Heleny Guariba, renombrada profesional y directora de teatro además de filósofa y militante revolucionaria, fue secuestrada, torturada, asesinada y desaparecida en 1971, cuando tenía 30 años, durante la dictadura de Brasil tras participar en el grupo de inteligencia de la Vanguardia Popular Revolucionaria (VPR) y estar presa en un centro de tortura clandestino.

Heleny usaba el teatro como arma contra la dictadura y acogió en 1968 en su casa a una de las personas más buscadas del país, el líder del VPR Carlos Lamarca, lo que supuso un punto de inflexión en su decisión de entrar en la lucha armada. Militó en la VPR y entró en la clandestinidad, pero fue apresada y encerrada un año en la Torre de las Doncellas, el presidio donde llevaban a todas las mujeres presas de la dictadura. Dos meses después de conseguir salir inesperadamente, desapareció en un centro de tortura clandestino de las afueras de Río de Janeiro al que llamaban Casa de la Muerte.

Esta es la historia que cuenta el corto de animación de 30 minutos en stop motion basado en la costura de la directora navarra Esther Vital, el director de fotografía brasileño Giuliano Conti, de la productora brasileña Apartamento 122 e Iñigo Oses, de Tripulante Produce. ¿Dónde está Heleny? habla de las desapariciones en la dictadura brasileña, pero “encaja”, según Conti, en muchos países. “Es una película universal; quien la ve se identifica porque su país también ha pasado por lo mismo”, explicó; habla de todas las dictaduras del mundo. De acuerdo con él, Oses puntualizó que este documental es “replicable a cualquier país del mundo”, porque hay historias que son “tristemente transversales a todos los tiempos”.

El de Heleny es un caso inconcluso, porque no se sabe qué fue de ella. “En este centro de tortura, se dice que o bien se descuartizaban los cuerpos y se llevaban a quemar o se enterraban en cementerios como indigentes”, relató Esther Vital, la directora. En las mismas fechas en las que Heleny desapareció, encontraron a una mujer no identificada de la misma edad en un cementerio próximo a Río de Janeiro. “Al tiempo, alguien retiró el cuerpo y no se sabe más”, relató Vital.

El corto se estrenará el 1 de abril en la conmemoración del golpe militar de 1964, “en el año en el que esperamos que Bolsonaro salga de la presidencia; es un ciclo que se cierra”, comentó Vital. El proyecto les llevó siete años, se presentó a las convocatorias del Gobierno de Navarra, Genera Cinema 2020 y allí recibió el apoyo que posibilitó llevarlo a cabo.

Las imágenes están acompañadas de los testimonios recogidos en las entrevistas y una banda sonora que ayuda a contar la historia. “Los personajes no tienen boca; Heleny habla a través del piano y el chelo, y todos los personajes tienen un timbre, un instrumento”, explicó Vital. Y utilizaron también la técnica de las arpilleras para la creación de escenarios.

Esther Vital lleva 14 años viviendo en Brasil. Allí se topó con las arpilleras, un tipo de arte popular surgido en Chile en los años 70 en respuesta a la dictadura de Pinochet. Se le llama “el arte de la pobreza”, y son dibujos hechos con restos de ropa sobre tejidos de saco. De forma clandestina, las mujeres cosían y componían historias para denunciar la dictadura y registrar la historia de un país silenciado a través de sus puntadas. Vital trabajó con este lenguaje documental desde 2008 para validarlo, y ahora lo aplica a su corto. “Es capaz de contar lo que no podemos contar con palabras, no solo porque esté prohibido, sino porque a veces la historia es insoportable”, describió.

“Nos pareció que este lenguaje, esta forma de contar la historia, iba a hacerla más cercano al público”, contó. Para ellos, el valor del testimonio era muy importante, y por eso optaron por este formato documental y no el de una película de ficción. Y para mantener ese lenguaje manual y artesanal, decidieron que los efectos no estarían digitalizados, sino que se realizarían de forma manual para respetar la artesanía del proyecto.

Además, la paleta de colores de la película “empieza siendo muy arpilleresca, colorida y saturada” para reflejar ese momento de gran ascensión popular entre 1964 y 1968. “Conforme la película va pasando, se vuelve en blanco y negro; esa transición se hace paulatinamente”, describió Vital. Esta transformación refleja la historia de Heleny y del país entero.

“Nos pareció que este lenguaje para contar la historia iba a hacerla más aproximable al público”, Esther Vital, directora del corto.