pamplona - Impresiones y paisajes, como el primer libro de Lorca. Así se titula el disco que el guitarrista desgranará esta tarde en Pamplona en un recital que es un viaje sensorial e intelectual y en el que también incluirá otras piezas como Preludio, de Fernando Remacha, “uno de los compositores navarros más relevantes y silenciados del siglo XX”.
En Impresiones y paisajes, Federico García Lorca, realizó una crónica de su primer recorrido por Galicia, y creo que Samuel Diz descubrió este libro también durante un viaje.
-Fue hace ya unos años, durante una gira que, precisamente, me llevó a Pamplona, concretamente a Civican. Lorca era músico en el momento en que escribió este libro, la Universidad de Granada organizó una serie de excursiones culturales por el país, de acuerdo con la filosofía de la Institución Libre de Enseñanza de poder sentir los lugares para aprender de ellos. A partir de esa experiencia él escribió estas páginas, que no dejan de ser una descripción musical de los paisajes. Yo entonces ya estaba muy metido en el mundo de la Generación del 27 y me interesó mucho ese diálogo entre la parte musical y literaria de aquel momento.
Esa crónica presenta una Galicia muy dura por momentos.
-Sí. Ellos llegan en 1916 a una Santiago de Compostela en blanco y negro, con esa lluvia tan característica de la ciudad y estampas muy duras. Los capítulos de Galicia son oscuros, a diferencia de otros, que tiene más luz. Pero eso es propio de la Generación del 27, con partes de sombras y partes de luz. Lo popular y lo erudito. Esos contrastes están presentes en el libro. Pero se nota que Galicia le impresionó, sí.
¿Cómo diseñó el disco a partir de este libro, qué autores tenía claro que debían estar?
-Había dos puntos principales a la hora de elegir a los compositores. Uno de ellos es que tenían que estar aquellos autores que tuvieron una relación más estrecha con Federico, y que aparecen en su epistolario y en otros textos, como, por ejemplo, Rosita García Ascot, con la que se abre el disco. A partir de ahí, están los compositores relacionados con Manuel de Falla, conocidos como el Grupo de los Ocho, y también los que trabajaban en ese momento en Cataluña, como Robert Gerhard, por citar a uno de los más representativos. Los primeros seguían una línea de lenguaje más compacta, por influencia de Falla, y los segundos trabajaban de manera más individual y estaban más influenciados por el impresionismo francés y por otras corrientes europeas.
En ese Grupo de los Ocho estaba el navarro Fernando Remacha, al que no sé si se le ha llegado a hacer suficiente justicia.
-Afortunadamente, en los últimos años parece que está comenzando el proceso de recuperación de su obra. La Guerra Civil marcó dos rumbos en el Grupo de los Ocho. Varios de los compositores se exiliaron, como Rosita García Ascot y Rodolfo Halffter, en México, y otros a otros países; mientras que algunos se quedaron, como Fernando Remacha. En su caso, él vivió un exilio interior, que en muchas ocasiones fue mucho más duro que el de quienes se fueron. Hace poco he tenido la suerte de investigar a los autores que estuvieron en México y he podido ver que, pese a todo, hay mucha luz en las obras que compusieron allí. Los exiliados se reinventaron.
La vida les dio otra oportunidad.
-Aunque suene duro decirlo, así es. Frente a eso, Remacha vivió un duro exilio interior, trabajó en la ferretería familiar y hasta los años 50 no retomó su relación con la música. Luego fundó el Conservatorio, más tarde vino el Premio Nacional de Música, pero la suya ya fue una carrera interna. Durante el franquismo, los compositores que consiguieron escribir música en España tuvieron carreras solo dentro del país. La pena es que la obra de Remacha cayó en el olvido durante años y lo bueno es que varias personas están trabajando ahora en su recuperación.
Hoy va a tocar Preludio.
-Sí, una obra que se recuperó en el año 2010. Escribió esta partitura en 1929 después de haber estado de becario en la Real Academia de España en Roma, y lo hizo pensando en Regino Sainz de la Maza, que era el guitarrista de la Generación del 27.
Pero no incluyó esta obra en el disco.
-No, pero este es un proyecto vivo. Voy recuperando partituras de forma continua. El disco quedó grabado con esas obras, pero hoy voy a tocar algunas obras que están incluidas en él y otras que no. Así yo no me aburro, busco nuevas motivaciones y también contextualizar los conciertos en cada lugar a través de vínculos especiales, como en este caso es la obra de Remacha.
¿De dónde surgió su interés por la Generación del 27?
-Pues mi primer contacto con esos autores fue en el Bachillerato, pero ya los había casi olvidado cuando me encontré con la figura de Jesús Bal y Gay, músico de esa época de origen gallego que me causaba mucha admiración y con el que me sentí identificado. Poco a poco fui introduciéndome en ese mundo y a día de hoy puedo decir que estoy totalmente absorbido por él.
¿Qué papel tuvo la guitarra en ese momento de efervescencia cultural?
-Tuvo un papel fundamental. Después de 1898, la identidad española de ese momento estaba en crisis. Había perdido sus colonias de ultramar y en ese momento hubo artistas como Picasso que tomó la guitarra como símbolo, desde su época azul hasta sus cuadros cubistas. La guitarra le ofrecía estéticamente unas líneas muy atractivas y, por otro, el instrumento tiene esa sensualidad femenina que también le interesaba. Sin olvidar esa carga popular que, como malagueño, llevaba dentro. Eso pasó con él y con otros pintores y también con muchos poetas. Y con este disco he querido dar a conocer esa banda sonora original de la época.
En aquellos años, el contacto entre artistas de diferencias disciplinas era algo habitual, no así hoy.
-En eso tuvo mucho que ver una institución como la Residencia de Estudiantes, que en aquellos años vivió su época de oro. Había una programación continua de conciertos, allí vivían Dalí, Buñuel, Lorca... Y el contacto era continuo. Nunca hay que olvidar que, en el fondo, eran un grupo de amigos.
Seguro que no le importaría hacer un viaje en el tiempo y pasar algún rato allí.
-(Ríe) Como cualquier friki de cualquier cosa, me encantaría vivir aquello por un momento. De hecho, en parte lo hice cuando hace unos meses viajé a México y pude conocer a personas de aquel tiempo que aun viven y que siguen vinculadas al mundo artístico. Comprobé que ese espíritu permanece vivo.