La prohibición franquista del euskera en 1937 hizo sufrir a la literatura euskaldun a través de unas políticas persecutorias que penalizaron hasta escribir en la lengua. Entre las muchas proscripciones opresivas, se prohibió el idioma en los nombres propios y en la misa católica (1938), en el letrero de hoteles (1939), las películas (1940), los espacios públicos incluyendo las tumbas (1944), las revistas (1947), los programas de radio (1954), y los discos de vinilo (1964).

Afortunadamente, durante la Transición y los años inmediatamente precedentes, la literatura euskaldun experimentó el cambio enorme que la llevó del estado de privación que padecía durante la dictadura hasta su actual condición de lengua minoritaria protegida y floreciente. Entre 1898 y 1956, solo se publicaron diecinueve novelas en euskera, pero entre 1957 y 1987 esta cifra se quintuplicó a casi un centenar. Esta transformación radical es inseparable del desarrollo paralelo de nuevos estilos literarios a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, en la que surgió un género de suma importancia para la literatura vasca contemporánea: la narrativa realista.

Empezados los años setenta, la literatura vasca rompió con el costumbrismo que había teñido la antigua producción novelista euskaldun con un moralizante ruralismo para abrazar este nuevo género que pronto dominaría su producción. En este caso, el realismo se refiere a una narrativa que ofrece una visión cabal de la historia reciente a través de un estilo lineal y directo que se centra en el lector. Aunque existían algunos antecedentes en la literatura vasca anterior, los años setenta fueron una década de crecimiento clave para este género en la que se presenció un cambio a gran escala que correspondía a la agitación política y el renacimiento experimentado durante la Transición. Fueron, en grandes partes, las revistas experimentales el catalizador para la adopción y promoción del nuevo género.

En 1975 se publicó el primer número de la revista Ustela, entre cuyos colaboradores se encontraban los jóvenes autores Bernardo Atxaga (que fue, junto con Koldo Izagirre, su fundador) y Ramon Saizarbitoria. Aunque solo se publicaron tres números de Ustela entre 1975 y 1976, la revista sentó las bases para el desarrollo de otra revista experimental, Pott banda, en 1977, en la que participaron Atxaga, Jon Juaristi y Joseba Sarrionandia, entre otros.

El gran éxito de las revistas experimentales como Ustela y Pott residió en que lograron crear un conjunto de escritores jóvenes interesados en dejar el costumbrismo en el pasado y llevar la literatura vasca al siglo XX. Muchos de los autores que escribían en las revistas experimentales, y en particular Atxaga y Saizarbitoria, luego desarrollarían el género realista en sus textos.

Siguiendo con la meta de modernizar la literatura vasca, las editoriales, revistas y periódicos de los años setenta y ochenta se convirtieron rápidamente en los motores del desarrollo de nuevas formas expresivas, entre ellas, el realismo. Aunque la editorial Kriselu ya no existe, su influencia en este género perdura a través de la novela de Ramon Saizarbitoria, Ehun metro (1976), que sirve como la obra definitoria de la narrativa realista vasca moderna. El título hace referencia a los últimos cien metros recorridos por un militante de ETA antes ser asesinado por la policía. Ehun metro fue la primera novela realista vasca moderna que abordó directamente el conflicto político en todo su rigor. La decisión del autor de incorporar técnicas experimentales dentro de una novela generalmente realista convierte la suya en un texto clave para un nuevo enfoque hacia el conflicto político en la literatura de País Vasco. Por su parte, la editorial Pamiela, fundada en 1983 como una revista literaria, luego publicaría la novela fundacional realista de Atxaga, Gizona bere bakardadean, en 1993, mientras que Erien publicó una nueva novela realista, Zeru horiek, dos años después. A pesar del éxito crítico de Ehun metro, la novela de Saizarbitoria seguiría siendo el único intento de ofrecer una perspectiva más comprensiva de la realidad durante más de una década.

