- Volar por libre es la brújula vital de Ethan Hawke, siempre en proyectos personales y arriesgados y que con la asombrosa y muy original El pájaro carpintero (The Good Lord Bird), una serie sobre el héroe abolicionista John Brown, aseguró a Efe que es "perturbador" que Estados Unidos permita que el racismo forme parte de su ADN. Candidato en cuatro ocasiones al Oscar, Hawke (Austin, 1970) debuta en la televisión con doble pirueta en esta serie limitada que ha protagonizado y creado, que adapta la novela homónima de James McBride y que estrenó ayer Showtime. La serie viaja a las vísperas de la Guerra Civil de EE.UU. para retratar a John Brown, un cristiano radical y abolicionista furibundo que luchaba contra el racismo al considerar que todas las personas, incluidos por supuesto los negros, eran hijos de Dios. En la piel de un lunático blanco que asesina racistas mientras recita versos de la Biblia, Hawke se come la pantalla en esta ficción que funde el humor surrealista con la gravedad histórica y que conecta con las reivindicaciones de igualdad de Black Lives Matter.

Dijo en The New Yorker

-Mi madre dirigió una organización en Bucarest durante 20 años. Trabajaba por los derechos de los gitanos y para que la gente entendiera el racismo que ataca a la cultura gitana en Europa oriental. Hizo eso en gran parte porque tenía 15 años cuando Luther King fue asesinado, vivía en la parte occidental de Texas y su padre estaba profundamente inmerso en el movimiento por los derechos civiles. Encuentro frustrante que la bandera de la firme igualdad entre los seres humanos se tire a la basura constantemente.

También ha dicho que llegó a obsesionarse con John Brown.

-La mayoría queremos cuidar nuestro entorno. Queremos que los hijos de los demás sean tratados como los nuestros. La mayoría creemos en la regla de oro: tratad a los demás como queráis que os traten... Sin embargo, las leyes y el modo en que nuestra sociedad se construye no nos hacen fácil actuar así. Me encanta ver a una persona que no juega según las convenciones y dice: ¿Sabes qué? No estoy dormido. Esto está mal y no me importa si me vais a llamar loco, si me ahorcáis, si matáis a mis hijos: esto está mal". Creo que nos encanta cuando alguien se atreve, cuando alguien se siente liberado del miedo. Y pienso que eso es lo que me excita de John Brown: cómo no ser cobarde.

La serie habla de la esclavitud y el racismo, pero usa la ironía y la irreverencia. ¿Le preocupaba encontrar el tono perfecto?

-Fue lo más difícil, como el filo de una cuchilla. Si era demasiado divertida, no iba a ser emotiva ni honesta: se convertiría en una farsa. Y si no era lo suficientemente divertida, sería pretenciosa e insoportable de ver. Teníamos que preservar la magia de McBride, que te hacía reír mientras te contaba la verdad. Tarantino lo ha hecho, los Coen lo han hecho, Mark Twain lo hizo, grandes cómicos como Redd Foxx, Richard Pryor o Chris Rock te pueden hacer reír mientras hacen un comentario extremadamente esclarecedor.

Siglo y medio después, el racismo y la discriminación continúan. ¿Es descorazonador?

-Es más que descorazonador. Creo que si despertaras a John Brown de su tumba y viera el vídeo de George Floyd... Los activistas y los pensadores progresistas creían que iban a forzar la Guerra Civil, que la sangre se derramaría, que después se curaría y que luego mejoraría. Es realmente misteriosa la infraestructura de este país, que ha permitido que el pensamiento racista forme parte del ADN de su construcción y no parece que podamos librarnos de eso.

En un episodio hay una discusión entre Frederick Douglass, un hombre de palabras, y John Brown, un hombre de acción. ¿Defiende la acción o la palabra?

-Soy alumno de Luther King, de Gandhi, de Jesús: hay una manera de pasar a la acción sin violencia. Es un camino más difícil, pero lleva a una curación más rápida. La inacción no funciona y la violencia generalmente crea más violencia: tan pronto como agarras una espada te apuñala alguien. Tenemos un dilema.