Dtodos es sabido que a finales de agosto en Pamplona manda el flamenco, con multitud de actos en todos los horarios y rincones. Pero esta siempre fue una ciudad de contrastes y, musicalmente hablando, omnívora. Por eso es una suerte que haya promotores que sigan con su programación habitual, aportándonos los nutrientes necesarios para una dieta cultural rica y variada. Es el caso del Caballo Blanco, que el pasado jueves ofreció su terraza para que El Desván descargase su habitual ración concentrada de rock’n’roll. Siempre es un placer reecontrarse con este grupo; lo vimos presentando su nuevo disco, La taberna del infierno, hace un año y medio en Indara y volvimos a disfrutar de su música como telonero de Marea, donde ya volvía a estar Patxi Morillas en la guitarra, formando un tándem brutal junto a Gabri. Como dijimos de Con X The Banjo (con quienes colaboraron la semana pasada), ojalá tengamos muchas más oportunidades de volver a verlos, pues nunca defraudan. Esperemos que la gira que están desarrollando con Marea por todo el territorio nacional les sirva de escaparate para un público más amplio, pues tienen argumentos de sobra para convencerlo.

Arrancaron con la correosa La impotencia de quererte y sonando tan aguerridos como acostumbran. Gabri forzando la voz desde lo más profundo de sus entrañas, sacando el corazón por la garganta. Dani Cifuentes pulsando con mucho sentimiento las cuerdas de su bajo. Ander Orduna imprimiendo toda la fuerza necesaria desde atrás con su batería. Y Patxi, que estrenaba un look rubio total tipo Billy Idol, con toda la rock’n’roll actitud que atesora. Siguieron con otros cortes en los que se mantuvieron fieles a su estilo. En la presentación de Es verdad, Gabri lanzó al aire su deseo de que ojalá, en algún momento, no estuviésemos gobernados por políticos corruptos. La siguiente, El vagamundo, la dedicaron a los músicos que siguen adelante frente a todas las adversidades (bien podrían ser ellos los protagonistas de la letra, un grupo honesto que sigue su camino sin desfallecer, aunque, según dijo, la canción está inspirada en alguien concreto cuya identidad no quisieron desvelar).

Le siguió Cosa de dos, con su guitarra inicial tan Extremoduro y su letra sobre las personas que el destino coloca en nuestro camino. Encarábamos la recta final con el tema que dio título a su último álbum, La taberna del infierno, y anunciaron (irónicamente) una balada para despedirse, pero en su lugar dispararon a bocajarro El coraje del silencio, posiblemente el tema más sucio y acelerado de toda la noche. No bajaron la intensidad ni la velocidad en los bises, con Perros de corral y Una noche más, en opinión de quien firma estas letras, los dos mejores cortes de su muy recomendable último trabajo. Y aunque el público seguía pidiendo más, los tiempos mandaban y el concierto terminó ahí. Que no aflojen nunca los chicos de El Desván, que nosotros seguiremos apostando por ellos.