En cambio, en los años ochenta, existe una tendencia en la literatura vasca a obviar la realidad política violenta que sobresalía en aquellos años. Los autores de aquella época, por lo general, evitaban tratar con la crisis a través de narrativas que no se preocupaban por la realidad actual del País Vasco. Esto se debió en gran parte a la resonancia del realismo mágico para el público vasco. Por ejemplo, la famosa novela de Atxaga, Obabakoak (1988), resultó muy atractiva para lectores no solo por su accesibilidad en comparación con el experimentalismo (aunque realista) complejo de Saizarbitoria, sino también porque el realismo mágico ofrecía una distracción que resultaba bienvenida. Después de una década de este tipo de publicaciones, una vuelta a lo rural a través del género del realismo mágico, que tanto cautivó a autores como Atxaga, Anjel Lertxundi y Joan Mari Irigoien, siguió siendo el género dominante de producción literaria vasca.

Títulos fundamentales

La década de los noventa trajo corrientes desconocidas al País Vasco, produciendo tres novelas fundamentales cuyo impacto arrojó nueva luz sobre el género realista. Las novelas Gizona bere bakardadean (1993), Zeru horiek (1995), de Atxaga, y Hamaika pauso (1995), de Saizarbitoria, buscaban remediar la desgana literaria de la última década hacia la realidad cotidiana. Por fin, los autores vascos empezaron a buscar inspiración en su vida actual y crearon una literatura que procuraba entender el nuevo Estado postransición y el conflicto político vasco a través del realismo. Así, se vio a lo largo de la década de los noventa un gran aumento del género realista en las publicaciones de autores vascos. Luis Mari Muxika, Edorta Jiménez, Joan Mari Irigoien, Itxaro Bordda y Aingeru Epaltza publicaron obras en este género a lo largo de la década. Incorporar esta nueva corriente literaria concedió un gran éxito popular a sus autores. Mientras estas nuevas novelas florecían, el interés en el género siguió aumentando y resultó en el desarrollo de una variedad de nuevos temas. El tema del conflicto vasco seguía presente en las obras de Mikel Hernandez Abaitua, Aingeru Epaltza, Arantza Urretabizkaia, Jose Luis Otamendi, y Luistxo Fernandez. A su vez, el cuento corto realista se hizo popular para escritores como Atxaga, Saizarbitoria, Arantxa Iturbe, e Iban Zaldua, que experimentaron con esta forma. Hoy en día, el cuento corto realista sigue estando de moda entre autores contemporáneos como Karmele Jaio, Harkaitz Cano y Eider Rodríguez.

Después del año 2000, la narrativa realista vasca comienza a preocuparse por temas como la globalización que ya había empezado a dejar una huella en la sociedad. La incipiente integración de País Vasco en el escenario literario mundial propició la creación de un cosmopolitismo literario que chocaba con la tradición histórica que concebía la literatura vasca como algo fundamentalmente ajeno al resto de la producción literaria mundial. Se vio, por primera vez, la incorporación de autores vascos de renombre al panorama cultural internacional. Los autores vascos de esta generación ofrecerían una visión realista única que desafiaba la simplificación abarcando temas mundiales. Autores jóvenes como Eider Rodríguez, Katixa Agirre, Uxue Alberdi y Beatriz Chivite Ezkieta han ofrecido historias no convencionales sobre la mujer vasca con sus más recientes publicaciones realistas. Por su parte, Martutene (2012) de Saizarbitoria es un monumento a la experiencia vasca que aborda tanto su pasado, presente y su futuro a través de un enfoque que se compromete activamente con la comunidad y el mundo. A pesar de su irrupción tardía, es innegable que el realismo ha tenido un gran impacto en el curso de la producción creativa en el País Vasco durante las últimas décadas. Se puede ver la contribución de autores como Saizarbitoria y Atxaga, los primeros en experimentar con este género en sus novelas, en la rápida modernización de la literatura vasca desde mediados del siglo pasado hasta hoy. El crecimiento exponencial de la novela euskaldun que empezó en los años setenta sentó la base para el futuro desarrollo del género realista en las décadas siguientes por nuevos autores que incorporaban una perspectiva más global en sus textos. La inclusión de obras de estos y otros autores vascos en bibliotecas y librerías alrededor del mundo hace evidente cómo el éxito de este género ha impulsado la literatura vasca a una nueva etapa creativa.