Donostia - Baltasar Kormákur (Reikiavik, 1966), cuya carrera se ha desarrollado a caballo entre Islandia y EEUU, regresó ayer a la competición donostiarra quince años después de concursar con Hafid/The Sea (2001). Esta vez presentó Eidurinn/The Oath, una película que ha dirigido, escrito y protagonizado en el papel de cardiocirujano que toma medidas drásticas ante la actitud del novio de su hija, un traficante de drogas muy manipulador.

El filme comienza en clave familiar pero pronto deriva hacia el thiller oscuro y sórdido presidido por esa frialdad tan propia del cine escandinavo. Kormákur consideró “muy importante” mostrar “cómo colapsa una persona que tiene una vida casi perfecta y que decide actuar por su cuenta”. “Toma una decisión, la lleva a cabo y eso cambia su vida”, aseguró el realizador, que ha descrito esa destrucción al contrario de lo que se ve en las películas de Hollywood, donde “la gente pega tiros y no hay consecuencias para ellos”. “En esta película solo hay un disparo pero arruina la vida de todos los implicados”, dijo el autor de Everest (2015).

The Oath también es una historia sobre la paternidad, sobre lo difícil que es lidiar con adolescentes -“tengo cinco hijos, estas canas no proceden solo de hacer cine”, bromeó- y sobre la “masculinidad perdida”. “El padre ejerce el papel de protector a la antigua usanza, pero ese papel ha cambiado hoy en día”, dijo sobre un personaje rodeado de mujeres: solo tiene hijas, su jefe en el hospital es una mujer, igual que la inspectora de policía que investiga el caso... “Muchos hombres están hoy un poco perdidos en esta situación”, agregó.

También subrayó el hecho de que la hija del protagonista esté enamorada de un bestia del que intenta “rescatarla” por la fuerza en lugar de “ganarla emocionalmente”. El personaje del traficante es capaz de cualquier cosa para conseguir sus objetivos, “pero eso no quiere decir que no quiera a la chica o que él sea malo para ella”. “Me interesa la ambigüedad moral de la situación, algo que en el cine americano no sucede”, indicó el director, para quien lo esencial en la película es que hay “un padre que intenta salvar la relación con su hija, y precisamente, eso que intenta salvar es lo que termina perdiendo” por actuar como actúa.

Así, el coguionista Ólafur Egilsson consideró que el filme también guarda un mensaje para los padres que invaden salvajemente la privacidad de sus hijos, que reaccionan con violencia “si les arrebatas la libertad”. “La línea que separa cuidar de una persona y agobiarla por completo es muy fina. Si los padres de Romeo y Julieta no hubieran impedido su relación, no habrían muerto”.

Asimismo, Kormákur explicó que no había querido protagonizar una de sus películas porque se odió por el papel que encarnó en su debut como director, 101 Reykjavík (2000). Sin embargo, en The Oath sintió que quería volver a intentarlo para mostrar su “vulnerabilidad” como persona. En esta ocasión ha quedado satisfecho con su actuación y con la decisión de abordar cuestiones sociales en clave de thriler para que sea “más entretenido” para el público.