Ángel García Carreño preside Kuna, la Asociación de Profesionales de la Gestión Cultural de Navarra, que reúne a un centenar de personas, de las que la mayoría son mujeres y trabajan en el ámbito local. Son algunas de las conclusiones de un estudio que se da a conocer estos días en las II Jornadas de la Federación Estatal de Asociación de la Gestión Cultural. La regulación de la profesión, las relaciones con el ámbito político y la legislación en materia de cultura son algunas de las cuestiones que se abordarán en el encuentro. 

Kuna es la anfitriona de este evento estatal que hoy celebra sus actos centrales en el Condestable. ¿Cómo se gestó la cita en Pamplona?

–La Federación nació en 1998, cuando Kuna ya tenía ocho años de existencia, ya que nació como agrupación de técnicos socioculturales en 1990. La propia dinámica de nuestra asociación, que es la decana de la federación, siempre hizo que fuéramos un paso por delante del resto del Estado en muchas materias. Ya en 2015 organizamos en Baluarte la II Conferencia Estatal de la Cultura, la primera fuera de Madrid, y ahora pasa lo mismo con estas jornadas. Se ve a Navarra como punta de lanza.

El tema de las jornadas es ‘La gestión cultural, una profesión por regular’, ¿cómo está este asunto en Navarra, falta regulación?

–Navarra está muy bien con respecto al Estado, porque, como digo, la asociación tiene ya 30 años y hemos avanzado mucho en regulación. Somos 100 socios y socias, así que prácticamente todas las personas que estamos al frente de equipamientos culturales tenemos representación en Kuna. También hay que tener en cuenta que los sectores de la cultura hoy son muy diferentes a como eran hace tres décadas. Hoy el gestor cultural es casi ser un mago que tiene que sacar adelante servicios, proyectos, equipamientos... A pesar de eso, en Navarra tenemos más legislación que en otros lugares. Tenemos la Ley de Mecenazgo Cultural, la Ley de Derechos Culturales y se acaba de presentar hace poco un estudio de profesiones de la cultura, pensando en el anteproyecto de ley sobre esta materia que saldrá adelante en la próxima legislatura. Además, tenemos un buen Plan Estratégico de Cultura y no olvidemos que la propia consejera es gestora cultural y fue presidenta de Kuna, con lo cual, estamos bastante bien. 

Pero quedarán cosas por hacer.

–Siempre. No olvidemos que esta profesión apenas tiene 40 años de historia y que en el sector público sigue habiendo contrataciones un poco... Allá donde hay un político el técnico pasa a un segundo plano. Lo vemos a diario. Y en la Administración local, por ejemplo, falta considerar al gestor o a la gestora cultural como un valor seguro y una inversión de futuro.  

¿Y en el sector privado?

–En este ámbito faltan convenios colectivos más justos que equiparen las condiciones del sector público. Y entre ambos ámbitos sigue habiendo problemas con las licitaciones. Si la licitación es irregular, el contrato y la gestión también lo van a ser. En el eslabón que une a los dos sectores hace falta avanzar y que los criterios de contratación no sean estrictamente económicos, sino técnicos. El gestor une, cohesiona y ayuda a garantizar que la gente pueda participar en la vida cultural de una forma saludable.

“El 10% de nuestros 100 socios está de baja; en 2023 planeamos hacer un diagnóstico de riesgos psicosociales de la profesión”

¿Se han dejado atrás los tiempos en que se contrataba al amigo o conocido de alguien para llevar un proyecto en lugar de a un técnico titulado?

–En Navarra sí. Seguro. Otra cosa es el valor que se le da al sector de la cultura, que a veces se tiende a pensar que solo es ocio y entretenimiento. El acceso a la cultura es mucho más que programar un teatro; es acompañar a un colectivo de personas para que participe en la vida cultural; es garantizar que el sistema cultural sea fuerte y es permitir que haya una cohesión social entre las personas que habitan un mismo territorio. Cuando hablo de instrusismo, me refiero a que quizá en algunas localidades se sigue viendo la cultura como algo accesorio y cuando se habla de recortes, se piensa primero en que la gente deje de acudir a eventos culturales, como si fueran algo totalmente prescindibles. En Kuna trabajamos para poner en valor la cultura en sí misma, por eso en mayo hicimos unas jornadas en Alsasua, y en estas jornadas pondremos el foco en las personas que hacen posible el acceso a ella.

¿Existe disposición por parte de las administraciones a la hora de poner en valor el papel del gestor cultural?

