pamplona- La sala de Cámara de Baluarte acoge hoy a las 19.00 la apertura oficial de la 14ª edición del festival Punto de Vista de la mano de Zumiriki, un naufragio en la memoria, una experiencia de cuatro meses aislado en un bosque, con la única compañía de dos gallinas, un pequeño huerto y un reloj detenido para siempre a las 11 horas, 36 minutos y 23 segundos. Estará su autor, Oskar Alegria.

Loprimero y más evidente, ¿qué significa para Oskar Alegria inaugurar Punto de Vista y, además, hacerlo con Zumiriki

-Me da que de entrada es comprobar que me he hecho viejo... aunque, bueno, Zumiriki es una película que persigue precisamente eso: detener el tiempo o vivir fuera de él. Filmar es vivir dos veces, como se dice en un momento muy vital de la experiencia que tuve de retiro en el bosque. Pero inaugurar... eso me da que es mejor que clausurar, ¿no? El filme ya tiene una parte importante de clausura al pasar cuatro meses encerrado como un monje en soledad y en una pequeña cabaña de madera con aforo, como me gusta decir, para una respiración... salir de ahí para estrenar el festival de tu ciudad no deja de ser un momentico de gloria, por decirlo a la navarra. Pero lo realmente grande para mí es ver que en el festival de casa estamos unos cuantos que nos hemos movido de las butacas a la pantalla... Arratibel, Barber, Lameiros en plural, Santesteban, Vera... y esa es la mejor flor para Punto de Vista, demostrar que es un evento que hace posible que los que veíamos pasemos por una vez a hacer ver.

Cuando programaba el festival, ¿cómo elegía la película de inauguración y qué quería aportar al público con ella? ¿Qué cree que va a aportar Zumiriki

-Estoy leyendo estos días un ensayo de Monteserín sobre los inicios, una defensa de cómo la primera frase de una novela es la que resume y marca todo el resto de lo que seguirá. A mí me gustaba ver el pistoletazo de salida del festival de esa misma manera, como el primer verso de un poema que iba a durar una semana. Garbiñe me da que anda tensando un arco similar para disparar su flecha. Este año nos va a hablar de mares, en plural, y Zumiriki entre otras cosas trae consigo un río que se convierte en mar y un Robinson que juega a ser Viernes. Es curioso, en este ensayo que estoy leyendo se ve como muchas de las primeras frases de la historia de la literatura mencionan el sueño, el dormir, la noche... Parece ser una plaza compartida empezar por el final del día... y Zumiriki está llena de noches. De últimas noches.

¿Qué le ha aportado el festival como espectador y qué le aportó como director?

-Quizás lo mejor son los años de espectador, los de entrar al cine sin más responsabilidad que dejar los ojos en la pantalla. Como director, todo eso se acaba. El placer pasa a ser trabajo, pero no me quejo. Es una fábrica donde las horas se regalan a un jefe llamado Coutinho, Berliner o Tseden. Mi intención es volver hacia atrás y ser de nuevo ese espectador sin nombre. A veces lo digo y suena a broma, pero es verdad, lo peor de hacer cine es que te obliga a ser cineasta... Competir en festivales no siempre es agradable, hay una vanidad extraña alrededor... Hacer entrevistas y creer que tienes siempre una opinión tampoco me agrada. Y luego está la industria, que se lo va comiendo todo... A mí, poder estar al margen de esto me tranquiliza. Yo quiero hacer una película más, por el puro placer y necesidad de hacerla, mostrarla y callarme para siempre. Con Zumiriki estoy viviendo más que nunca esta sensación, cada vez es más costoso hacer una película de manera artesanal, pero cada vez merecerá más la pena hacerla.

¿Cuál diría que ha sido el momento o algunos de los momentos más especiales que ha vivido en Punto de Vista (como espectador y/o como autor y/o como director)?

-Cuando estás conduciendo ese bólido no eres muy consciente de todo lo que se mueve en él. Una tarde de mi última edición recuerdo haber abierto un ojo y haber visto a mi lado a Víctor Erice presentando unos superochos inéditos que habíamos descubierto de Jorge Oteiza. Para mí, esa sesión fue como un Everest. Si hemos llegado hasta aquí, me dije, ya podemos retirarnos. Y después, te diré otro momento al hilo de lo que hablábamos. Tras dejarlo, durante la siguiente edición entré sin decir nada a nadie en la inaguración, me pagué como un espectador más mi entrada, me senté en una esquina del final de la gran sala... y vi el monstruo ya fuera de mis manos. Eso tiene una sensación de relajo difícil de describir. Era volver a estar en la sala solo con la oscuridad. Y libre.

¿Qué cosas le están pasando con Zumiriki

-Buff, da para un libro. Eso es lo grande; quizás la mayor recompensa de hacer cine no industrial. Ganas mil amigos, conoces mil rincones del mundo, haces mil cómplices en una aventura que no para... Eso no tiene precio. Una mujer de 90 años saliendo del cine en Viena me dijo al oído al pasar a mi lado en un perfecto español con acento de Asturias: "Inolvidable, hoy no voy a poder dormir". Libération escribió tras Venecia que el filme era "excelente". Pero entre la excelencia y el insomnio, me quedo sin duda con lo segundo.

¿Qué momento está viviendo como creador?

-Es una curva. No se me ocurre otra manera de definirlo. No sé cómo saldré de esta. Como tampoco sabía cómo saldría de Emak Bakia... y muchos me inquietaban con ese miedo del '¿y ahora qué?' Pero insisto, igual es el momento para decir 'no quiero ser cineasta'. Para evitar mayores compromisos en una carrera que obliga a tener siempre algo que decir. Ahora mismo estoy con un proyecto de fotos, la historia del arte en minúsculas, porque, en varios lugares, y gracias a Zumiriki, están recuperando unos trabajos que hice de fotografía y que se quedaron en el desván. Eso me encanta, que Zumiriki tenga también la fuerza de sacar de atrás otros bailes en los que anduvimos enredando. Y luego está el silencio, siempre tan tentador.

¿Qué le parece la programación de Punto de Vista de ese año? ¿Qué no dejará escapar?

-Los mares, sin duda; me quiero bañar en todos ellos. Como diría Heráclito, nadie se baña dos veces en el mismo río; entonces hagámoslo trece veces para ver qué pasa. También me interesa mucho la retrospectiva de Anne Charlotte Robertson, de la que no conozco nada. Eso es lo bueno de un festival, que te descubre tesoros. ¿Qué más? Quiero ver lo nuevo de Rivers, lo nuevo de Sachs... y un filme que me interesa mucho He venido a leer la noche. No sé, últimamente me gusta mucho ver cine escénico. Por último y con gran pena, me perderé el final, la guinda de Isaki Lacuesta, en la clausura, pero en esos mismos momentos Zumiriki me llevará de viaje a un festival en Siberia. Esta película se ha convertido en una agencia paradójica, como una isla portátil que no para de moverse.

¿Ya trabaja en nuevos proyectos?

-Siempre, pero no los cuento. Solo a una piedra verde, como muy bien me aconsejó un día Justa Mentaberri, una mujer de Zugarramurdi que me encanta visitar en su casa aislada y con quien siempre tengo una deuda de cine.