pamplona -Atrapada por el arte, en su máxima expresión de sentimiento, Martirio rinde homenaje en su último disco a Chavela Vargas, con la que, además de una larga amistad, compartió sus dos últimos conciertos. Un mundo raro es el álbum que presentará hoy en civivox Iturrama, a las 20.00 horas, junto a su hijo, el guitarrista Raúl Rodríguez.

Llegar a una ciudad con las entradas agotadas, hoy en día, es todo un logro ¿Cómo lo vive una artista ya bregada de su recorrido?

-Eso me da una felicidad tan grande... Es la señal de que se cumple la intuición que yo tengo siempre de que el público de Pamplona me entiende y le gusta lo que hago. Ya tuve la oportunidad de constatarlo también el pasado verano, en Sanfermines, en un concierto maravilloso con Javier Colina; y es que tocar con él es un seguro de vida, es el mejor bajista que yo conozco. El público en Pamplona siempre ha sido muy cariñoso, de hecho, también tengo un recuerdo maravilloso del anterior concierto en un civivox, porque hubo una gran complicidad, fue como encontrarte en casa porque es gente a la que le gusta la música, le gusta escuchar y no nos separan distancias.

Aunque suene a tópico, ¿qué aprendió Martirio de tantas y tantas horas compartidas con la inigualable Chavela Vargas?

-De ella había mucho que aprender porque era una mujer que enseñaba sin dar nunca lecciones; aprendías viéndola, estando con ella, oyéndola. Sobre todo aprendí que el arte es verdad, tiene que ser verdad... Aprendí también su silencio, su grito, cómo paladeaba las palabras, cómo después de haber amado era capaz de cantar canciones de desamor, sin rencor... Aprendí cómo la limpieza de su alma a la hora de su vocación, de su misión y de su entrega al público era capaz de curar los corazones sensibles.

Sin dolor, ¿el artista no es de verdad?

-Yo creo que el artista no es de verdad cuando no existe la búsqueda, cuando el interés está puesto en la fama o en el dinero. El artista tiene la obligación de buscar en su expresión algo que llegue al corazón, que remueva las entrañas o que remueva el cuerpo para que saltes y bailes o bien te cuente una poesía que te ayude a pasar algún momento, tanto alegre como triste. Lo que no puede ser es que después de ver la actuación de un artista te quedes igual. El arte, en cualquier manifestación, tiene que ser una ceremonia donde tú te expreses y saques conclusiones para ti.

La carga dramática de Chavela en sus interpretaciones era muy importante, ¿Martirio ha profundizado en ella o ha preferido tomar otras caras?

-He querido tomar otras caras, aunque, por supuesto, el drama del desamor lo conozco y está implícito en las canciones que he escogido. Pero no he elegido las más dramáticas ni aquellas que eran más emblemáticas de Chavela, a excepción de La llorona... Pero es que La llorona es mi despedida de ella, es una canción que yo le dedico como una oración, que es lo que parece cuando ella la interpreta. Tuve la oportunidad de verla cantándola con la luz apagada, como si estuviera en un útero, y era una cosa mágica, absolutamente. Por otra parte, he querido cantar canciones que yo pudiera suscribir porque mis sentimientos han pasado por ahí. Cuando elijo canciones que no son mías nunca canto cosas que me son ajenas, me tengo que implicar. En este álbum no he querido cortarme las venas, en ninguna canción, porque me parece que podía resultar algo exagerado, histriónico... Lo que he hecho ha sido pasarlas por mi filtro con toda la verdad que soy capaz y toda la desnudez que significan la voz y la guitarra solas.

Chavela era muy espiritual y Martirio habla de ella como si todavía estuviera aquí, como si hubiera estado presente en la grabación de este trabajo.

-Ella tiene una presencia muy fuerte en mí... y en el disco, por supuesto. Nos encerramos en el estudio el técnico, Raúl y yo con sus fotos, sus velas, sus inciensos y sus ceremonias; y nada más. Y todo el tiempo estuvimos pensando si a ella le gustaría o no. Era una especia de despedida también a Morente o a Mario Pacheco, a personas que nosotros queremos y admiramos pero que se han ido. Y por eso nos preguntábamos: "¿Tú crees que le gustaría a Morente este disco?", "¿tú crees que ella sonreiría cuando lo oyese?". Por eso lo hemos hecho todo con la mayor sinceridad que tenemos.

