Una de las últimas sensaciones del pop latino, Morat, llegó a Pamplona. Haciendo honor a la fama que precede al cuarteto, el concierto se celebró en el Navarra Arena, que, menos de veinticuatro horas después del concierto de Marea, volvió a registrar una magnífica asistencia; si la semana anterior ya habían vendido unas siete mil entradas, el domingo los espectadores que allí se congregaron andarían por encima de los ocho mil. El grupo colombiano tiene tirón, especialmente entre el público juvenil e incluso infantil, que era muy numeroso. La última vez que Morat había visitado Pamplona, fue en Zentral y acudió una sexta parte de los asistentes de los que lo hicieron el domingo, como recordó el cantante y guitarrista Juan Pablo Isaza.

La última vez que Morat visitó Pamplona actuó en Zentral. Nada que ver con las más de 8.000 personas que vieron al grupo el domingo en el Navarra Arena. Oskar Montero

Comenzaron con imágenes de drones y una batería electrónica. Que nadie se asuste, que lo que siguió no fue una actuación de synth pop; en cuanto cayó el telón, la calidez de los instrumentos acústicos tomó el mando y siguió siendo la nota predominante durante toda la velada. Hubo guitarras eléctricas, sí, pero predominaron las acústicas y su característico banjo, presente en gran parte del repertorio. Arrancaron con Besos en guerra, que en su momento grabaron con el también colombiano Juanes.

Público entregado a los músicos colombianos. Oskar Montero

Los cuatro se conocen desde los cinco años, y quisieron echar la vista atrás y recuperar alguna de las primeras canciones que escribieron juntos y les conmovieron de veras; fue el caso de Punto y aparte, en la que Juan Carlos Isaza se sentó al piano para cantarla, dando forma así a una balada canónica. Se iban alternando en las voces, casi siempre entre los dos guitarristas (Juan Pablo Isaza y Juan Pablo Villamil), aunque también el batería (Martín Vargas) fue la voz principal en Mi suerte, lo mismo que hizo el bajista (Simón Vargas) en Cuando el amor se escapa. En Idiota se atrevieron con la electrónica, introduciendo sonidos de sintetizadores, para volver al pop acústico y épico en los coros de Mi nuevo vicio, una de las más celebradas, con pirotecnia en la parte trasera del escenario.

El grupo interpretó temas de sus primeros discos y del último. Oskar Montero

Respecto a la escenografía, fue bastante espectacular: la batería estaba situada sobre un cubo de unos dos metros de altura, pantallas laterales y superiores, además de juegos de luces muy efectistas y la ya mencionada pirotecnia, que fue disparada en varias ocasiones (también hubo confeti), y lanzamiento de globos enormes hacia el público. Quizás el sonido estuvo algo forzado en algunos momentos, impidiendo distinguir los matices de los instrumentos e incluso entender lo que estaban cantando. En cualquier caso, eso no impidió que los ocho mil asistentes disfrutasen al máximo todas las canciones, tanto de las baladas (al piano, como Si la ves, o a la guitarra acústica, como Enamórate de alguien más), como de las más animadas (A dónde vamos). El apoteosis final llegó en el bis, que estuvo formado por una única canción… Pero qué canción: su hit mundial Cómo te atreves a volver. Ojalá se atrevan y regresen pronto.