- Si en algo coinciden las personas que conocieron al escultor y etnógrafo navarro Joxe Ulibarrena, fallecido el lunes a los 96 años, es en el gran hueco que deja, tanto profesional como personal, después de haber dedicado toda su vida a poner en valor la historia y la cultura de Navarra. Su pérdida entristece también a artistas y agentes de la cultura, quienes aseguran que aporta una herencia enorme que va a seguir estando presente en la sociedad.

Ulibarrena nació en Peralta el 25 de enero de 1924, localidad en la que comenzó a desarrollar su vocación artística. Se inició en el trabajo de la madera en el taller pamplonés de Luis Menchón y en 1941 comenzó sus estudios artísticos en la Escuela de Artes y Oficios. A los 20 años, una beca de la Diputación Foral de Navarra le permitió continuar su formación en la Escuela Superior de Bellas Artes de París. Después se trasladó a Venezuela, donde residió durante siete años.

A su vuelta a Navarra, Ulibarrena creó la Fundación Mariscal don Pedro de Navarra, promotora a su vez del Museo Etnográfico navarro en 1964, instalado primero en Berrioplano y luego en Arteta. La obra del artista, que fue reconocido en 2017 con la Cruz de Carlos III el Noble por el Gobierno foral, se encuentra presente en diversos museos y colecciones; también su escultura monumental ornamenta calles, parques y plazas de localidades navarras y de otras ciudades y países. Una de sus grandes creaciones es la obra central del Parque de la Memoria de Sartaguda.

Precisamente, en ese lugar fue donde el escultor José Ramón Anda coincidió por última vez con Ulibarrena. “Siento mucho su pérdida. Ha sido una persona muy importante en la cultura de Navarra y por extensión de Euskal Herria, y un personaje irrepetible que ha reflejado el sentimiento y el sentido de una época de una forma muy personal”, señala Anda.

Para Gregorio Díaz Ereño, director del Museo Oteiza de Alzuza, “su fallecimiento supone una gran pérdida para la cultura, no solo para la de aquí, sino en general. Era un hombre preocupado por todo lo que rodeaba a la sociedad y el valor etnológico e histórico de esta, algo que muchas veces pasa desapercibido pero que conforma nuestro pasado de una manera muy directa. Su labor nos ha ayudado a comprender y a formar parte de esa historia”, señala Díaz, quien coincidió con Ulibarrena en algunas exposiciones.

Una labor del artista que considera “fundamental, porque, si una sociedad quiere ser libre, tiene que defender su cultura, algo que él ha hecho a lo largo de su vida”. También destaca el papel educativo que el etnógrafo llevó a cabo a través de la fundación del Museo Etnográfico. “Como artista, quiso construir una participación con la sociedad, y es muy importante que esta entienda ese patrimonio también como suyo y lo defienda”, apunta.

Por ello, aunque confiesa que “es una pérdida fundamental, el hueco que deja Ulibarrena está cubierto por todo lo que nos ha dado, porque su obra va a estar siempre presente”.

Mercedes Jover, directora del Museo de Navarra, coincide en que el escultor “nos deja su arte” y su colección patrimonial tendrá su continuación en la Fundación Mariscal Pedro de Navarra y en su familia. “Es de admirar su entusiasmo, dedicación y capacidad de perseguir esos bienes culturales de una manera pionera en el campo de la etnografía y del patrimonio inmaterial”, señala Jover, quien opina que Ulibarrena “es un artista inclasificable, que no se puede asignar a ningún grupo o corriente, porque tenía una visión muy personal”.

Francisco Javier Zubiaur, doctor en Historia del Arte y exdirector del Museo de Navarra, mantenía una buena relación con el escultor, y asegura que “ha sido un artista global, que utilizaba diferentes técnicas y tenía una gran inquietud experimental. Siempre buscaba expresarse de una forma personal e intentaba encontrar nuevas maneras de llegar al público con su obra”, explica.

En cuanto a su lado más personal, Zubiaur lo describe como “un hombre muy peculiar y muy querido, cuya figura era de por sí un reclamo. En ese sentido te diría que ha sido único porque ha tenido una personalidad muy acusada”, reconoce, para destacar que fue una persona que “protegió el patrimonio etnográfico de Navarra cuando casi nadie se preocupaba de recoger esos elementos de la cultura”.

Esto ha hecho posible que hoy tengamos una colección de objetos que “se desecharon en décadas pasadas y son una riqueza para nosotros”. Ahora, Zubiaur espera que la cultura siga estando presente y los herederos de Ulibarrena la sigan acrecentando.

Uno de los escultores que se considera, de alguna manera, alumno del artista navarro es Joseba Burusko. “Ulibarrena ha tenido un papel muy importante y es una figura clave para entender el antes y el después de la expresión y el carácter de la cultura vasca”, asegura Burusko, que se queda con la fuerza expresiva de las obras del escultor y la labor que ha realizado en materias como la memoria histórica y el lenguaje, el euskera.

“Ha hecho un trabajo de recopilación que de alguna manera lo tendrían que haber hecho las instituciones y ha puesto en valor aspectos tradicionales y simbólicos que de otra forma no hubieran permanecido. El trabajo que nos ha dejado es muy amplio y muy potente”, apunta.

Por su parte, el escultor Joseba Lekuona comenzó leyendo las publicaciones etnográficas de Ulibarrena hasta que este se convirtió en un referente “estético y casi hasta político. Creo que ha sido el que ha puesto la cultura euskara, como él la denominaba, en boca de todos y el que ha transmitido ese conocimiento a varias generaciones a las que no nos habían enseñado nada acerca de nuestra tierra y de nuestras costumbres”, valora.

Ahora, señala Lekuona, es a las nuevas generaciones a quienes les corresponde continuar con esa labor que comenzó Ulibarrena. “Puso la base y dejó muchas cosas teóricas, pero queda mucho por hacer. Su trabajo es infinito y gigantesco y creo que ha ido dirigido en ese sentido Él era muy humano, pero lo que decía era muy grande, entonces nos toca saber interpretarlo y llevarlo a la práctica de alguna manera”, señala.