Entiendo que las pasiones son todavía más encontradas cuando homenajea a una persona que ya ha transcendido

-Imagínate la emoción y la intensidad que tiene para nosotros el recuerdo que tenemos de ella, de su obra y de su cariño, que estuvimos acompañándola en sus dos últimos conciertos, aunque la conocíamos de muchísimo tiempo atrás. Imagínate ese recuerdo de ella, la admiración tan grande y la unión que Raúl y yo tenemos, porque somos dos enamorados de la música, unidas a ese vértigo, que quizá sea lo que tú llamas paradoja, de volver a hacer unas canciones que están muy pegadas en la memoria de la gente junto a su voz. Por otra parte, creo que este disco, y el directo, le puede gustar a toda la gente que quiere recordarla en una de sus huellas, no en todas, pero sí en una de sus huellas.

De todas formas, y aunque la protagonista del homenaje es Chavela no podríamos pasar por encima del disco, aunque solo hay dos canciones suyas, sin mencionar a José Alfredo Jiménez, el alma oculta de la intérprete mexicana.

-Como dices, en este disco solo hay dos canciones de José Alfredo, pero en el repertorio de ella hay muchísimas. José Alfredo Jiménez, para mí, como decía Pedro Calvo, es el Bob Dylan de la canción mexicana porque tiene unas canciones maravillosas que, en muy pocos versos, condensa una vida con una intensidad increíble. Parece que tenía una facilidad para hacer canciones maravillosa; canciones que se han quedado como auténticas joyas, que se han versionado y se versionarán.

¿Ha sido complicado entrelazar el duende flamenco con la raíz mexicana de las composiciones interpretadas por Chavela?

-Yo creo que las canciones mexicanas, y en general las del Caribe, están muy metidas en nuestra memoria, en nuestro corazón y en nuestra cultura. La ida y vuelta ha sido enriquecedora para las dos orillas. Con lo cual, tú coges canciones populares latinoamericanas y entran muy bien en el flamenco porque fueron en el siglo XV para allá, luego volvieron y desde entonces no se ha parado. Si te fijas, en cualquier tipo de reunión te encuentras a gente cantando tangos o rancheras al final, y eso es porque están muy metidas en nuestra cultura. En este sentido, Raúl ha tenido el tino de poder darle a cada una un tratamiento según un ritmo flamenco que está muy acorde con lo que está diciendo la canción y con la versión original.

¿Nos faltan chavelas, artistas que pisan y beben la tierra, y nos sobran productos televisivos y estrellas fugaces?

-Sin duda. Una artista como Chavela es capaz de cambiarte la concepción de la vida, como hace un flamenco de verdad, por ejemplo, o un jazzista de verdad o cualquier músico de verdad. Y claro, se nos van unos referentes en un mundo que está muy ciego, y que, sobre todo, no tiene ganas de buscarse ni de encontrarse, y que está aleccionado para convertirse en rebaño. Pensar que tienes que cambiar muchas cosas de tu vida para sentirte feliz, único, satisfecho o para trabajar en lo que quiero o seguir estando con quien me ama o dejar a quien no me ama... todas estas cosas no te las cuestiona un artista comercial que te pasa por encima como si fuera lluvia chica.

Parece como si amar la vida, algo de lo que Chavela sabía mucho, se hubiera convertido en lo raro de este mundo...

-Amaba la vida absolutamente, hasta el último momento y con un valor que no te lo puedes ni imaginar. Ella dijo en México: "Yo voy a ir a España a cumplir mi promesa con Federico García Lorca de devolverle toda esa poesía que siempre me ha inspirado en mi vida. Y voy a ir a la residencia de estudiantes, y voy a hacer un concierto allí". Y no se lo creía nadie, sabes. A mí me admiró muchísimo cómo puede una mente y un corazón pasar por encima de distancias, de enfermedades y de años.

Artista con mayúsculas. Maribel Quiñones (Huelva, 1954) arrancó su carrera profesional con el grupo Jarcha para, a partir de 1986, comenzar su singladura en solitario con el disco Estoy mala, al que le han seguido otros trece discos más, incluidos recopilatorios. En 2005 y 2007 recibió sendos premios de la Música por Acoplados y Primavera en Nueva York.