pamplona - Caroline Collier llegó a Navarra en 1988 para dar clases en el entonces Conservatorio Pablo Sarasate. Y en 1991 fundó la Orquesta Sinfonietta Académica para dar salida a profesores y alumnos de música, pero, sobre todo, para aquellos que no iban a hacerse profesionales, pero querían seguir tocando. Y hasta ahora. “Con el concierto de mañana quiero dar las gracias a todos los componentes de la orquesta desde su creación, han sido cientos y todos han puesto su granito de arena”, dice la británica. El reclamo, sin duda, es atractivo: Prokofiev, Borodin, Kachaturian, ambas con el Orfeón, así como Shostakovich y Tchaikovsky.

Ya queda poco para el concierto que cerrará el aniversario.

-Sí, el miércoles es la ansiada culminación de los 25 años y lo tenemos todo listo. El domingo hicimos el último ensayo general y creo que está todo en su sitio.

¿Por qué han llamado al programa Titanes?

-Se llama titanes por los grandes compositores que componen el programa, pero también por los titanes que forman esta orquesta y por la lucha entre titanes que hemos mantenido y seguimos manteniendo para sobrevivir. Y respecto al programa en sí, su razón de ser es que es buena música para escuchar y buena música para tocar, que no es poco. Siempre intento buscar obras que al público le resulten agradables de escuchar con la esperanza de que si así les parece, vuelvan a vernos a otro concierto. Además, los programas también tienen que ser interesantes para los músicos. Esta no es una orquesta totalmente profesional a cuyos miembros se les paga para venir a tocar; no, esta gente tiene que querer venir.

¿Cómo llegó a Navarra y por qué fundó Sinfonietta Académica?

-Uf, eso es muy largo (ríe). Llegué a Navarra contratada por el Conservatorio Pablo Sarasate para dar clases de violonchelo y de música de cámara, y también me encargué de dirigir lo que era la Joven Orquesta Pablo Sarasate. Cuando terminé mi contrato, se notaba que los estudiantes tenían sed por tocar en una orquesta. Entonces, Santa Cecilia empezaba a cambiar para convertirse en profesional, así que había gente que ya no podía entrar y me preguntaba qué hacer. Lo intentamos y tras 25 años aquí estamos.

¿Ha superado los retos que se propuso entonces?

-Una organización como esta tiene muchos retos por superar, económicos, administrativos y musicales, y cada uno es importante en el día a día. Hemos ido lidiando con ellos, mejor o peor, cada año y no voy a decir que está todo hecho, porque cada reto musical es más grande, y los administrativos y los económicos siguen ahí, pero supongo que a todas las agrupaciones musicales de la comarca de Pamplona les pasa igual. ¿Que todo podía ir mejor? Por supuesto, por eso seguimos trabajando para mejorar.

¿Y cuál es la esencia de la orquesta?

-Desde el principio hemos querido ser un enlace con muchos elementos. Un enlace con los alumnos que salen del Conservatorio de Grado Medio que deciden no estudiar el Superior, pero que tienen un gran nivel para tocar en una orquesta; también un enlace entre profesores y alumnos dentro de la propia orquesta, y un enlace con la sociedad. Puede que no se perciba, pero esta orquesta es un microcosmos de la sociedad navarra. Ni es toda amateur, ni es toda profesional. Se trata de que nosotros, que sabemos un poco de música, compartamos la música dentro de la formación y con el público.

¿Qué objetivos tiene la formación?

-Incorporar a toda esta gente que te he mencionado a una orquesta que funciona como una sinfónica, con sus ensayos regulares cada semana y cada mes. Tenemos planes continuos y, como cualquier otra formación, queremos abordar el repertorio sinfónico grande, el clásico, el contemporáneo, el moderno... Todo. Y mi exigencia es igual con estos músicos que no son profesionales que con otras orquestas con las que trabajo.

¿Cuáles diría que han sido las principales evoluciones que ha atravesado la orquesta desde que nació hasta ahora?

-Pues empezamos siendo poco más de veinte músicos y ahora estamos más de sesenta. Y hemos pasado de interpretar obras sencillas a otras técnicamente más complicadas y más grandes. Entre viento y cuerda, hay más de veinte personas que llevan conmigo desde el principio. Entonces tenían 18 o 20 años y ahora ya tienen sus propios hijos. Cada año también llega gente joven, pero el núcleo, la base está formada por gente que se identifica fuertemente con la orquesta, y eso es muy importante. Ellos son la memoria colectiva de este proyecto.

En estos 25 años habrá visto cambios en la música clásica en Navarra.

-Mucho. La evolución ha sido grande. La programación ha vivido un boom. El mismo hecho de que mañana vayamos a actuar en Baluarte es un lujo. Es un lujo tener un espacio así que pueda acoger agrupaciones de la ciudad como la nuestra. Y artísticamente, todas las agrupaciones hemos ido de reto en reto. Pamplona debe estar orgullosa de la cesta variada que tiene de formaciones musicales.

¿Cómo ha tratado el público a Sinfonietta, se ha sentido abrigada?

-Claro que sí, tenemos un gran público. Por supuesto, están los amigos y familiares, pero ahora también hemos desarrollado la comunicación a través de redes sociales y por Internet y en los últimos años hemos notado que el público ha crecido. A ver cómo se porta el miércoles (ríe).

¿Se ha sentido lo suficientemente apoyada por las instituciones?

-Hay etapas, y se trata de sobrevivir. Hemos tenido 25 años de un apoyo casi continuo del Ayuntamiento, y lo apreciamos mucho, y en los últimos tiempos también nos ha ayudado el Gobierno, de modo que hemos podido actuar fuera de Pamplona, en lugares donde quizá les sea más difícil acceder a este tipo de conciertos. No nos podemos quejar, pero, claro, nos gustaría tener más. Todos hemos sufrido recortes estos años, pero si le quitas a un grande no es lo mismo que si le quitas a un pequeño...

¿Qué desafíos le esperan?

-En lo económico, el reto es tener suficiente seguridad para plantear la parte musical con menos improvisación. En lo administrativo, me gustaría que se compensara a las personas que hoy hacen tareas de manera desinteresada porque me quieren y quieren a la orquesta. Y, en lo musical, nos gustaría hacer más conciertos, pero para alquilar partituras y trabajar con solistas hace falta dinero...

¿Por qué estamos en el Colegio Luis Amigó?

-Ese es un reto que no hemos superado. Somos como los trovadores, vamos cantando por aquí y por allá. No tenemos sede. Empezamos en la Casa de la Juventud, pero se nos quedó pequeña; luego estuvimos en un par de sitios de Pamplona, pero, claro, los locales deben tener horarios flexibles, porque los músicos vienen a ensayar después de sus trabajos. Y ahora estamos aquí, nos sentimos muy bien acogidos, pero esto es una escuela y tal vez no sea el lugar más adecuado. Si alguien puede ofrecernos un espacio, nosotros encantados.