joaquín Sabina ha puesto letra y música a muchas de las vivencias, las malas y las buenas, de al menos dos generaciones. Ahora, en su 70 cumpleaños, Sony publica 70, una antología que dedica una vela musical a cada uno de esos años, de las antiguas, como Princesa o Pongamos que hablo de Madrid, a recientes como Lo niego todo. Jackson Browne también festeja el aniversario de su disco más vendido, Running on empty (Rhino. Warner), el que incluía Stay.

Con traje de cantautor, rockero o contaminado con aires latinoamericanos, Sabina ha marcado “a toda una época y a un par de generaciones”, según Pérez-Reverte. Aquel que antaño se sentía un hippie libertario y republicano, y que actuaba en los mítines de la izquierda a finales de los 70. El que se veía como un pirata cojo, el más chulo del barrio, el que portaba por bandera un par de tibias y una calavera, ahora se codea con los Reyes y solo recibe en casa, donde lee y escribe a espuertas tras dejar, por motivos de salud, las barras de los bares.

70 es un cuádruple CD que repasa su trayectoria en su setenta cumpleaños. Casi cuatro décadas de carrera, ya que empezó tarde, a canción por año, con todas las letras y en formato de lujoso disco-libro, con declaraciones de Reverte, la directora de cine Azucena Rodríguez, alias La Rubia; o el pintor Juan Vida. Allí se agrupan todos sus éxitos, con los que ha vendido más de 10 millones de copias, la mayoría en estudio, algunos en directo, casi siempre solo y, a veces, compartidos con Alberto Pérez o con Fito Páez.

Y Sony los agrupa sin orden ni concierto, partiendo de su presente reciente con Lo niego todo, el disco compartido con Leiva. Bucea en sus inicios, cuando recién llegado de Londres abrazó la canción de autor a finales de la década de los 70, rodeado de malas compañías y ya en Madrid, en La Mandrágora. Canciones inolvidables y de poso acústico como Calle Melancolía o Pongamos que hablo de Madrid.

Y aunque lo niegue todo, incluso la verdad y su debut, Inventario, del que no hay representación en 70, su vida está en estas canciones, que fluctúan entre los arquetipos de barrio y lumpen de Qué demasiao (una canción para El Jaro), Pacto entre caballeros o Conductores suicidas, a sus versos más elevados, poéticos y románticos en himnos como Y sin embargo, ¿Quién me ha robado el mes de abril?, Princesa o Que se llama Soledad.

Como Dylan, se electrificó después y se convirtió en una estrella con la rumba 19 días y 500 noches, cuando entraba en el nuevo milenio tras trasladar su éxito a Latinoamérica, de donde regresó con su gabán repleto de bolero, milonga, tango, son... ¿La prueba? Con la frente marchita, Por el bulevar de los sueños rotos, que transitaba Chavela, o Y nos dieron las diez, que se agolpan en estos cuatro discos entre sus tonadas más cercanas, de 69 punto g a Lágrimas de mármol.

Jackson Browne El músico estadounidense, puntal del sonido californiano, ya era una estrella cuando salió de gira en 1977. Podía jactarse de haber grabado The pretender, These days, Late for the sky o un Take it easy que sus amigos The Eagles llevaron al cielo de las listas. Compartiendo su autobús de gira y muchas sustancias con un grupo de músicos excelsos, Browne decidió captar “la esencia de la carretera y mi efervescencia creativa” en las 10 canciones de Running on empty, su disco más popular y vendido (7 millones), a la par que el menos ambicioso, al estar grabado en vivo.

42 años después, se ha publicado en una edición mejorada en sonido, tanto en CD como en vinilo. Y muestra la vigencia de unas canciones que son un homenaje a la carretera desde su portada y los primeros versos del tema titular: “mirando cómo la carretera corre bajo mis ruedas... vacío y sin energía, pero corriendo hacia adelante”. Y lo hace a ritmo de folk rock eléctrico en You love the thunder, de baladas sentidas como Rosie o Love needs a heart, preciosas con él sentado al piano, y múltiples guiños country & western, como en Shaky town.

El disco combina temas propios inéditos y versiones, entre ellas la folkie The road, canción de Danny O’Keefe sobre la vida del músico en la carretera; Cocaine, de Reverend Gary Davis; y Stay, el clásico de Maurice Williams y The Zodiacs, unido al tema The load out. Fue el single, en dueto con Rosemary Butler y con el falsete puntual de David Lindley (steel guitar y violín), que tiró comercialmente del álbum y lo convirtió en un clásico.