El universo alucinante y fantástico de la artista japonesa Yayoi Kusama ha tomado el Guggenheim Bilbao. Sus polka dots (lunares polka), que son su sello más reconocible, se han apoderado del estanque y sus obras –esculturas blandas, habitaciones infinitas, oscuras referencias a la muerte y coloristas al triunfo de la vida–, descubren en el museo su alma y sus vulnerabilidades

Porque para Yayoi Kusama, la creadora japonesa más cotizada del mundo, adorada por críticos, público y hasta por algunos diseñadores como Louis Vuitton, el arte siempre ha sido una cuestión de supervivencia. La propia artista ha afirmado en diversas entrevistas que hace su arte para “curarse a sí misma y para curar a toda la humanidad”. Lo interesante de esta creadora, que tiene 94 años y vive autorrecluida en un psiquiátrico de su país desde hace más de cuatro décadas– no es el hecho de que haya convivido desde hace años con una enfermedad mental, sino cómo ha logrado manejarla e incluso impulsarse en ella hasta convertirse en un icono cultural global

Esta mujer menuda, feminista, revolucionaria y vanguardista comenzó muy pronto a crear como vía de escape a las alucinaciones que sufría ya desde pequeña. Los delirios en forma de patrones y puntos que se extendían por las paredes, los techos e incluso por su cuerpo han configurado su universo creativo. 

En Estados Unidos

Su biografía es tan apasionante como su obra. Kusama se mudó a Estados Unidos en 1957, por recomendación de su amiga por correspondencia, Georgia O’Keeffe. Allí conoció a Donald Judd, Andy Warhol, Claes Oldenburg y Joseph Cornell, lo que marcó un hito en su carrera artística. Mientras en Manhattan triunfaba el pop y Warhol reinaba en su Factory y en Studio 54, esta mujer menuda revolucionó la Gran Manzana con sus performances y happenins (en Walking Piece paseó con kimono por Nueva York, mientras en otras acciones pintaba lunares sobre gente desnuda mostrando su rechazo a la guerra de Vietnam), además de manifestarse contra el expresionismo abstracto, que consideraba patriarcal. Trabajó sin descanso (fue hospitalizada varias veces por agotamiento) pintando su arte acumulativo en objetos cotidianos y realizando performances a favor de la liberación sexual y los derechos de los homosexuales, incluso celebró una boda homosexual.

Exhausta mentalmente, en 1973 decidió regresar a Japón, un regreso decepcionante donde su arte y sus ideas fueron rechazadas en una sociedad todavía demasiado tradicional en muchos aspectos, más para una mujer tan adelantada a su tiempo. Kusama sufrió una depresión profunda acompañada de pensamientos suicidas, por lo que en 1977 decidió ingresar voluntariamente en una institución psiquiátrica, donde vive en la actualidad y de la que solo salía hasta la pandemia del covid para desplazarse a su taller a realizar sus obras. A sus 94 años no ha renunciado a trabajar y sigue haciéndolo con obsesión infinita en un estudio más pequeño. En 2021 y 2022 creó 15 obras nuevas para esta exposición

Retrospectiva

Patrocinada por Iberdrola y en colaboración con el Museo M+ de Hong Kong, la retrospectiva reúne cerca de 200 obras, entre pinturas, dibujos, esculturas, instalaciones y material de archivo que documentan sus happenins y performances. Esta exposición examina el trabajo de Kusama desde los primeros dibujos que realizó cuando era adolescente, durante la Segunda Guerra Mundial, hasta sus obras de arte inmersivas más recientes.

Según explica Lucía Agirrre, una de las comisarias, la muestra recorre más de siete décadas de su trayectoria desde una perspectiva cronológica, pero también temática, a través de las principales cuestiones que han definido su carrera artística. Una red que Kusama teje en torno a conceptos, como el infinito, o la acumulación en la búsqueda de este; la estrategia de la conectividad radical, que se basa en el cuestionamiento del ego; lo biocósmico, que remite a una profunda conexión que la artista siente con la vida orgánica y con el cosmos; la muerte, que quizá no sea el final; para terminar con la celebración de la propia existencia en La energía de la vida.

La última parte de la exposición está compuesta por obras alegres y coloristas, que contrastan con las oscuras referencias a la muerte que la preceden, y que reflejan también su triunfo personal sobre la depresión y los pensamientos suicidas, según describe el comsisario Doryun Chong, del M+ de Hong Kong. Desde el hospital psiquiátrico en Japón donde reside, la artista quiso participar en la presentación de su exposición con unas palabras: “En este mundo caótico, usaría todo el poder del arte para expresar totalmente el deseo de paz y la magnificencia de la humanidad. Corazones ardiendo con amor rojo fuego, eterno e inagotable. Oremos juntos por el amor”. La exposición se puede ver hasta el 8 de octubre.