Piano. Rodrigo Cuevas se inició en la música en el piano. Se formó en el conservatorio de Oviedo y en la ESMUC de Barcelona. Paralelamente, se fue interesando por las músicas del mundo, el cabaret y el circo, y comenzó a estudiar tuba.

Escena underground. En 2012 publicó el disco Yo soy la maga, fusión de la electrónica y la música tradicional. Después creó el dúo de verbena psicodélica La Dolorosa Compañía. Su primer espectáculo en solitario fue Electrocuplé.

El amor. En 2016 publicó el EP Prince of Verdiciu (Aris Música). Luego llegó su segundo espectáculo, El Mundo por Montera, y Trópico de Covadonga es el más reciente, que pivota sobre los diferentes códigos y maneras ancestrales y actuales para el cortejo, para la ronda, para el amor.

- Desde que conectó con la música tradicional más pura en una aldea del interior de Galicia gracias a unas "vecinas pandereteiras" que le enseñaron no solo a tocar, sino a comprender toda una cosmovisión "muy humanista e interesante a nivel artístico", Rodrigo Cuevas (Oviedo, 1985) no ha parado de crear tomando como motor la tradición. Una sabiduría que, dice, "nos une" en la diversidad, igual que lo hace el humor, otra de sus herramientas creativas. De todo ello hablará el artista y agitador folclórico asturiano esta tarde, en el encuentro virtual que protagonizará desde el Museo de Navarra.

¿Cómo se siente en el formato virtual un artista que es tan del vivo y el directo, del contacto visual con la gente?

-Pues al principio era difícil acostumbrarse a esta nueva situación, y claro, cuando intentas hacer conciertos o charlas on line, de lo que te das cuenta es de que no llega de la misma forma, y me di cuenta de que tengo que centrarme más en lo musical, no esperar tanto la respuesta del público, que yo soy muy de jugar con eso y actuar en consecuencia, y centrarme más en lo que yo quiero expresar; no escuchar tanto.

¿Cómo le está afectando a nivel artístico esta pandemia? Son tiempos difíciles para la performance, nos han recortado la libertad de expresión en la calle, hay más normas y vigilancia que nunca... ¿Cómo subvertir eso con el arte?

-Bueno, la verdad es que yo tengo suerte porque desde que se levantó el confinamiento he estado tocando bastante. Y también creo que es un momento para la creatividad desde otro punto de vista, de otra forma, más introspectiva. La creatividad es expresar una realidad y darle tu punto de vista particular. Y en ese sentido, nada es mejor o peor para la creatividad. Y muchas veces las situaciones fuertes son las que la favorecen. No creo que estos tiempos tengan que ser especialmente malos para la creatividad.

En su caso la creatividad va unida a la música tradicional, desde que vivió en el interior de Galicia y conoció a unas mujeres pandereteiras. ¿Qué le transmitieron que hizo prender la chispa de su arte?

-Viví en tres aldeas en la zona de la Alhama y de Cotobade, y ahí tenía unas vecinas que se juntaban a tocar la pandereta, y de ellas aprendí mucho. Aprendí a tocar, principalmente, y luego aprendí toda la cosmovisión tradicional gallega y gracias a eso entendí también la asturiana; conocer a esas mujeres me llevó a profundizar mucho en eso, en cómo es la gente que de verdad vivió el mundo tradicional de allí.

¿Qué descubrió?

-Descubrí todo un mundo muy humanista y muy interesante a nivel artístico, y a partir de ahí empecé a trabajar con ello.

Y un mundo injustamente relegado. Porque muchas veces se tiene el folclore o la tradición por algo del pasado, por algo caduco, cuando es muy contemporáneo, universal.

-Sí, no es nada caduco. Hasta hace poco una parte de la sociedad tuvo esa visión, de repente se abandonó mucho el folclore, y ahora creo que está habiendo un pequeño repunte, se valora más, hay mucha gente que lo utiliza como punto de partida para hacer su música, sus historias artísticas. Es un buen momento para el folclore y hay que aprovecharlo.

Y, en su caso, es un buen vehículo para transgredir.

-Bueno, mi intención no era transgredir, lo que pasa es que sí que me gusta ser crítico y dar ese punto de vista. Yo utilizo el folclore como utilizo cualquier otra disciplina de las que puedo dominar un poco; el folclore es simplemente una más para lograr mi cometido, que es la agitación social.

¿Cuál es la clave para conectar, como lo hace con sus espectáculos, con el último madreñero y con la joven que iba para punk?

-La clave está en que el folclore siempre ha funcionado para unir a gente muy diversa. Es algo común a todo el mundo, a todas las generaciones. Y atrae por eso a gente tan variada.

Hablando de diversidad, ¿todavía estamos lejos de lograr en España que el género esté difuminado?

-Bueno, vamos caminando hacia ello y creo que vamos por buen camino. El camino tiene que ser lento porque es un cambio grande y hay muchas capas en la sociedad... Para las generaciones jóvenes esto es muy fácil porque lo tienen ya mamado, pero hay muchas capas sociales, y hay que explicar muy bien las cosas a todo el mundo para que no se generen confusiones y odios.

¿El camino pasa por cambiar la educación?

-Por poner la educación y la salud públicas en el foco de esta sociedad. Son los cimientos, hay que tenerlo clarísimo, y ahí hay que poner mucho dinero para que la educación sea excelente. Y la cultura tiene que ir ahí, como parte de la educación que es.

¿Actuar significa ahora más que nunca perder dinero?

