en el mundo del boxeo se llama combate nulo aquel en el que no se concede la victoria a ninguno de los púgiles por haber conseguido el mismo número de puntos y algo parecido ocurrió en el debate del siglo producido por La 1, Atresmedia y Mediaset en un enfrentamiento inédito con cuatro líderes parapetados tras sencillos atriles desde donde disparaban y se defendían de los ataques en un fuego cruzado de todos contra todos y especialmente contra Rajoy. Tres espadas del periodismo televisivo para una noche larga, larga , larga, cargada de expectación y finalizada con cierta decepción, ya que nadie tumbó a nadie y todos se sacudieron con especial saña en algunos pasajes de las dos horas de pugna dialéctica, cada uno a lo suyo, sin exponerse en demasía. Cuatro líderes duchos en el manejo del florentino florete y todos ellos sabedores de sus debilidades y fortalezas que nunca traspasaron, obedeciendo instrucciones de los respectivos directores de campaña, lo que esclerotizó y acartonó muchos pasajes del largometraje. Una escenografía amable con gama de colores del azul a grises casi negros, sencillos soportes y todos de pie aguantando como cosacos la batalla por el liderazgo. Nadie sorprendió a la audiencia y se mostraron conocedores de la pelea política: Rivera con mayor seguridad que en la anterior comparecencia, Iglesias teatrero y con sorprendentes momentos de debilidad, Sánchez, segurola y desafiante en papel de candidato natural a La Moncloa, y el presidente en funciones guardando la portería con mayor o menor acierto, pero sin perder los papeles. La lejanía temporal entre el debate del lunes y la cita electoral aguará los posibles efectos en los votantes de lo que ocurrió en el plató, pero no fue mal ejercicio pedagógico y periodístico de algo que en democracia debiera prodigarse más, el noble arte del debate.