otra gran banda. La Lira de Pozuelo se presenta como banda sinfónica, muy nutrida -pasan de los cien- y con siete violonchelos y un contrabajo. En algunos atriles, críos de doce o trece años; el timbalero de una de las obras, que apenas sobresale de los parches, jovencísimo, también, hace una verdadera exhibición de dominio, y de precisión en las entradas; en el resto de la percusión, también se mueven, contando los compases de espera al milímetro, gente menuda: es el mundo mágico de las bandas de música, donde abuelos tocan junto a sus nietos. Maravilloso. Los madrileños traen un programa enjundioso, y, como ha ocurrido en otros conciertos, unos solistas memorables; tanto solista como los primeros atriles de trompa, -absolutamente excepcional-, saxo, celesta, xilófono, trombón, oboe, clarinete? Comienza el concierto con la vistosa fanfarria del festival (de Egea), a modo de saludo y presentación. Sigue la Continental Overture de Johan de Meij, muy activo en el festival, y al que el titular Maxi Santos, cede la batuta. Otro síntoma de calidad de la banda: maleable y dúctil al mando del compositor. Es una obra marchosa y con brillo, con una parte lírica a la que los de Pozuelo sacan un sonido algodonoso francamente hermoso. El concierto para trompeta de Serrano Alarcón es tonal, pero de corte muy moderno en algunos tramos: virtuosístico, exigente, inquieto, en su primer tiempo, José Sibaja le saca, además, ricos timbres con sordina; el andante nos evoca la noche neoyorquina, muy expresiva la trompeta con la cosquilleante sordina, a la que da réplica el saxofón, el último movimiento, nos lleva a un allegro un tanto caribeño, o, mejor, de todas las influencias -o muchas- del mundo sonoro de estos conjuntos: jazz, etc. Un rico muestrario tímbrico. Del mismo compositor: su segunda sinfonía, compuesta en 2017. Palabras mayores. Introducirse en el mundo sinfónico es completar una narración totalizadora del universo del compositor: el comienzo es heroico, la banda empastada y de sonido amplio; le sigue un tramo más informal, más incidental, para adentrarnos en el pasaje lento, misterioso, donde se luce la trompa en fraseos largos; un esplendoroso tempo de vals, (a lo Ravel, para entendernos), hace lucirse al tutti, también a las varas, clarinete?; y un rápido y electrizante galop, nos acerca al final, con tramos calmados y con un acogedor fraseo de la saxofonista primera, que plantea el tema, y que repiten todos, hasta llevarlo a la apoteosis. Termina el concierto con el Poema Sanférmico del titular de la Pamplonesa: siempre nos gustó esta obra, por la síntesis y destilación temática y musical que hace de los Sanfermines: despertares -con un fraseo lento de la trompa, llevado al extremo del fiato-; temas explícitos -Uno de enero, A san Fermín pedimos?- dianas, solemnidad procesional, tauromaquias, sonidos de txistu, jota, etc. Maxi Santos -austero de movimiento, sin batuta, eficaz, elegante-, entresaca bien la riqueza temática y su sanferminero caos final. De propina: un pasodoble de Luis Serrano, dedicado a la banda La Lira de Pozuelo.