-Bueno, de momento no... claro, todo lo que es a taquilla desapareció, ya no estamos haciéndolo porque sí sería perder dinero. Yo estoy trabajando todo a caché, y desde lo público, porque lo privado y la taquilla prácticamente desaparecieron.

En su último proyecto, Manual de Cortejo, se ha vuelto más serio, aunque sigue habiendo humor. ¿Cuánto de importante es el humor para sobrevivir?

-Es esencial, es lo único que nos puede proteger de los odios, de la mala leche, tomarnos las cosas más a la ligera. Para todo eso sirve el humor. Hay que tenerlo ahí para todo. Manual de Cortejo es un disco serio pero luego en la presentación también nos reímos mucho.

Ahora actúa con banda, antes estaba más solo en escena. ¿Qué le aporta esa compañía?

-Me permite estar más centrado en cantar, que es lo que quería, y en bailar y en actuar. Me permite mucha más libertad.

Acaba de presentar un nuevo espectáculo, Llabores, con Raül Refree.

-Sí, está basado en los cantos de trabajo tradicionales de Asturias y de Galicia. Y también estoy con Barbián, un espectáculo de zarzuela que haré el 30 de noviembre en el Teatro de la Zarzuela en Madrid. Es un repertorio escogido de diferentes zarzuelas que hace un viaje desde la zarzuela más regionalista, la que intentaba atraer a los teatros a la gente que llegaba a Madrid emigrada desde las provincias, hasta la zarzuela de la bohemia y de la intelectualidad madrileña.

El mundo rural, tradicional, está desapareciendo. Y no se habla de ello con la seriedad que el tema requiere.

-Sí, se habla poco y cuando se habla de ello se hace de un modo superficial. Es el mal de esta sociedad, la superficialidad. Lo rural es hoy una moda, y todos al campo, pero, ¿qué hacemos en el campo? Pues no sabemos, porque nunca habíamos profundizado en ello. Hay que explicar bien las razones por las que es importante vivir en el campo. Y las razones no son tener una casa con jardín y un seto de dos metros y medio para que nadie te vea y luego te vayas a comprar a la ciudad al Mercadona. Eso no sirve para nada, de hecho es contraproducente porque es más contaminante. Hay que concienciar que hay que venir al campo a vivir del campo. A comprar aquí, a cultivar, producir nuestras propias comidas para ser un poco más autosuficientes. Hay que dejar de comprar en empresas que contaminan y no tienen una ética económica que nos beneficia a todos. Así que si te vienes al medio rural para seguir comprando por Amazon, coger el coche para todo, encerrarte en tu seto y no cultivar nada ni preocuparte de la responsabilidad ecológica que ejercían los paisanos de los pueblos, pues entonces mejor no vengas. Tu sitio es la ciudad.

Esta pandemia está demostrando que tenemos a nuestros mayores descuidados. Toda su sabiduría relegada. Ese descuido, ¿no cree que nos lleva a un mundo más inhumano, y a un absurdo en el que lo rural, lo más natural, se convierte en un lujo, un negocio del capitalismo?

-Sí, claro, esto es un drama muy grande para poblaciones como la asturiana, que es la más envejecida de Europa posiblemente junto con la de Zamora y la de León, y va a dejar en evidencia lo maltratada que tenemos la cultura. La cultura local, sobre todo, y la cultura tradicional. Con esto va a desaparecer mucho. Va a ser muy dramático para el asturiano, para las canciones, los romances, todo eso que desde hace un tiempo estamos a punto de ver cómo desaparece. Esto va a acelerarlo un poco más.

Suele decir que Asturias es la periferia de la periferia, y en este sentido es muy crítico con el centralismo, con el hecho de que todo tenga que pasar por Madrid... ¿Este momento es especialmente propicio para valorar el entorno más cercano, lo que tenemos aquí al lado, frente a la globalización?

-Sí. Yo siempre digo que Asturias es el país más pequeño de España, es como que no contamos para nada, y esto está dejando en evidencia algo que los que ya vivíamos en el mundo rural ya sabíamos: que es el sitio donde mejor se vive, hay más calidad de vida; sí que es verdad que pasan menos cosas, o aparentemente pasan menos cosas, pero está dejando en evidencia el sinsentido que es la vida en las grandes urbes.

¿Qué oficios rurales están desapareciendo en Asturias?

-Uy, muchos. Está desapareciendo el oficio de madreñeru, el de aquellas personas que hacían las madreñas, el calzado tradicional de aquí; están desapareciendo los ferreros, los que trabajan el hierro; están desapareciendo los pastores, están desapareciendo los queseros tradicionales, muchos quesos tienen muy pocos productores porque son quesos muy difíciles de hacer, conllevan una vida muy dura, exigen que sean hechos en el monte, que se maduren en cuevas muy inaccesibles... Toda la ganadería tradicional, la ganadería extensiva está en riesgo también, en contra de la ganadería intensiva que se intenta implantar por todos lados... El mundo tradicional entero está en peligro de extinción.

¿Qué le gustaría que cambiase en la sociedad tras esta pandemia?

-Me gustaría que nos diéramos cuenta de que la crisis que viene después, la climática, es una crisis seria, más que ésta incluso, aunque están ligadas, van juntas, y que hay que tomársela en serio porque esto es solo un aviso de lo que puede venir.

"Irse a vivir al campo y seguir comprando en Mercadona y cogiendo el coche para todo... mejor quedarse en la ciudad "

"Esta crisis va a dejar en evidencia lo maltratada que tenemos la cultura local y la cultura tradicional"