n acuerdo tácito no escrito -bueno sí, escrito en la parrilla de televisión de decenas de periódicos y revistas durante años- decía que durante el verano se desalojaban los seriales que se emitían después del Telediario de las tres mandando a Angela Channing y compañía a su casa, y la franja era ocupada por coches fantásticos, motos hipersónicas y superhéroes torpes sin manual de instrucciones porque la tele era de los chavales, al menos el tiempo suficiente para hacer la digestión antes de zambullirse en el agua, como en Los vigilantes de la playa, o largarse en pandilla a vivir mil aventuras en bicicleta como en Verano azul.

Pero llegó el verano de 1990, el primero en el que TVE tenía la competencia de las privadas (aunque todavía con una cobertura muy limitada, que apenas pasaba de Madrid y Barcelona) y La 1 ofrecía a las tres y media de la tarde el culebrón de mayor éxito en la historia de la tele: Cristal, una telenovela venezolana de casi 250 capítulos que arrancó en La 2 y pronto pasó a La 1 de la mano de María Teresa Campos.

Aquel verano ni siquiera había ya programa de la Campos, pero les dio igual. En lugar de interrumpirla para retomarla en septiembre, la historia de amor de Cristina y Luis Alfredo (Jeannette Rodríguez y Carlos Mata) continuó a las tres y media en julio y agosto, y nos jodió el verano a los que entonces éramos unos críos y esperábamos nuestra habitual dosis de ficción juvenil. La tele nos plantaba cara y, por primera vez, nos decía que nosotros ya no éramos los reyes del mando a esa hora, sino nuestras madres. Era toda una declaración de guerra. Podría decir que aquello se saldó con miles, millones de infantes víctimas por los cortes de digestión en playas y piscinas a causa de no guardar el tiempo reglamentario para hacer la digestión que nos exigían nuestras madres, ahora enfrascadas en esta historia de Delia Fiallo a la que acudían como zombis al sonido de la voz de Rudy La Scala que cantaba su sintonía, "Mi vida eres tú y solamente tú...", pero no es verdad: sobrevivimos casi todos y aprendimos una valiosa lección, que a la tele le importábamos una mierda y nos cambió por un público que le daba más audiencia y anuncios. Y allí estaba ella cada día, la odiosa doña Adelaida, un personaje inventado (interpretado por Chari Gómez Miranda) que se recorría media España para resumir el capítulo del día, y que era la réplica femenina del personaje inventado años antes por Javier Basilio en el programa Por la mañana de Hermida para dar paso a Los ricos también lloran.

El éxito de Cristal no solo desalojó a los chavales de la franja de sobremesa para siempre, también a las series norteamericanas de invierno (donde se hicieron fuertes Falcon Crest, Hotel, Hart&Hart...) llenándolo todo de culebrones sudamericanos y, después, de seriales españoles que intentaron replicarlos, hasta el día de hoy.