la habana - La capacidad de un gobierno para promocionar o cercenar una generación de creadores pone los cimientos a la segunda exposición en solitario del cubano Marco Castillo, quien se ha metido en la piel de un decorador modernista para ilustrar este fenómeno. Esta es la principal aportación de Castillo a la XIII Bienal de La Habana que comenzó ayer, pero se trata sobre todo del tributo del artista al modernismo de su país y a una prometedora vanguardia del diseño cubano, truncada por la radicalización del pensamiento en la isla desde la Revolución de 1959.

Con once instalaciones y un vídeo, la exposición La Casa del Decorador parte del interiorismo de los años 50, de corte abstracto y con influencia estadounidense, hasta llegar en las dos décadas posteriores a diseños más lineales de inspiración soviética. “Está basada en el diseño de interior, que siempre describe mucho quiénes son las gentes que habitan una casa e incluso hasta orientaciones políticas en determinados casos, la calidad de vida, clase social...”, señaló Castillo.

En este caso, el artista se comporta como un diseñador que empieza a trabajar en esa primera década, “atraviesa el periodo de la Revolución, y es interesante ver cómo va modulándose desde un interiorismo con aspectos más abstractos y comerciales hasta unos objetos que tienen un compromiso incluso político”. Castillo ha querido hablar de esa generación de diseñadores que comenzó a trabajar en los cincuenta y se involucró en una “revolución estética” que pudo ser y no fue. - Efe