pamplona - Está claro que un disco como Paradÿsso, con todo lo que significó, os cambió la vida, pero, de una manera diferente, ¿esta Sinfonía del Paradÿsso también os la está cambiando ahora, ya que la banda se ha implicado en un proyecto que va mucho mas allá de la mera grabación de un álbum?

-La verdad es que sí. Este fue un proyecto que empezó haces dos años y medio, porque justo antes de sacar Vulcano ya estábamos metidos en esto. La verdad es que se trata de un proyecto bastante importante que nació como un homenaje al disco Paradÿsso, que cumplía 15 años, y que es cierto que cuando salió nos cambió la vida a todos, ya que nos posibilitó poder dedicarnos a esto y vivir de la música. Fue el cambio más importante que hemos tenido como músicos. Por eso queríamos rendirle un tributo bonito, hecho con mimo. Fuimos pensando ideas hasta que coincidimos en que sería un disco con orquesta. Con esa idea en la cabeza, dimos con el arreglista y el director y estuvimos trabajando con ellos durante dos años, rehaciendo canciones y realizando una labor casi de chinos. Pero, como dices, es un trabajo que nos ha cambiado la vida, la recompensa la estamos recogiendo en los conciertos porque la gente está encantada.

Lo curioso es que decidierais grabar tanto vosotros como la orquesta en estudio, cuando lo habitual en este tipo de formatos es que se graben en directo, ¿por qué?

-Al principio, lo íbamos a hacer en directo, como lo había hecho todo el mundo hasta ahora. Pero Warner (su sello entonces) no lo vio, porque veníamos de editar otro directo y nos habíamos metido con Vulcano entre medias y, además, nos dimos cuenta, conforme nos iban mandando los arreglos de la orquesta, que no salía todo el protagonismo que queríamos darle a la orquesta. Y es que compites con frecuencias de sonido, las guitarras abarcan mucho rango coincidiendo con los violines, los chelos... Eso no iba a quedar bien y, con todos los respetos, iba a desembocar en el típico disco de un grupo con la orquesta detrás, con ciertos pasajes muy bonitos. Pero nosotros no queríamos eso, queríamos todo lo contrario, que el principal protagonista fuera la orquesta. Esto significó que tuviéramos que rehacer los temas otra vez, cambiar los riffs de guitarras, ver qué sonidos cambiábamos... y eso en un directo es inviable porque hay mucho ruido y cualquier error puede provocar otros en el resto de músicos. Así que nos lanzamos a hacer algo que no había hecho nadie, grabando nuestra parte en Madrid y la de la orquesta en un estudio en Oviedo. Y la verdad es que ha sido una delicia y también algo diferente para la gente.

Y no solo eso, sino que os habéis liado la manta a la cabeza y para esta gira no solo habéis trabajado con la orquesta de Oviedo que grabó el álbum, sino que lo hacéis en cada ciudad a la que vais con orquestas jóvenes. En el caso de Iruña será la casi recién nacida Joven Orquesta de Pamplona.

-Son retos que ves desde fuera y parecen más complicados de lo que son. La gente que estudia música clásica es muy metódica y lee partituras perfectamente. Todos los arreglos se les mandan unos meses antes, los ensayan con su director, nosotros estamos en contacto permanente con ellos, solventando cualquier duda sobre el repertorio o los tempos de las canciones. Es más fácil de lo que parece y, por ahora, todas las experiencias que hemos tenido, tras haber trabajado con tres orquestas diferentes, han sido fantásticas. Todas se han implicado mucho y al ser jóvenes, aunque toque un chelo o una viola, también les gusta el rock. Además de lo que emociona viéndote sobre un escenario sonando tan potente y ante tanta gente, ya que no es el típico concierto de música clásica. Ni tampoco uno de rock. Y esa sinergia hace que todo sea bastante bonito. Para Pamplona teníamos varias opciones y esta es la que más nos convenció, sobre todo porque es gente joven que le mete mucho entusiasmo y energía.

Esto quiere decir, como curiosidad, que llegáis al concierto sin haber ensayado previamente ni una sola vez con la orquesta de Pamplona.

-Excepto con la orquesta que hicimos el Palacio de Congresos de Madrid, no hemos ensayado previamente con ninguna. Pero, eso sí, las pruebas de sonido son larguísimas. Es un trabajo extra que nos estamos metiendo para el cuerpo. Habitualmente, un grupo llega a eso de las seis de la tarde a la sala, hace la prueba de sonido, descansa un poco y sale a tocar sobre las diez. Nosotros, en esta gira, llegamos a las doce del mediodía. De esta forma podemos pasar las canciones, solventar dudas... pero la verdad es que lo tienen tan bien preparado, al igual que nosotros, que hay muy pocas cosas que ver; es más un tema de sonido que de ejecución. Sabemos que lo van a hacer bien, de hecho, muchas veces tenemos nosotros tenemos más inseguridades que ellos.

Aunque en un proyecto como este lo habitual es que se hable sobre todo de la orquesta, hay una parte fundamental, clave, que son los arreglos, en este caso realizados por Javier Blanco. Desde la guitarra, ¿cómo has visto la transformación de las canciones al ser vestidas con aire clásico?

-Ha sido muy interesante, pero también con momentos duros, lógicamente, porque tras estar toda la vida tocando una canción de una manera, de repente tienes que cambiarla para que las cuerdas tengan más protagonismo. Incluso hemos tenido que cambiar el espectro de los amplificadores; al principio nos costó entenderlo, pero nuestro técnico e ingeniero Alberto Seara, lo tenía clarísimo y nos dijo que si queríamos que sonara todo, debía estar en un sitio concreto; si nos pisamos el pie no sale nada. Por eso ha sido tan largo el proceso, somos ya mayores y cambiar la forma de trabajar, te cuesta. Ha sido complicado, pero muy bonito, y a la vista de los resultados, muy gratificante.

Vosotros habéis tenido que cambiar la forma de trabajar, pero, ¿la respuesta que recibís por parte del público también llega de forma diferente en estos conciertos?

-La verdad es que desde arriba también es muy diferente, son conciertos más solemnes, más estoicos, pero que también cuentan con subidas y bajadas. Así, hay partes en las que el público se pone de pie, aunque esté en una butaca; y otras en las que les ves sentados y se emocionan con fragmentos a los que nosotros no dábamos tanta importancia, que son instrumentales, tipo banda sonora. De hecho, ha habido muchas canciones que han resurgido y resucitado, que ni siquiera tocábamos en directo en la época de Paradÿsso, que ahora mismo tienen un protagonismo fundamental, incluso más que algunos singles, porque con la orquesta han ganado mucho. Y las tocas con la piel de gallina. Pero eso es lo bonito, reinventarte y que la gente vea un espectáculo diferente; y lo notan. No es el típico concierto de energía de Sôber, de saltar y correr, esto es otra cosa más de sentimiento y de disfrutarlo.

Hablamos todo el rato de Paradÿsso pero el disco y el concierto también incluye los temas, Náufrago, El hombre de hielo y Superbia, ¿tres guiños hacia los seguidores y al resto de vuestra discografía?

-Sí, hemos hecho una selección de temas que podían ir muy bien con la orquesta, que van en el CD pero no en el vinilo por cuestión de espacio. El hombre de hielo es una barbaridad, épico total; Náufrago es una canción tan abierta y sentimental que admite cuerdas por todos lados; y Superbia es que ya se hizo con un coro de ópera, por lo que ahora todo cuadra, y cuando la tocamos, la gente se vuelve loca, es como cuando AC/DC saca los cañones. Y eso mola mucho.