La pintura de Mikel Esparza es un canto a la vida. A lo esencial de esta existencia humana en la que nos empeñamos en cubrirnos con capas y capas -no solo el cuerpo, también la personalidad-, ocultando a veces lo más valioso que tenemos: nuestra alma. Esparza ahonda en ella en cada retratado que posa para él, y logra sacarla a la luz y hacerla protagonista de cada obra que concibe, a lo largo de un proceso de hondura psicológica y, por supuesto, de talento y dominio técnico, del que el artista termina “agotado”, por todo lo que de sí mismo vuelca en esas figuras humanas que ahora comparte con el público en la Ciudadela.

Bajo el título Mi gente y otras cosas, el artista protagoniza su primera exposición individual en este espacio, en concreto en Mixtos. En el recorrido dialogan entre sí cuadros de sus últimos diez años de trabajo, algunos cedidos por particulares e instituciones como Castel Ruiz, Bilaketa o la Fundación de las Artes y los Artistas de Barcelona. “Estas pinturas son mi gente, que soy yo mismo. Yo a través de ellos y ellos a través de mí”, dice Esparza de estas obras centradas en la figura humana que se enriquecen con un par de bodegones que reflejan el trabajo puramente de experimentación y exploración de materiales y técnicas que el artista lleva a cabo cuando se centra en retratar objetos. Una investigación que le permite avanzar en lo crucial: la figura humana.

“Me interesa porque a través de la apariencia física de las personas, su lenguaje gestual, sus facciones, en su forma más pura que es el desnudo, puedo llegar a la esencia significativa del ser humano”, cuenta mientras mira a sus retratados, entre los que muchos visitantes reconocerán a más de uno -hay profesionales del teatro y la danza de Navarra, todos amigos del autor, y por supuesto está el propio Mikel Esparza-. “En algunos cuadros se trata únicamente de un ejercicio plástico de disfrute de interacción con el modelo, otros surgen a partir de una idea mía propia que quiero elaborar pictóricamente... pero esa idea inicial al final desaparece porque el cuadro parece que tiene una vida propia, va evolucionando y acaba siendo lo que él quiere ser. Yo me distancio del cuadro y el cuadro se distancia de mí, y queda lo importante: la expresión plástica”, explica Esparza, quien reconoce la “pasión” que experimenta en estos momentos con la pintura. “En principio para mí es un medio de expresión. Si además hay comunicación con un observador en potencia, también fantástico”, dice el pintor, que ahora mismo explora una línea de trabajo en la que superpone lo abstracto y lo figurativo. “Creo que ambos lenguajes pueden coexistir sin tanto antagonismo como parece haber hoy en día en el mundo del arte, y mezclados, pueden potenciar la figura humana”.

Cada uno de sus cuadros tiene una motivación y una historia detrás, en unos casos más profunda que en otros, y todos ellos son “entes vivos”. “Con el tiempo a veces los miro y vuelvo a trabajar en ellos. Los planteo de forma que en cualquier momento sean mostrables, pero que en cualquier momento me permitan volver a trabajar en ellos. No doy un cuadro por finiquitado”, afirma este pintor que empatiza de tal manera con sus modelos que, como él dice, “en realidad no hay mucha diferencia entre yo y ellos. Cuando trabajo con modelos en realidad estoy trabajando con lo que de mí hay en ellos; y estoy sacando de mí lo que de ellos hay en mí, y haciendo una amalgama en el lienzo de forma que trascendamos lo que es puramente individual para llegar a algo que sea más amplio y más significativo a nivel colectivo, del género humano”. Y lo logra, tocando la fibra sensible del observador, que se reconoce en los sentimientos y las emociones universales ahí inmortalizadas. “Me involucro tanto en la elaboración pictórica de esa esencialidad, que cansa. Es un diálogo conmigo mismo, y de alguna forma también una catarsis”, dice el artista.

“En última instancia, lo que quiero hacer con mi pintura es crear una vía de sensibilización inconsciente del observador, sin excesivo razonamiento. Hay una historia detrás del cuadro pero no es necesario conocerla para que el cuadro despierte algo en quien lo contempla”, apunta Mikel Esparza, quien trabaja a caballo entre su taller de Pamplona y su retiro placentero en el Valle de Salazar, donde se siente en comunión con la naturaleza. Esta exposición supone su vuelta al trabajo puramente pictórico y dentro de un estilo, el figurativo, que para él es muy valioso: “Hoy en día, frente a la pintura contemporánea, con connotaciones de abstracción e instalación, tiene un componente de incorrección política que me satisface. Y es un lenguaje muy inmediato y básico, muy potente. Si lo piensas, el lenguaje de la imagen visual nos acompaña en nuestros recuerdos, sueños y emociones...”, reflexiona el pintor navarro, quien reconoce que el momento para exponer es “malo, pero como siempre ha sido. Está claro que un artista joven con ganas de avanzar tiene que salir fuera de Navarra, pero yo ahora tengo otra perspectiva. Después de vivir diez años en Nueva York y tres en Barcelona, ahora realmente no me importa exponer. Solo me importa una cosa: pintar. Y lo que ocurra con la proyección mediática no me preocupa. Aquí no hay ningún cuadro a la venta, pero siento una alegría inmensa por poder hacer esta exposición”.

Título. Mi gente y otras cosas.

Autor. Mikel Esparza.

Género. Pintura.

Lugar. Pabellón de Mixtos (planta baja), Ciudadela de Pamplona.

Fecha y horario. La exposición se puede visitar hasta el 4 de enero, de martes a viernes de 18 a 20.30 horas, los sábados de 12 a 14 y de 18 a 20.30 y los domingos y festivos de 12 a 14 horas. El horario cambiará las semanas de Navidad: del 23 de diciembre al 4 de enero las salas de la Ciudadela abrirán de 12 a 14 horas y los sábados 27 de diciembre y 3 de enero de 12 a 14 y de 18 a 20.30 horas. Los días 22, 25 y 29 de diciembre y 1, 5 y 6 de enero permanecerán cerradas.

Entre Pamplona, Nueva York y Barcelona. Mikel Esparza Murillo se inició en la pintura con Mariano Royo. De 1980 a 1985 realizó estudios artísticos de pintura, escultura y restauración en la Escuela de Bellas Artes de la Academia Nacional de Diseño de Nueva York. Completó su formación, mediante becas, en el Art Students League of New York, el Cape School of Art de Provincetown en Massachusetts y el Parsons School of Design de Nueva York. En 1986 inició su trabajo profesional en restauración de obras artísticas en Nueva York. Tres años después se trasladó a Barcelona con una beca de la Fundación La Caixa para trabajar en el departamento de Restauración del Museo Nacional de Cataluña (MNAC). En 1992 regresó a Pamplona para centrarse en la actividad creativa y la docencia.

Docencia. Actualmente dirige talleres de pintura en su estudio y ha impartido cursos monográficos de pintura en el Aula de Artes Plásticas de la UPNA y en el Servicio de Actividades Culturales de la Universidad de Navarra.

En colecciones. Sus obras en pintura y escultura forman parte de colecciones públicas y privadas en España y EEUU. Ha realizado proyectos pictóricos para instituciones como la Cámara de Comptos de Navarra, el Parlamento de Navarra, la Universidad de Yale en EEUU, la ópera del Liceo de Barcelona, el Colegio de Médicos de Barcelona o diversos ayuntamientos de Navarra.