Jaume Plensa se considera, ante todo, escultor, aunque en la retrospectiva que se podrá visitar en el Macba hasta el próximo 22 de abril se presenta algún aspecto poco conocido del artista, como su vertiente fotográfica.
La obra de Plensa se exhibe en Barcelona “22 años y un día” después de su última exposición en un museo barcelonés (Fundación Miró, 1996). La muestra, que a partir de junio de 2019 se exhibirá en el Museo de Arte Moderno de Moscú, integra más de una veintena de piezas.
“En el momento político tan convulso que vivimos en todo el mundo, cuando no se cumple ni una coma de la Declaración de los Derechos Humanos, el arte tiene la capacidad de iluminar la vida y eso me da esperanza en el futuro de la humanidad”, ha dicho un reflexivo Plensa. Esta exposición “pide y construye físicamente silencio, un silencio que hoy es más útil que gritar, en medio de tanto ruido mediático”, ha reiterado el artista.
Las obras Tras contemplar una gran fotografía de su estudio, en el que se acumulan maquetas y esbozos, materiales y herramientas, anotaciones y rastros de una vida, el recorrido se inicia con Firenze II (1992), un inmenso signo de interrogación que se apoya en el suelo y la pared, en consonancia con la idea de Plensa de que “la escultura es la mejor forma de plantear preguntas”. A modo de pérgola, Mémoires Jumelles (1992), obra compuesta por once puntales de hierro extendidos entre dos muros enfrentados, da paso a varios espacios en los que el espectador es partícipe. En Matter-Spirit (2005), el visitante golpea la pieza con un mazo; en Rumor (1998), inspirada en un poema de William Blake (“Un pensamiento llena la inmensidad”), una gota de agua llena de forma literal todo el espacio.
Una cortina formada por letras metálicas tintinean en Glückauf? (2004) mientras es atravesada por el público; y en Dante’s Dream (2003), el observador se siente trasladado al interior de un claustro con el arrullo del agua que se precipita sin cesar desde una botella volcada sobre una banqueta hasta un cubo sobre el suelo. “Esta pieza -comenta Plensa- remite con su sonido a la infancia, a las fuentes del Mediterráneo, al flujo de la vida”.
Silence (2016) reclama justamente lo contrario, “invita al espectador a observarla en silencio”. Plensa, que cree que “el arte nunca es una dirección, sino que es una consecuencia”, ha propiciado que, por primera vez en la historia del Macba, se incluye un espacio exterior como si fuera una sala más del recorrido, en el que ha instalado The Heart of Trees (2007) y The Heart of Rivers (2016). Es la constatación de la energía que siempre ha dedicado Plensa al arte en el espacio público y constituye, según sus propias palabras, “una pieza romántica literalmente, que ayuda a fabricar silencio, que creo que hace mucha falta”. En este jardín plensiano, los árboles son abrazados por esculturas humanas sobre las que aparecen impresos los nombres de árboles y de compositores de música clásica. - Efe