En Baroja todo remite a Baroja y a sus mundos, que casi siempre circundan sobre lo mismo, seis o siete temas esenciales que le mantuvieron despierto, muy despierto, hasta 1956. También este nuevo texto (no tan insólito porque una porción del mismo ya se publicó en 2006, en Miserias de la Guerra) es marcadamente barojiano. Su estilo, austero pero lleno de matices, directo y mordaz, recuerda al mejor Pío Baroja, al de Las inquietudes de Shanti Andía o El árbol de la ciencia. Obligado a “contarse a sí mismo”, el donostiarra ofreció a sus lectores relatos magníficos del tiempo que le tocó vivir. Además, en esta novela (Los caprichos de la suerte, Espasa) se permitió la licencia de hacer un cameo y se le reconoce en “un señor viejo del hotel” que tercia en una conversación que mantienen Juan Elorrio/Luis Goyena (el protagonista) y Evans (otro personaje).
Y como si se tratara de un guiño al propio título de la obra, el texto de la pieza inédita apareció por azar en una carpeta titulada Siluetas, artículos, narraciones. Julio Y Pío Caro-Baroja Jaureguialzo, albaceas del legado de los Baroja, la catalogaron pero decidieron no editarla porque estaban enfrascados en su obra completa y la novela requería de un profundo trabajo de búsqueda de páginas originales dispersas y de edición de textos, ya que Baroja había realizado centenares de anotaciones. Jaureguialzo, sobrino del escritor, señala que en su momento “no se publicó por miedo a la censura, y luego se publicó parte de la misma en 2006, coincidiendo con el 50 aniversario de su muerte”. La demora ha sido calculada, según afirma el albacea del escritor: “Hay que dejar cierto tiempo para que se genere crítica con cada publicación, para que Baroja siga vivo en la mente de los lectores”. Pero también avanza que ésta será la última novela de Pío: “El Baroja novelista termina aquí”, aunque advierte que aún quedan “dietarios y semblanzas”, además de textos dispersos, que podrían ver la luz en años venideros.
Para rescatar esta obra, a la obligada labor editorial se le ha sumado el olfato arqueológico de dos personas. “José-Carlos Mainer y Ernesto Viamonte han hecho una labor magnífica, interpretando la caligrafía barojiana, los numerosos apuntes que el autor había hecho sobre el mecanoescrito. Ha sido un trabajo de laboratorio”. Para ello se han servido de lupas y entre todos han logrado descifrar todas las palabras menos “cinco o seis”. “Yo creo que Pío estaría satisfecho -insiste su sobrino-; lo hubiera dejado así, porque él ya había hecho los oportunos remiendos”.
Jaureguialzo no exagera. Las páginas del mecanoescrito forman auténticos collages. “Baroja recicló los folios de la novela, convenientemente tachados con una cruz en aspa, para escribir nuevos textos en la otra cara”, explican desde la editorial. Los herederos permitieron a los editores consultar el material en su propia casa, Itzea, donde se guarda la copia mecanografiada. Descansa dentro de una carpeta en tonos grises, atada por un par de cintas rojas. La etiqueta indica: Carpeta nº 10. Pío Baroja. Novelas de la guerra. Los caprichos de la suerte. III Parte. (A la desbandada). Además, muestra diversas anotaciones de los hermanos Caro-Baroja; en tinta azul, las de Pío, y en tinta negra, las de Julio.
la guerra civil La novela trata sobre un tema sensible (y más en el momento que la escribió, entre 1950-51): la Guerra Civil. Él mismo dijo que hubiera escrito algún tomo más de sus memorias, “pero no creo que se pueda hablar de lo pasado reciente con un poco de imparcialidad porque levantaría protestas en los unos y en los otros”. Por su parte, Los caprichos de la suerte formaba parte de una nueva serie de novelas que Baroja inició en 1949 bajo el título genérico de Las saturnales.
Aunque Baroja pensaba que “los grandes acontecimientos no producen buena literatura”, la Guerra Civil está presente en todo el libro junto con otros temas que el autor disecciona en boca del personaje principal y alter ego, Juan Elorrio. Y los temas que le interesaban, eran, sobre todo, la violencia, el exilio, la naturaleza humana, la aventura, las distintas artes, España, la literatura, Europa y la vida urbana. Así, en Los caprichos de la suerte habla de la violencia popular, especialmente la rural, cuando escribe que “la mayoría de las gentes de los pueblos, según estos militares mercenarios, no tenían ideas políticas, sino agravios personales que vengar, y algunos se contagiaban con ese impulso satánico y sanguinario”.
El exilio también le preocupaba y le ocupaba (dos terceras partes de la novela transcurren en París). En un diálogo entre el protagonista del libro y otro individuo, Evans, el primero dice que “no sé si se nos puede llamar a nosotros desterrados, exiliados o proscritos. (?) Lo más exacto sería llamarnos turistas de ínfima categoría”. La naturaleza humana tampoco le daba buena espina a Baroja, y así dejó escrito en el libro que “por eso no se comprende la admiración que el perro siente por el hombre. Se ve que no le conoce. Si le conociera, no le admiraría. En vez de acercarse a él, echaría a correr, espantado, apenas le viese”. La desconfianza de Baroja se extiende también hacia sus paisanos: “Estas gentes se reprochan unos a otros su tendencia materialista, pero la realidad es que tanto una teoría como la otra son exclusivamente materialistas”.
Respecto a los escenarios, la novela se articula primero en Madrid (que es el punto de partida del viaje del Juan Elorrio) y describe un periplo por Castilla, Valencia, París y sudamérica. Pero la mayor parte de la novela transcurre en la capital francesa, en donde el propio Pío permaneció durante la guerra. Fiel a su estilo, no realiza una descripción exhaustiva de los escenarios; prefiere destacar los rasgos más significativos de su aspecto e historia, para enmarcar las idas y venidas de los personajes y sus diálogos.
Manuscrito. Escrito entre 1950 y 1951 (cinco años antes de su muerte), el manuscrito de la novela se encontraba en la casa familiar de los Baroja, en Itzea (Bera, Nafarroa), y formaba parte de una serie de novelas que Pío Baroja inició en 1950 con el título genérico de ‘Las saturnales’.
Guerra Civil y exilio. La novela está ambientada en la Guerra Civil y su protagonista, Luis Goyena, periodista y alter ego del escritor, huye a pie a Madrid; de allí a Valencia, después escapa a París y, por último, a Argentina. Al propio Pío Baroja la guerra le sorprendió en Itzea, en la ‘zona nacional’. Algunos soldados carlistas le reconocieron y estuvo encarcelado durante algunas horas. Tras ser liberado, cruzó la frontera y se fue a París. En la novela vuelca buena parte de esa experiencia vital.