–Generalizar no sería justo. Con el Gobierno de Navarra hay muy buena interlocución. No olvidemos que estamos en el Consejo de la Cultura y de las Artes. También participamos en la supervisión de tribunales cuando salen plazas y acabamos de firmar un convenio con la Federación Navarra de Municipios para trabajar juntos en políticas culturales. Pero, claro, sigue habiendo de fondo cierta desvalorización de la actividad cultural. La sociedad no comprende aun el valor que tiene la cultura más allá del plano de la exhibición. También hay una parte de creación y de producción y otra más comunal, de participación. En ese sentido, falta camino por hacer, es muy importante la legislación y aquí afortunadamente la tenemos.

En 30 años de existencia, en la profesión en Navarra se habrá producido el relevo generacional.

–Sí, se han producido ya varias jubilaciones. Lo que ocurre es que en muchos casos no se está sustituyendo a estas personas en las mismas condiciones. Por ejemplo, se jubila un técnico A y no se le sustituye por alguien de la misma categoría; o se mezcla cultura con otros ámbitos como deporte, juventud, fiestas... Y luego está el tema de las bajas.

¿Qué sucede con las bajas?

–A día de hoy tenemos al 10% de nuestros socios de baja. Es un dato muy llamativo, por eso a partir de 2023 queremos trabajar con el Instituto de Salud Pública de Navarra para realizar un diagnóstico de riesgos psicosociales de la profesión. 

Ha mencionado la Ley de Mecenazgo, que parece que no acaba de funcionar del todo.

–Hay que entender qué se pretende con ella: si lo que se quiere es popularizar y repartir al por mayor entre todos los proyectos que se presentan o se quiere dar valor a algunos. En el Consejo de Cultura siempre tenemos ese debate con el Gobierno. Hay que tener en cuenta que Navarra tuvo la primera Ley de Mecenazgo, antes que el Estado, y que se esperaba una ola que después no llegó. En cambio, la Ley de Derechos Culturales sí que ha sido una referencia. Igual no ha tenido la continuidad que debería por la pandemia, pero allí donde vamos nos la ponen como ejemplo.

“Navarra es punta de lanza en leyes como la de Derechos Culturales, que esperamos se desarrolle en las próximas legislaturas”

¿Por qué es tan importante esta ley?

–Porque pone por escrito lo que decimos. Los gestores culturales decimos que garantizamos el acceso a la cultura y esta ley lo obliga. Cuando legislas, impides que el asunto esté sujeto a una voluntad política cambiante. En otras comunidades nos estamos encontrando con que solo tienen una declaración de intenciones, pero luego no hay ninguna obligación. Por eso mañana (por hoy) la primera mesa abordará los derechos culturales como derechos humanos. Navarra ha sido punta de lanza en esto también y ojalá que la ley tenga continuidad en próximas legislaturas, aunque para eso hacen falta recursos. A nivel político es importante seguir apostando por la cultura no solo con discursos, sino con hechos. Y el mejor hecho demostrable es aportar el 1,5% del presupuesto de la comunidad a cultura, que es lo que, por otro lado, recomienda la Comisión Europea.

En estas jornadas también se va a presentar el perfil del gestor cultural en Navarra.

–Nuestra asociación nació hace 30 años como entidad de técnicos socioculturales adscritos al ámbito local; luego pasamos a ser la Asociación de profesionales de la gestión cultural de Navarra y en 2018 nos llamamos Kuna Gestión Cultural de Navarra. Cada cierto tiempo nos paramos a ver quiénes somos y qué estamos haciendo. Y este fue un proyecto muy ambicioso. Se lo encargamos a la empresa Ikerpartners, que hicieron un estudio a partir de encuestas y un proceso de investigación muy profundo que ha identificado una serie de perfiles y de retos a los que se enfrenta la gestión cultural en Navarra.

¿Cuáles son los principales resultados?

–El estudio habla de que el papel de la mujer en la gestión cultural en Navarra es predominante y de que se ha dado un relevo generacional. También de que la horquilla salarial está entre los 20.000 y los 30.000 euros brutos al año y de que trabajamos sobre todo en ámbitos locales. Subraya, además, que somos un colectivo muy bien preparado para la tarea, con estudios superiores casi siempre y con competencias idiomáticas notables (euskera, inglés, francés...) Al mismo tiempo, destaca que la disparidad de funciones y no dejar claro cuáles son las que nos corresponden genera situaciones de desamparo y desazón. Acabamos haciendo todos de todo.

¿Qué me dice de los retos?

–Uno de los más importantes es que los gestores culturales estamos en un momento muy importante de entender a qué modelo de sociedad nos dirigimos para adaptar la vida cultural a ella, trascendiendo los formatos de mera exhibición. La transformación digital y la irrupción de las plataformas y de la industria del ocio no nos puede dejar de lado. Es una amenaza, pero también una oportunidad y hay que hacerlo bien.