretejido en un texto tan breve como disfrutable.
El lector descubrirá los nombres de los gatos de Baroja y sus prendas de vestir favoritas, pero también conocerá al detalle ese "tinglado" que utilizaba para escribir: lo ideó él mismo y consistía en dos sillas colocadas en el balcón que sujetaban sobre los respaldos un tablero de madera. "Quedaba tan alto que, al sentarse, había que suplementar el asiento con libros y cojines", recuerda Marchamalo.
Además, el libro permite asistir a varios momentos clave en la vida del escritor donostiarra: desde aquella infancia en la que quedó marcado por el ajusticiamiento público de un reo en Pamplona hasta su propio fallecimiento en 1956, llorado por alumnos tan aventajados como el estadounidense Ernest Hemingway, sin olvidar el denominado incidente de Santesteban, en el que Baroja insultó a un oficial carlista al poco de iniciarse la Guerra Civil española.
Ilustraciones deslumbrantes
"Un regalo navideño"
Marchamalo, habituado a escribir sobre libros, bibliotecas y personajes literarios, ha buceado en diferentes fuentes para trazar su particular retrato. "Todo lo que cuento de los autores sobre los que escribo lo he leído siempre en alguna biografía. Aún así, hay veces que la realidad es tan insólita, tan insospechada, que puede llevar a pensar que lo he inventado. Ya me gustaría", dice. Aunque confiesa ser "poco dado a las etiquetas", admite que su libro podría adscribirse a distintos géneros. "Tiene algo de microbiografía, algo de reportaje, algo de relato... La idea original es que fuera un regalo navideño para los amigos, y me encantaría que lo fuera también para los lectores", asegura.
En esta empresa ha contado con la ayuda del ilustrador oscense Antonio Santos, que también es un gran amante de Baroja y ha captado en diez preciosas imágenes en blanco y negro al escritor donostiarra y su mundo más íntimo. Las ilustraciones -"magníficas y deslumbrantes" en opinión de Marchamalo- tienen un aire esquemático y cubista pero desprenden un gran cariño por parte de su autor. "Están trabajadas en linóleo, como si fueran grabados xilográficos. Me gusta mucho el trabajo de Antonio y creo que gran parte del encanto que pueda poseer el libro tiene que ver con él", afirma Marchamalo.
También admite que a Pío Baroja, "uno de los grandes", solo es posible acercarse "con admiración y con un cierto cariño entrañable". A su juicio, resulta "complicado" hablar de él porque "es un escritor del que conocemos muchas cosas". "Por eso, no sabría decir si este retrato nos acerca, de forma consciente o inconsciente, a un Pío Baroja que está en casa, abrigado, rodeado de ese mundo de objetos y hábitos que, de alguna manera, le definen; friolero y con abrigo", concluye.