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El viento fresco de la JONDE

CONCIERTO la JONDE

Intérprete: Joven Orquesta Nacional de España (JONDE). Solista: Clara Andrada, flauta. Dirección: Cristóbal Soler. Programa: obras de José Luis Turina, Jacques Ibert y R. Strauss. Programación: Fundación Baluarte. Lugar: sala principal. Fecha: 10 de enero de 2018. Público: tres cuartos de entrada (25, 18, 12 euros).

Seguimos con verdadero cariño y apoyo a la JONDE. Aún recuerdo la magnífica versión del Caballero de la Rosa de agosto de 2014, también en Baluarte. Son jóvenes muy preparados, que están en ese periodo de formación en el que todo son pruebas de acceso para todo; en el que se sienten examinados de todo, y durante el que deben estar en la permanente tensión en la búsqueda de las oportunidades. Quizás sea el concierto de los encuentros uno de los momentos más felices y compensatorios de tanto esfuerzo. Para ellos y para el público. Nada hay como el sonido de una gran orquesta de la que se forma parte.

Suele esta formación albergar también a un compositor residente que enfrenta a los jóvenes músicos con estrenos, a menudo de duras disonancias. Pero, en esta ocasión la partitura de José Luis Turina (1952), aún incidiendo en las disonancias de las disonancias de Alonso Mudarra, es una obra magníficamente comprensible: cuya modernidad y originalidad engulle, sin anularlos, los temas del renacentista español, y los va devolviendo a instrumentos solistas y a una orquestación que todo lo funde. Es una obra hermosa, de densidades en la cuerda -ese pasaje fugado- que enlaza sin complejos la tradición con lo nuevo.

La flautista salmantina Clara Andrada -ya consagrada- fue la protagonista de la segunda obra de la tarde: el Concierto para flauta y orquesta de Ibert. Una partitura agradable, que fluye tranquila por una flauta tratada sin demasiados sobresaltos, con predominio de la zona media. Precisamente el mérito de la intérprete está en mantener la tensión en esa horizontalidad; con un sonido muy bello, redondo, limpio, a madera, y mandando sobre el volumen de la orquesta, que, siempre la respetó. No hubo nunca un tira y afloja de incomodidad en ese sentido. Una propina muy en la línea ondulante del Fauno -La Pastora cautiva- agradeció la ovación del público.

Como también suele ser habitual en la programación, cierra la velada un gran poema sinfónico que de debida cuenta de poblado encuentro de jóvenes músicos. En este caso: Así Habló Zaratustra, de R. Strauss. El comienzo se asienta en el pasaje oscuro de contrabajos antes de estallar en uno de los temas más conocidos del repertorio universal. Bien solucionado, sin mayores prolongaciones por parte del titular Soler, queda -como siempre que no hay órgano de tubos- un poco deslucido en la conclusión. En general, los intérpretes soportan bien los continuos retos de la partitura: la cuerda aguanta la tremenda presión de los vaivenes sonoros, con un empaque francamente hermoso; los metales y la percusión tampoco se desmadran demasiado. Y los fragmentos de música de cámara quedan bien definidos. Es una fiesta orquestal. De propina, Soler arranca de los chicos y chicas una fulgurante entrada del Lohengrin de Wagner. Y, como colofón de buen rollo, un pasodoble. Siempre es saludable escuchar un pasodoble bien tocado.